El fin de la Barcelona mítica y siniestra
Ruiz Zafón buscó los principales rasgos en común que pudieran mostrar todas esas versiones de Barcelona y ponerlos sobre un colchón de aventura y misterio
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La Barcelona que ejercía de personaje central en los libros de Ruiz Zafón era un filtrado de todas las Barcelonas literarias de las últimas décadas: la de Juan Marsé, la de Francisco Casavella, la de Eduardo Mendoza, que son las que han cuajado. Por poca familiaridad que se tenga con estos autores, uno se da cuenta enseguida de que entre ellos hay diferencias estéticas y lingüísticas muy acusadas. Lo que hizo Ruiz Zafón fue buscar los principales rasgos en común que pudieran mostrar todas esas versiones de la ciudad y ponerlos sobre un colchón de aventura y misterio que tuviera la capacidad de llegar hasta el gran público. Con él se cierra el ciclo de esa Barcelona siniestra que siempre quiere verse detrás de la aparente afabilidad mediterránea que tiene la urbe. Supo reconocer como nadie que, cuando quiere expresarse esa dualidad de una ciudad –en lo que tiene tanto de oculta y caníbal como de escenario privilegiado–, funciona recurrir a la tradición de temáticas góticas que tanto abundan en el pathos europeo.
En ese sentido, Barcelona siempre ha estado enamorada de una versión mítica de su propia Edad Media. Está ahí presente ya desde el modernismo gaudiniano que no deja de ser una versión de cuento, desinfectada, de un medioevo de princesas sin lepra ni peste bubónica. Por eso las Barcelonas literarias que exploran otros caminos no cuajan entre el gran público a fuer de ser decepcionantemente reales. Lo cual demuestra que la mítica y literaria pide folletín y, eso, Carlos Ruiz Zafón lo supo ver como nadie. El testigo lo recogió Ildefonso Falcones quien, muy sagazmente, supo leer que la única prolongación posible de esa Barcelona literaria pasaba por una apuesta decidida por el medioevo. ¿Cuánto dice eso de la ciudad actual? Toda «La sombra del viento» podía haberse situado sin problemas en Praga, otra ciudad de dragones y mazmorras miniaturizados. El independentismo no obrará en favor de esa tradición literaria. Actúa con un fondo rural, claramente enfrentado a su capital, y no ha sido capaz de disputar el terreno con otro relato igualmente eficiente. Por los escenarios de Ruiz Zafón discurrían pocos tractores, eso es un hecho. Quizá por eso se ha despedido del mundo en Los Ángeles, lejos de su Barcelona mítica.