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José Sacristán: “¿Miguel Bosé? No pierdo el tiempo con imbéciles”

A sus 83 años estupendamente cumplidos, el actor continúa con la gira de “Señora de rojo sobre fondo gris” y aprovecha para hacer campaña en pro de la vacunación, el teatro... y los ajos de Chinchón
Javier NavalJavier Naval

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Tener el vigor y la fachada de José Sacristán a los 83 años debería ser el objetivo de todo ser humano. Nadie cumple primaveras como él. Mérito, dice, de «los ajos de Chinchón», su casa. Como tampoco hay ser vivo en la Tierra al que se le dé tan bien insultar. Es imposible mantener una conversación con él sin que salga algún sonorísimo «imbécil» de sus labios. Pero es que, dicho por Sacristán, hasta suena bien o, por lo menos, contundente e irreprochable. Es el mismo tipo de siempre. Ese que lleva toda una vida subido a los escenarios jugando «a ser pirata» y que ahora vuelve a Madrid (desde el 5 de mayo en el Teatro Bellas Artes) con «Señora de rojo sobre fondo gris», de Miguel Delibes.
Le pillamos haciendo la maleta para escaparse a dos bolos previos (Terrasa y Manresa) al reestreno en la capital. Una gira en la que está como quiere: «El teatro es el territorio en el que me siento más a gusto. No voy con prisa. Pongo yo las condiciones». Privilegios que se gana uno con la veteranía y el trabajo, aunque encuentra el «leitmotiv» de esta obra en «satisfacerme como actor y ciudadano representando la bondad de un personaje y una historia maravillosa. Además de homenajear a un amigo [Delibes]». De esta forma, retoma un proyecto al que llega con la fuerza que le proporcionan esos ajos chinchonenses y celebrando la segunda dosis de la vacunación: «Si no eres estúpido, hay que estar ahí seas fontanero o actor. Es de sentido común».
–¿Alguna secuela?
–Nada, ni la menor reacción. Ni un contratiempo. Soy partidario de vacunarse y mandar a la mierda a toda la estupidez negacionista. Son siniestros. Hay un partido político que quiere acabar con el toque de queda como si fuera un capricho y, además, salen a la calle con sus coches para contaminar ruidosa y atmosféricamente y pedir libertad. Hay gente para todo. Negacionistas que dicen que no pasa nada y que lo importante es la puta pela, y los demás a freír puñetas. Tengo años suficientes para que se me pongan los pelos de punta al oír términos que creía olvidados.
–¿Qué le diría a Miguel Bosé si le tuviera delante?
–No pierdo el tiempo con imbéciles. Viendo las imágenes de Brasil o India, pensar que aquí la gente también ha muerto sola en los geriátricos... Y que todavía haya imbéciles como Victoria, la Abril... El mundo entero se ha quedado en pelotas. No hubiera querido estar en la piel de los que han tomado las decisiones. En todo el planeta se han ido dando bandazos en busca de lo mejor. Y luego están los Trump y Bolsonaro, negacionistas de esto igual que niegan el calentamiento global. Todo se relaciona con el bolsillo y no ven que sin vida no hay nada más. ¿Quieren ser los muertos más ricos del cementerio? En fin...
–Son tiempos complicados...
–Me ha tocado la guerra, la posguerra, lo que vino después, la Transición... Ahora estamos en una etapa diferente, pero no imaginé que ahora fuera a escuchar discursos de otros tiempos. Mejor que hubieran desaparecido de una puta vez.
–¿Se han perdido libertades?
–Que me digan qué libertades. Quieren la libertad de hacer el bobo para contagiar al personal.
–¿La ciudadanía es el reflejo del Congreso o viceversa?
–Ahí andamos. Es la ley de los vasos comunicantes. Los políticos nos representan. No somos mucho mejores que ellos. Somos una sociedad incapaz de generar un comportamiento político más digno porque no alcanzamos esa dignidad. A ver si aprendemos a no echar la culpa a los demás y tomamos responsabilidades.
–¿Se echa de menos el bipartidismo del pasado?
–No necesariamente. Pero los hechos están demostrando que el advenimiento de los nuevos partidos no está dando mucho de sí. Ahora está la esperanza puesta, para mí, en Más Madrid, porque la debacle de Ciudadanos es estrepitosa y Podemos anda haciendo lo que puede... Y, por supuesto, los movimientos independentistas no me despiertan la menor simpatía.
–Confió en Podemos, ¿sigue disgustado?
–No exactamente, pero hay un comportamiento que no ha sido correcto por parte de este muchacho, Pablo Iglesias, y de la gente que le ha seguido. Hay cosas inexplicables, como lo de comparar el exilio republicano con el de Puigdemont por arañar un miserable voto de los catalanes. Eso y otras actitudes informan de un afán de protagonismo que no me gusta.
–¿Presentarse en Madrid es un ataque de ego?
–No sé. Sea por lo que sea, me da la impresión de que empieza una despedida de la vida pública.
–¿Entonces, su voto es para Más Madrid?
–No me atrevo a decir nada porque igual les perjudico...
–¿Qué opinión le merece una campaña en la que prima la confrontación frente a las propuestas?
–Estoy convencido de que esta gente lo hace por dar jarilla al más innoble de su electorado, que está ahí. Es una deformación profesional. Igual que yo hago «Señora de rojo...» porque pienso que es lo que le puede gustar a mi público, esta gente monta una función porque es lo que quiere el suyo. Si no estuvieran no se comportarían así. El personal que jalea y celebra las cosas de las balas está en un pozo de mierda. Confío en que el electorado mejore y se purifique.
–¿Qué daño va a hacer este clima de crispación?
–Ya lo está haciendo. No hace falta esperar al futuro. Se nota en la convivencia. Hay mala leche en la calle. Lo vemos en Cataluña con el independentismo. Si no atendiéramos al jaleo, estos pronunciamientos no se producirían.
–¿Ha disfrutado de la «vida a la madrileña»?
–Conozco varias «vidas a la madrileña». ¿De cuál se habla? Las hay formidables, pero también miserables, una mierda.
–¿Cómo se encontró las salas después del parón?
–Llenas. Y aprovecho para dar las gracias a la gente que confía y es fiel al teatro. Es emocionante que todo lo que se pone a la venta de «Señora de rojo...» se acabe.
–¿Aseguramos que el teatro sobrevivirá a otra pandemia?
–No tiremos cohetes porque mucha gente lo está pasando fatal, pero en el fondo y en la forma nadie va a poder con él.
–Hay otro tipo de «show» en la televisión: Rocío Carrasco, los «realities»... ¿Pueden sustituir al teatro?
–No, no, no... Eso es un circo sencillamente impresentable. Pero, igual que pasa con los políticos, existe porque la gente lo ve. No jodamos. Somos mayores para poder elegir. No se trata de que la televisión sea un centro educativo. Eso de echarse las vísceras a la cara gusta a la gente igual que se quiere escuchar el exabrupto del político.
–¿Tiene plan para celebrar el final de la pandemia?
–Van a ser varios días de celebración. No sirve con uno solo. También me gustaría festejar que algo hemos aprendido.
–¿Usted, qué, en concreto?
–Yo estoy en una edad en la que desaprendo. Pero hemos podido comprobar que en circunstancias extremas aparece lo más generoso del ser humano y lo más miserable. Gente cojonudísima e hijos de puta... Pero pertenecemos a esta especie. Qué le vamos a hacer.
–¿Ha pasado miedo?
–Preocupación. Miedo, no. Nos pilló en una casa con mucho terreno y tuvimos aire para respirar. Pero nos llevamos un susto tremendo.
–¿Con más de 80 años y una pandemia delante se llega a pensar en la muerte?
–Ya está ahí la señora de la parca dando vueltas alrededor, pero no se acerca. De momento, la madre naturaleza va proporcionando recursos que voy manejando bastante bien.