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La película «prohibida» de Salvador Dalí

Después de más de tres años de producción, el nuevo «biopic» sobre el genio de Figueras no cuenta con los permisos necesarios para reproducir sus obras
Salvador Dalí a principios de la década de los setenta, tiempo donde se ambienta el nuevo "biopic"
Allan warren.
La Razón

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La imagen es arrebatadora, ilusoria. Casi podría ser una antesala a ese «valle inquietante» que acuñó Masahiro Mori para hablar de las reproducciones humanas que van un paso más allá del calco, como si se aventuraran a revivir algo que nunca existió. El actor británico Ben Kingsley, ganador del Oscar en 1983 por su papel de Gandhi, inundaba las revistas y páginas especializadas hace unas semanas con su conversión, afilado bigote mediante, en Salvador Dalí para rodar «Dalí Land». La ilusión traía de la mano la participación en el proyecto de Mary Harron, directora de «American Psycho», y la producción del mismísimo David O. Sacks, uno de los fundadores de Paypal. La ilusión, eso sí, duró poco.
Cuando Deadline, el medio estadounidense especializado en la industria del cine, reveló la primera imagen y una lista interminable de más de 15 co-productores, además del abandono del proyecto por parte de Tim Roth («Reservoir Dogs») y Leslie Manville («El hilo invisible»), no fueron pocas las dudas que surgieron. ¿Cómo es posible que una película que lleva tres años en fase de producción ofreciera su primera imagen recién ahora? ¿Es posible que no hubiera un solo nombre español en más de 60 créditos? ¿Por qué se ha rodado en Nueva York o Gales y no en los enclaves míticos de Figueras y Barcelona? El descubrimiento del argumento tampoco ayudó a arrojar luz sobre el secretismo: «En 1973, un joven galerista se embarca en una alocada aventura detrás de bambalinas al tiempo que ayuda a un anciano Salvador Dalí a preparar una gran exposición en Nueva York».
La trama, que podía leerse hasta hace unos días en el sitio oficial de la productora Pressman Films y que ahora no es posible encontrar más que en la ficha de la película en el portal IMDB, guarda mucho parecido con la tesis de «Dalí y yo», el polémico libro de Stan Lauryssens que ya levantó una polvareda hace unos años y que profesionales de esta publicación ya se encargaron de desmentir punto por punto.

El esperpento de Lauryssens

El autodenominado «estafador» presentó en 2008 una ficción según la que el artista, machacado ya por la edad, no pintaba sus propios cuadros y recurría por ello a ayudantes. Al enfrentarse al rigor histórico del análisis, Lauryssens tuvo que reconocer que muchos de los supuestos encuentros reales con el pintor que detallaba en el libro eran directamente inventados, y que los «datos» que revelaba como grandes descubrimientos no eran más que vagas elucubraciones e historias que había escuchado en su faceta, esa sí real, de marchante de arte en la década de los ochenta. Pese a los intentos de este periódico, no ha sido posible contactar con el guionista acreditado de «Dalí Land», John Walsh, para que explicara si su libreto bebe o no del esperpento de Lauryssens.
De hecho, la publicación del libro provocó un conflicto entre el autor y la Fundación Gala-Salvador Dalí, que le acusaba de intentar «ensuciar la imagen» del artista. En una entrevista con Efe, pasados unos días tras la tormenta, Lauryssens volvió a la carga y afirmó que «el 75% de los cuadros del pintor (que circulan por pinacotecas y galerías) son falsos», aunque explicaba que «una parte de ellos eran pintados por otros, a los que al final Dalí daba su toque surrealista». Si bien la rumorología siempre ha sembrado la duda sobre los últimos trabajos del polímata y esa pulsión por «hacer caja» de la que hablaba André Breton sobre su ex amigo, el libro acabó descatalogado y todo parecía una extensión fantasiosa de unas declaraciones descontextualizadas del propio Dalí: «Sí, yo iba a convertirme en la más insigne cortesana de mi tiempo, fascinada por el oro», dejó escrito.
Tras consultarlo con la propia Fundación Gala-Salvador Dalí, gestora del legado del artista, LA RAZÓN ha podido constatar que «Dalí Land» no cuenta con los derechos de uso de la imagen del pintor, así como de ninguna de sus obras, derrumbando casi del todo la ilusión: «Hubo contactos al principio del proyecto, allá por 2018, pero los responsables de la película no estaban dispuestos a cumplir con nuestras condiciones», afirman desde la sede del organismo en Figueras, sin cerrar todavía las puertas a una colaboración de última hora: «Nunca estaríamos en contra de un proyecto que dé a conocer la figura de Dalí y todavía, pese a las formas, tenemos plena disposición a ceder los derechos». ¿En qué se traduce esto? En que la producción hollywoodiense podría hacer uso del nombre de Dalí como personaje histórico, pero ninguna de sus obras ni sus reproducciones podría aparecer en la película. Así, ni «Las galas de Portlligat» ni la «Gala desnuda» que dibuja de lejos el rostro de Lincoln, ambos célebres cuadros de la época en la que está ambientado el filme, podrían representarse sin enfrentarse a consecuencias legales.
Otra de las dudas que queda por esclarecer es conocer en qué punto de la «post-producción» que rezaba la nota de Prensa oficial se encuentra el filme. Tras contactar con todas las compañías asociadas al proyecto en varias ocasiones y sin éxito para que pudieran expresar su versión respecto a lo que contará en verdad «Dalí Land», cabe volver inequívocamente a las fotografías de Kingsley que distribuyó la agencia «Splashnews» el pasado 19 de abril. ¿Cómo es posible que una película se encuentre en post-producción a la vez que se sigue rodando? El cruce de informaciones, que podría perfectamente deberse a un error en la web de las productoras, también podría obedecer a una vieja táctica de la industria del séptimo arte y que detalla un experimentado productor español a este periódico: «No es trampa. Se trata de vender una imagen de la película cuando falta todavía dinero para concluir el proyecto y llamar la atención de nuevos inversores. Solo lo puedes hacer con películas que vayan a despertar interés, no con cualquiera, claro», detalla sin querer salir del anonimato.
Más allá de los problemas de producción habituales en casi cualquier proyecto de esos pequeños milagros que llamamos películas, parece que «Dalí Land» está predestinada a engrosar la lista de los «biopics» imposibles que acabaron no saliendo adelante, en este caso, por razones legales. Allí compartirá espacio, por ejemplo, con «Last Days», de Gus Van Sant, en la que un Michael Pitt desaliñado daba vida a un obvio Kurt Cobain –de nombre Blake– en sus últimos días antes de suicidarse con un disparo al cielo de la boca. En aquella ocasión fue la viuda de Cobain, Courtney Love, la que se negó a que la vida del cantante de Nirvana fuera llevada al cine, alegando que se construía un «falso relato» sobre su tóxica relación con el artista. Algo parecido ocurrió antes con «Sobrevivir a Picasso», protagonizada por un ilustre como Anthony Hopkins y dirigida por un no menos reconocido James Ivory, a la que no se permitió reproducir ni un solo cuadro del artista malagueño. El precedente es alegórico: aquella cinta, que terminó en desastre de producción y se tradujo en cuantiosas pérdidas económicas, retrataba a Picasso como un viejo iracundo y malicioso, algo que Claude Picasso intentó frenar incluso por la vía legal, pidiendo que se paralizara el rodaje y presentándose en el mismo.
Sin el permiso de la Fundación Gala-Dalí, parece que el destino de «Dalí Land» (y pese a la suma de talentos como los de Ezra Miller para el elenco principal) será el mismo que el de la película de Ivory, que contó incluso con dinero del bolsillo de Ridley Scott pero que apenas superó los 2 millones de dólares de recaudación por la polémica por la que había sido precedida y las malas críticas que luego genéro el propio filme.
De complicado acceso para su explotación comercial, e incluso investigativa, las reproducciones de obras de artistas como Dalí o Picasso dependen en última instancia de VEGAP (Visual Entidad de Gestión de Artistas Plásticos) que, «sin ánimo de lucro», presta sus servicios a más de 120.000 artistas en todo el mundo. Según la actual Ley de Propiedad Intelectual, que data de 1987 y salvo reforma como la que afectará a la protección de las películas como Patrimonio Histórico que ha propuesto el Ejecutivo de Pedro Sánchez esta semana, la producción al completo del genio de Figueres pasará a ser de dominio público, esto es, de libre acceso para todos los ciudadanos, el 23 de enero del año 2059. Quizá ese sea el momento para un nuevo «biopic».