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Bob Dylan vende todo su catálogo a Universal Records en un acuerdo histórico

El estadounidense tiene más de 600 temas a lo largo de su carrera, de los que cede el control editorial y los derechos de autor
Jeff RobbinsAP

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Era él quien advertía que «los tiempos están cambiando». Esa es una realidad a la que te vas a enfrentar sin duda si tu carrera musical dura hasta seis décadas y, como es el caso de Bob Dylan, se desarrolla bajo varios modelos de explotación comercial y en tres «edades» diferentes atendiendo a su soporte de difusión. Su carrera, que ya se alarga por seis décadas desde que comenzase oficialmente en 1962, ha conocido el dominio del vinilo, la humildad de la cinta casette, la llegada del compact disc y, finalmente, la virtualidad de los servicios digitales. Y en la era de dominio de los servicios de «streaming», donde no se paga ni un céntimo por soporte físico alguno, el valor se genera a través de los derechos de autor y editoriales de las canciones. Ayer Bob Dylan vendió, por una cifra estimada en los 300 millones de dólares, todo su catálogo, compuesto por más de 600 temas, a la multinacional Universal Vivendi en una operación histórica por la envergadura de la obra del Premio Nobel y también por el celo con el que siempre ha defendido Dylan la propiedad y gestión de su obra. Ha vuelto a hacer historia. No está mal para un viejo de 79 años.
Según informaron medios como el «New York Times», el músico cede el cien por cien de sus derechos sobre todas las canciones de su catálogo y los ingresos que percibe como compositor. También acuerda la cesión de los derechos de autor y editoriales, es decir, que Universal, filial del gigante francés Vivendi, recaudará todos los ingresos futuros de las canciones hasta ahora publicadas. Quedan fuera del acuerdo los temas que Dylan pueda escribir de ahora en adelante, y, según algunas fuentes, también están al margen de la venta las cintas físicas o grabaciones originales, que seguirían perteneciendo al artista. La operación es, hasta la fecha, la de mayor volumen tanto económico como de contenido llevada a cabo en la historia.
Fiebre de adquisiciones
Con el auge del «streaming», que multiplica sus usuarios de pago en todo el mundo a un ritmo que supera el crecimiento de otros mercados (aunque poco a poco acercándose a la maduración del mismo), muchos fondos de inversión se han lanzado a la adquisición de catálogos de intérpretes porque su rentabilidad es mayor que la de otros bienes o acciones. En el caso de la obra de Bob Dylan, es una apuesta segura. Temas como “Blowin ‘in the Wind”, “The Times They Are A-Changin’” o “Like a Rolling Stone” han alcanzado el estatus de clásicos casi museísticos y mantienen regularmente un altísimo número de reproducciones en los sistemas de “streaming”. Las cinco canciones más escuchadas en Spotify sumaban ayer 760 millones de reproducciones. La mayor parte de estas plataformas liquidan un pago de derechos que, aunque obedece a un sistema opaco y muy criticado por los artistas, responde a un modelo bursátil. A más escuchas, más dinero reciben los propietarios de los derechos. Catálogos de iconos de la música pueden ejercer además una presión doble, porque la amenaza de su retirada de las plataformas debilitaría a las que no puedan ofrecerlos.
La semana pasada, Stevie Nicks (Fleetwood Mac) vendió una gran parte de su catálogo por aproximadamente unos 80 millones de dólares a Primary Wave Music, una de estas grandes compañías de gestión de derechos fundad en 2006 y que este año habría invertido 700 millones de dólares en la adquisición de derechos. Primary Wave dio forma a su poderoso negocio a partir de la adquisión del 50 por ciento de los derechos de Nirvana y hoy posee una enorme nómina de grabaciones de Bob Marley, Glenn Gould o Whitney Houston. Solo en lo que va de año, como recoge el diario neoyorquino, Hipgnosis Songs Fund ha gastado alrededor de 670 millones de dólares para hacerse con los derechos de más de 44.000 canciones de Blondie, Rick James, Barry Manilow y Chrissie Hynde. La compañía se fundó hace solo dos años y medio. La conocida banda estadounidense Metallica se alió con el banco JP Morgan para lanzar un fondo de inversiones llamado Worldwired IP Fund, que toma su nombre de las recientes giras mundiales de Metallica, con el propósito de comprar catálogos de canciones con una inversión de 500 millones de dólares. Este tipo de compañías consideran las canciones como un activo económico más con un potencial de revalorización. Aunque el entorno digital haya podido reducir los precios de la venta de música, también ha reducido los costes a cero y ha multiplicado las maneras de rentabilizar una canción en diferentes mercados, de manera que se producen ingresos constantes para los propietarios de derechos sin prácticamente hacer nada. Por eso, en los últimos años, algunos fondos movidos por la especulación y la posibilidad de crecimiento rápido de los ingresos digitales, han lanzado ofertas diez veces superiores a lo que se estimaba que el catálogo podría recaudar en un año. En el caso de Dylan, eso supondría fijar los beneficios de sus canciones en 30 millones de dólares anuales.
Del auge de este mercado fue noticia Taylor Swift recientemente, cuando anunció su decisión de volver a grabar sus seis primeros discos después de que las versiones originales fuesen adquiridas por un fondo de inversión tras el pago de 250 millones de dólares y sin que la artista pudiera hacer nada al respecto por segunda vez en su carrera. El fondo Shamrock Holdings, no relacionado con la música, había tomado el control del cien por cien de los derechos, audio, vídeos e incluso las portadas de los álbumes, al hacerse con su antigua discográfica, Big Machine Label, en la que estuvo con contrato entre 2005 y 2018. Sin embargo, aunque había perdido el control sobre el audio de las canciones, Swift aún poseía la titularidad de las letras, por lo que anunció que volvería a grabar los seis primeros discos para que al menos una versión de sus propias canciones fuera suya.
La decisión de Dylan
El movimiento de Universal al adquirir los derechos de Bob Dylan se explica como respuesta ante la entrada de estos competidores agresivos y especulativos en el mercado, pero no es el único. Su competidor Warner Music informó el pasado mes de octubre a la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos que había gastado 338 millones de dólares en la adquisición de varios repertorios y que había provisionado otros 250 millones para compras inminentes. Aunque hay parte de los ingresos que proceden de licencias de canciones, buena parte de los ingresos se apoyan en un sistema de pago de «royalties» por compañías de «streaming» puesto en cuestión por los artistas, salvo a los que, como Dylan, gestionaban íntegramente su catálogo y eran plenos poseedores de su obra. También es un sistema que funciona apoyándose en las cifras enormes de reproducciones o, al menos, en la suma de varias cantidades considerables. Finalmente, queda un aspecto a considerar, la decisión personal de Dylan, que quizá, después de su larguísima carrera, ha perdido el interés o las ganas en comercializar sus canciones. Puede que incluso haya perdido interés en sus propios temas, clásicos imperecederos que seguirán escuchándose durante muchísimos años. Bien lo sabe Universal.

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