Ava Gardner, la leyenda de la indomable
Desde Frank Sinatra hasta Dominguín: a medida que su fama como actriz crecía, también lo hacía el número de amantes
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En un alarde de transversalidad zoológica, Ava Gardner (EE.UU, 1922–Reino Unido, 1990) fue calificada en su apogeo como “el animal más bello del mundo”. Desde esta tribuna nos decantamos por sortear tal subjetividad y referirnos a ella como “la indomable”. Gardner se empeñó en ser dueña de su vida en una época en la que solo un hombre podía coleccionar amantes y tumbar a otro bebiendo. Además, ella lo habría preferido así: la hacía infeliz que el recurrente lugar común de su belleza empañase un talento interpretativo fuera de serie. Ava Gardner entró en el cine de modo casual: con 18 años, el retrato de un cuñado fotógrafo expuesto en su estudio interesó a alguien que decía ser cazatalentos de la Metro Goldwyn Mayer. Mickey Rooney –una de las estrellas de la productora– la vio deambulando entre los decorados y se prendó de aquella jovencita con rostro de mujer. Su matrimonio fue un vodevil: se emborrachaban y fornicaban como normandos en un saqueo, ella se reía de su estatura, él contraatacaba con más infidelidades y volaban los platos. En 1943 lo echó de casa.
Comenzó a rondarla el multimillonario Howard Hughes y aunque le habría ofrecido una vida de oro, le interesó más un hombre casado, el director de orquesta Artie Shaw, que dejó a su esposa por nuestra protagonista. Demasiado pretencioso para conformarse con una bellísima joven pero justa culturalmente, su menosprecio llevó a que Ava se refugiase en la botella. Finalmente, la abandonó. Su papel en “Los asesinos”, con Burt Lancaster, le dio un nombre en Hollywood y la salvó de caer en la depresión. A medida que su estrella crecía, la mala fama lo hacía en paralelo: 23 años, dos divorcios, bebedora y devora hombres, a nivel de uno distinto cada noche según los tabloides. Fue entonces cuando apareció Frank Sinatra.
Él estaba casado con Nancy Barbato y ella lo alternaría con Robert Mitchum. En 1950, Ava aterrizaba en España para rodar “Pandora y el holandés errante” (Albert Lewin). El escenario era Tossa de Mar, localidad de la Costa Brava que la recuerda con una estatua, y su partenaire, el torero Mario Cabré. Se acostaron, él publicó “Diario poético a Ava Gardner” y el asunto llegó a oídos de Sinatra. El artista cogió un avión y se presentó en el hotel La Gavina de S’Agaró para cruzarle la cara. Como lo leen. Sin embargo, el idilio de Ava con España era ya cosa hecha: en los años 50 disfrutaría de las noches en Chicote y el Madrid de las tabernas. Y también, sin embargo, se casó con Sinatra en 1951. Dos años después y tras “Las nieves del Kilimanjaro”, Gardner trascendía a la categoría de mito al estrenar “Mogambo”. Durante el rodaje, Clark Gable la perseguía a todas horas pero ella prefirió volver a ser infiel a Sinatra con el asesor de caza mayor, Bunny Allen.
La década del declive
La actriz se compró una casa en Madrid en 1954, año en que estrenó “La condesa descalza”. Otro torero había compartido ya lecho con ella, Luis Miguel Dominguín, mientras Sinatra enloquecía a distancia. El libro “Beberse la vida”, de Marcos Ordóñez, la serie “Arde Madrid” (Paco León) y el documental “La noche que no acaba” (Isaki Lacuesta) recogen aquellos días de vino y rosas. Divorciada ya de Sinatra, su siguiente relación tempestuosa vino con el actor George C. Scott: durante el rodaje de “La Biblia” (1966) ambos se dieron al pecado y a las broncas. Dicen que el director, John Huston, contrató a la mafia local para protegerla de la ira de Scott.
Los años 70 fueron la década del declive de Ava Gardner. Aún daría cuenta de su talento en “Terremoto” y “El pájaro azul”, pero después de 1982 solo la veremos en telefilmes. Tantos años de excesos le pasaron factura, su salud se resintió, sufrió varios derrames cerebrales y quedó parcialmente paralizada. Sus últimos años los vivió retirada en Londres con la única compañía de un perro y su asistenta, Carmen Vargas. Sabedor de su estado, Frank Sinatra –ex marido pero amigo– le buscó un especialista en EE.UU y le reservó un vuelo. Sin embargo, era muy tarde. Ava Gardner nunca llegaría a tomar ese avión.
- Si quiere leer más personajes de “Polvo de estrellas” pinche aquí: The Rat Pack: ellos fueron los Ocean’s Eleven originales. Grace Kelly: una loba con piel de cordero. Errol Flynn: el hombre que tocaba el piano con su secreto mejor guardado. Liz Taylor y Richard Burton: broncas, alcohol y amor eterno.