De WhatsApp al cambio climático: obras y predicciones de Julio Verne
El escritor francés, que murió un día como hoy de 1905, habló en sus libros de ciencia ficción sobre máquinas y artilugios que se crearon años después
Pocas aventuras son tan épicas e interesantes como las que escribió Julio Verne. El autor francés es uno de los mayores influyentes en la literatura de ciencia ficción, siendo sus obras tan icónicas como determinantes en varias disciplinas. Verne ha inspirado tanto a la literatura como al cine, al teatro o a la vida cotidiana. Escribió sobre fantasía, misterios, viajes, ciencia y tecnología, realizando algunas predicciones que superan con creces a las de “Los Simpson”. El autor, que murió en Amiens (Francia) un día como hoy de 1905, se volvió inmortal con su serie de novelas “Viajes extraordinarios” y aún hoy se estudian sus obras, para estudiar qué otras ficciones se harán realidad.
Pasión por el mar
Si bien “Viaje al centro de la Tierra” (1864) solo se ha podido materializar a través de películas, “Veinte mil leguas de viaje submarino” (1870) o “De la Tierra a la Luna” (1865) sí han sido obras premonitorias. En la primera el protagonista es el capitán Nemo, quien conduce a su prisionero, el biólogo Pierre Aronnax, por el fondo de los océanos a bordo del submarino Nautilus. En esta obra, Verne expresa una pasión por el mar que también plasma en “Los hijos del capitán Grant” (1867), así como muestra una de sus mejores creaciones: la idea de una máquina capaz de navegar por el fondo del mar, cosa que no existía en el momento que se publicó la novela.
El motor del Nautilus era propulsado por una electricidad que inspiró al inventor del primer submarino eléctrico, el español Isaac Peral, apareciendo esta máquina en la vida real por primera vez 14 años después de publicarse la obra de Verne, en 1884. Así, actualmente los submarinos funcionan a base de baterías, de similar manera a la que navegaba la del capitán Nemo.
Asimismo, también en “Veinte mil leguas de viaje submarino”, destaca el uso de armas eléctricas, siendo utilizados estos dispositivos en la realidad por primera vez en 1969. Verne las define en su obra como “contenedores eléctricos”, en los cuales “la electricidad es forzada a una muy alta tensión. Con el más pequeño toque se descargan, y el animal, sin importar lo fuerte que sea, cae muerto”, escribió. Así como el autor mencionaba unos trajes de buceo individuales, que no existirían como tal hasta finales de la Segunda Guerra Mundial.
Adelantarse a la NASA
Por su parte, para algunos expertos la obra más interesante y emblemática en cuanto a predicciones del dramaturgo francés es “De la Tierra a la Luna”. Lo que escribió es extraordinario si se compara con la misión del Apolo XI que, un siglo más tarde, lanzó la NASA. En el argumento del libro, tres astronautas -como en la realidad, que fueron Neil Amstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin-, viajan en una nave llamada “Columbiad”, teniendo el módulo de la expedición real el nombre de “Columbia”. Además, en la ficción despega desde Tampa, en Florida, a unos 100 kilómetros del lugar donde se lanzó la nave que aterrizó por primera vez en la Luna.
Verne también acertó en cuanto a la forma y dimensiones de la nave que inventó, así como en la velocidad y el tiempo que se tardó en llegar a la Luna. Además, el autor habla de viajes espaciales impulsados por la luz, lo que recuerda a la tecnología que hoy existe que permite que naves funcionen a través de velas solares. En cuanto al retorno del Columbiad, Verne imaginó que caería en el océano y saldría flotando, de la misma manera que lo han hecho los de la NASA.
El WhatsApp de Verne
Un submarino, una nave espacial y, por qué no, también un helicóptero. En “Robur el Conquistador” (1886), Verne describe al Albatross como un barco con hélices en lugar de velas, que giran gracias a una maquinaria interna. Este invento recuerda al helicóptero moderno. No obstante, esta predicción no era exclusiva del autor francés, ya que antes de la publicación de la novela ya existían algunas teorías sobre la posibilidad de que existieran vehículos con hélices.
Y, si Verne era capaz de imaginar este tipo de artilugios, no se le podía escapar predecir la existencia de internet, el email o las videoconferencias. En “París en el siglo XX”, obra que escribió en 1863 y que no se publicó hasta 1994, el autor narra la historia de Michel Jérome Dufrénoy, un joven estudiante de Literatura que vive en un mundo donde existen rascacielos de vidrio, trenes de alta velocidad, calculadoras, un telégrafo mundial que conectaría todas las regiones del planeta y una red mundial de comunicaciones. Aspectos que bien podrían recordar al AVE, al WhatsApp o al correo electrónico.
En otras palabras, inventó internet en su ciencia ficción. Por su parte, algo parecido hizo en “La jornada de un periodista norteamericano en el 2889″, artículo que publicó en 1889 y donde se refería a lo que podría ser un informativo como el que hoy conocemos: “Todas las mañanas, en lugar de ser impreso, como en los tiempos antiguos, el Earth Herald es hablado: es en una rápida conversación con un reportero, un político o un científico, que los abonados se informan de lo que puede interesarles”.
Un aviso medioambiental
Por último, cabe destacar una obra, quizá no tan conocida de Verne, pero que también serviría como premonición a lo que hoy vivimos: “Del revés” (1889). En esta obra, Verne recupera al experto en cálculo J. T. MAston y sus socios del Gun Club, que ya habían protagonizado las aventuras de “De la Tierra a la Luna” o su continuación, “Alrededor de la Luna”, para que lideren otra predicción. Esta vez, en cuanto al cambio climático: en esta obra Verne reflejó el deshielo de los polos y el cataclismo medioambiental que hoy debería preocuparnos. Y lo hace, además, señalando que todo ello tiene su origen en la influencia del ser humano.
Julio Verne, que nació el 8 de febrero de 1828 en Nantes (Francia), también pasó a la historia por otras icónicas obras como “La vuelta al mundo en ochenta días” (1873), “La isla misteriosa” (1875), “Cinco semanas en globo” (1863), “Aventuras del capitán Hatteras” (1864), “Escuela de Robinsones” (1882) o “El archipiélago en llamas” (1884), entre otras.