Camilo José Cela Conde: “Mi padre hablaba muy bien de Picasso. Rozaba la idolatría”
El hijo de Camilo José Cela profundiza en los orígenes de la amistad y la admiración "ad eternum" que se gestó entre el artista y el escritor
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El idilio personal y creativo entre el pintor malagueño y el escritor que mejor supo retorcer las palabras para describir la belleza estructural de la Alcarria, nació en Cannes y murió en los sueños. Reconoce Camilo José Cela Conde que Picasso y su padre gustaban del deleite provocado por el humo del tabaco español, el primitivismo de los toros y el refugio espiritual de la cultura.
–¿Cómo y cuando conoció su padre a Picasso?
–CJC (que así se llamaba a sí mismo Camilo José Cela) viajó a Cannes en el mes de agosto de 1958. Le costó Dios y ayuda que le abriesen la puerta de La Californie, la casa de Jacqueline y Pablo, y así lo pormenorizó el propio Cela en cuatro cartas que le mandó a su mujer, Charo, en un mismo día; cartas que dan testimonio de su desesperación. Pero por suerte logró entrar en la casa de los Picasso y allí comenzó una historia de las más grandes dentro del mundo de la cultura de la España de mediados del siglo XX.
–¿Cuántos encuentros hubo entre los dos genios?
–En cada viaje a Cannes (cuatro en total) que hizo Cela, se vio con Picasso. Menos en el año 1960, cuando, con motivo del cumpleaños del pintor, CJC se acercó a su casa pero Picasso estaba enfermo y mi padre no se atrevió a entrar. Jacqueline lamentó luego a través de una carta que hubiese sido tan discreto.
–¿Cómo le inspiró este encuentro y esta amistad?
–Él viajó por primera vez a Cannes, por consejo de Joan Miró, con el ánimo de proponerle a Picasso que la revista fundada dos años antes por el Premio Nobel en Mallorca, Papeles de Son Armadans, dedicara al pintor un número especial de homenaje. Se cayeron muy bien desde el primer momento.
–¿Qué recuerdo tenía su padre de Picasso y que es lo que más le impactó de este encuentro?
–Mi padre hablaba muy bien de Picasso; casi hasta demasiado bien, rozando la idolatría. Pero cabe entenderlo. Basta con ver cuáles fueron los frutos en forma de libros realizados al alimón por los dos genios.
–¿Qué le contaba su padre de esta colaboración y de la faceta poco conocida de Picasso como escritor?
–Mi padre no hablaba jamás en casa de literatura ni de trabajo. Todo lo que sé es por haberlo leído o escuchado fuera del ámbito familiar. No contó, pues, nunca nada.
–¿Qué opinaba Picasso de la edición de Papeles de Son Armadans dedicado a sus poemas “Trozo de Piel”?
–”Trozo de piel”, un largo poema que no cuenta ni con el menor icono artístico del pintor, fue el primer libro de Pablo Picasso editado por Cela en los Papeles de Son Armadans. Picasso le había propuesto a mi padre que se encargase él de las ilustraciones.Pero se publicó sólo con una flor dibujada por Jacqueline. El poema de Picasso con ilustraciones de mi padre fue un reto que no vería la luz hasta la edición posterior de Ángel Caffarena en Málaga aparecida al año siguiente, en 1961. A juzgar por los demás libros que hicieron con posterioridad Picasso y Cela, es seguro que el pintor se quedó encantado con su “Trozo de piel”. Picasso no perdía el tiempo en cosas que no le interesaban.
–¿Qué tenían estos dos genios en común? ¿Qué pasiones compartían?
–La condición de genio es, a mi juicio, el común denominador. Pero compartían muchas cosas: la pasión por los toros, el fumar tabaco liado a mano...
–¿Ha influido esta amistad en el proceso de creación de alguna de las obras de su padre?
–La influencia queda clara en todo lo que escribió Cela sobre Picasso en Papeles de Son Armadans, que fue mucho y muy bueno.
–¿Había algún tema en el que estuvieran en desacuerdo?
–La respuesta que parece más obvia es la de la política. Pero por la correspondencia entre Jacqueline y CJC se ve un propósito compartido de eludir la censura del régimen de Franco.
–¿Cómo era su acento español? ¿Tenía acento francés o andaluz?
–Como nunca le vi, no lo sé. Pero en sus poemas aparecen divertidas faltas de ortografía por la influencia del francés.
–¿Es verdad que su padre decía que “Picasso era el Leonardo Da Vinci que tenemos hoy en el mundo”?
–Yo no se lo oí nunca. Pero de ser así no me extrañaría nada.
– Cuénteme la famosa anécdota de las patatas que le ofreció Jacqueline Picasso...
-N’aimez-vous les pommes de terre?
-Sí, sí que me gustan. Pero yo no como si no me lo da Pablito a la boca.
Sucedió en la primera visita de CJC a La Californie, cuando Jacqueline le dijo a CJC que se quedase a comer. Fue el primer momento en que mi padre ejerció su genialidad improvisada, y es como usted lo cuenta. Pero hay una foto posterior en la que Picasso, muerto de risa, le da de comer a la boca a CJC algo que parecen spaghetti. Se ve que se volvió una costumbre.
–Picasso y su padre eran fumadores. ¿Qué tabaco fumaban?
–Mi padre fumaba “Caldo de gallina”, tabaco negro en hebras que había que liar para hacer el pitillo. Picasso tenía que contentarse con los “Gitanes” franceses; estoy seguro de que tuvo un ataque de nostalgia cuando CJC le dio del tabaco español.
–¿Y qué hay de esa famosa anécdota del mechero que le regalo Picasso a su padre?
–Fue en ese mismo momento, cuando Cela le dio tabaco y lumbre a Picasso.Y lo he contado ya; me remito a lo que escribí en su momento. Mi padre le dio fuego con un mechero suntuoso de oro y laca negra que le había regalado, según creo recordar, Barreiros, el constructor de camiones y automóviles. Y al ver el encendedor Picasso se quedó pasmado: ¡Qué tío, vaya mechero tienes! ¡Siempre ha habido pobres y ricos!, exclamó. Tanta lata le dio Picasso a mi padre con el mechero que el escritor se lo regaló. Al día siguiente, al volver a casa de los Picasso, Jacqueline le entregó al escritor un paquetito pequeño de parte de Pablo. CJC se encontró al abrirlo con un mechero de plástico negro y medio ovalado, uno de una marca bastante ordinaria. Pero en él Picasso había grabado con un punzón un dibujo espléndido de un centauro persiguiendo a una ninfa. Cela se quedó boquiabierto. El pintor, cerrando los ojillos con la sonrisa pícara del malagueño que llevaba siempre dentro, le dijo “no pierdas la garantía. Si no funciona, te lo cambian.
–¿Cuál fue el regalo que le hizo Picasso para el 45 cumpleaños de su padre?
Nada menos que las ceras fechadas el 11 de mayo de 1961 que se muestran en la exposición de Picasso y Cela, exhibida estos días en el museo Casa Natal de Málaga.
–Era una época históricamente muy interesante ¿Cómo seguía las noticias de España?
–No lo sé. Entonces no había los medios de acceso a la comunicación de ahora y dudo que la prensa española le llegase a Picasso. Imagino que, a través de los amigos, sobre todo.
–¿Les preocupaban las mismas cosas?
–En buena medida, sí. Y en cuestiones culturales, casi por completo.
–¿Qué recuerdos tiene de la exposición que organizó su padre para Picasso?
–Se trataba del burlar en alguna medida el veto de la censura sobre “Gavilla de fábulas sin amor”, el libro último que apareció con ceras de Picasso y cuentos de CJC. Creo recordar que se mostró en el Club Urbis. Pero yo estaba en Mallorca entonces y no la vi.
–¿Guarda alguna pintura o dibujo de su padre?
–Numerosos dibujos de enorme interés —algunos con un poema dedicado a mi madre— y uno de los cuadros de su exposición de 1947.
–¿Cuáles son sus piezas favoritas de esta colección?
–Las ceras, claro. Pero las cerámicas son formidables.
–Si pudiera retroceder en el tiempo, ¿qué pregunta le haría a Picasso?
–Más que pregunta, una reflexión sobre su vuelta a España. Su país, siempre añorado, estaba por encima de Franco.
–¿Y qué pregunta le haría usted a su padre?
–Si en vida apenas le hice pregunta alguna, sería porque lo conocía muy bien. Nada de eso ha cambiado.