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La segunda conquista de Núñez de Balboa

Las protestas contra la gestión del Gobierno de la crisis del covid-19 en la calle que lleva el nombre del explorador rescatan una figura fundamental en la conquista de América y en la historia de España
Descripción de la imagenLibrary of CongressLa Razón

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Lo siento. Esto son solo unos breves apuntes biográficos sobre este personaje. Vasco Núñez de Balboa nació tal vez en Jerez de los Caballeros alrededor de 1475 y murió en Acla (Panamá) en 1519. Fue el descubridor del Mar del Sur, hoy conocido como Océano Pacífico. Muy joven emigró de su Extremadura natal hacia las Indias. En 1500 se enroló en la armada de Rodrigo de Bastida y Juan de la Cosa que estuvo explorando las costas de la actual Colombia, durante varios meses.
Ordinariamente en España no se sabe esto. Es como si lo de las expediciones marítimas, y las científicas después no hubiera existido, o fuera increíble que las protagonizaran nuestros antepasados. Al acabar aquella expedición se estableció en la isla Española, en la población de Salvatierra de la Sabana, topónimo a todas luces expresionista. Allí vivió o malvivió sometido a sus deudas.
Cuando en 1510 Fernández de Enciso salió con hombres de armas a toda prisa a socorrer a su compañero de aventuras, Diego de Ojeda, Balboa se coló en la armada de polizón. Fue descubierto y a punto de ser colgado. Sin embargo, convenció al capitán para que le dejara vivir y unirse a la hueste. Se le admitió porque se necesitarían varones guerreros, pero eso no ocultó una antipatía ya de por vida entre Enciso y Balboa.
Al llegar a tierra, a la localidad de San Sebastián de Urabá, se encontraron con un Ojeda huido, y con otros personajes que se defendían como podían de los ataques de los indios: uno de ellos, un tal Pizarro. Socorridos los cristianos, Balboa se ofreció para fundar. Según Bartolomé de Las Casas, en medio de una asamblea lo propuso, porque recordaba que cuando había navegado con Bastida por ahí, dieron con buenas tierras en un lugar que casi lo veía en su imaginación nuevamente. Reconocido y aceptado su ofrecimiento, se fundó un poblamiento.

Flechas con veneno

Así nació, por el ímpetu de Enciso y Balboa, la primera ciudad española en tierra firme. Se iban a asentar entre indios más pacíficos que estos sus vecinos actuales, que eran duchos en el manejo de flechas con veneno. La población se llamó Santa María la Antigua del Darién y fue la base de muchas de las expediciones de descubrimiento y conquista de las Indias meridionales. En 1524, muerto ya Balboa, unos indígenas rebelados metieron fuego a la desangelada ciudad. Con ello terminó su historia..., hasta ahora.
Transcurrido poco tiempo, Enciso fue señalado y destituido por lo nuevos pobladores. En el nuevo cabildo pusieron a Balboa. En los meses siguientes no faltaron los atropellos, so color de cumplir con la ley. En el colmo de semejante desbarajuste, Balboa apresó a Enciso y lo envió a La Española, junto con el oro que hubiera menester, para solicitar para sí el gobierno de ese territorio. Balboa, tras otras peripecias, logró ser nombrado Gobernador del Darién y se quitó de en medio a sus rivales, si es que no habían muerto antes. Sin embargo, no pudo hacerse con Enciso: este regresó a la Península y denunció a Balboa por sus irregularidades.
Mientras esto ocurrió, Balboa puso en marcha los dos pilares de su gobierno: la política de descubrimiento y de alianzas con los naturales. Esta última era singular: manifestada como las circunstancias lo requirieran la superioridad militar y técnica de los españoles, sometidos los indios, se les atraía con la misma habilidad, normalmente engatusando a los caciques. Un gran éxito antropológico que es una de las bases del éxito imperial español. En el caso indiano lo llamamos mestizaje. En el caso europeo lo llamamos matrimonio mixto. El cacique Careta entregó a su hija como esposa a Balboa.
En 1512 (desde luego la celeridad de los acontecimientos da vértigo) penetró río Atrato arriba, hasta la base de los Andes colombianos, cordillera que le describió a Fernando el Católico. En los meses siguientes hubo nuevos enfrentamientos con naturales. Entre tanta turbación consiguió informaciones preciosas: uno de sus aliados, el cacique Comogre, le entregó 4.000 pesos de oro y además, le hablaron de que al otro lado del istmo había mucho más y otro mar. Semejantes chascarrillos le impulsaron a mandar al Rey Católico informes y peticiones para realizar nuevas capitulaciones de descubrimiento. Y así, se logró preparar una nueva gran armada de 1.000 hombres –al principio– para cruzar el Atlántico e internarse por tierra hacia el Occidente, e incluso buscar el nuevo mar. Era la más grande armada hasta entonces preparada.
Pero mientras todo esto ocurría, Enciso y algún que otro oficial real más, vueltos a España, vieron el cielo abierto para la ejecución de sus rencores: al frente de la expedición se nombró a un tal Pedrarias Dávila y a Enciso se le embarcó también como Alguacil mayor. Las instrucciones que llevaban a Indias eran implacables contra Balboa. Finalmente, la expedición contó con 2.000 hombres y se puso en marcha hacia la Castilla del Oro, bellísimo topónimo, como otros miles más de los que quedan por América.
A Balboa le llegaron noticias por un mercader de lo que se estaba urdiendo en la Península contra él: por ello, ayudado por Careta preparó una expedición de más de 600 indios y unos 200 españoles que con un bergantín y varias canoas atravesaron desde Santa María hasta Acla. Eran los primeros días de septiembre de 1513. Durante las jornadas siguientes, se adentraron en tierra, dirección oeste, se aliaron con otros caciques que les franquearon el paso y el 25 de septiembre de 1513 Vasco Núñez de Balboa pudo divisar el Mar del Sur y el 29 mojarse los pies, al culminar el descenso desde la montaña.
Con este nuevo descubrimiento se despejaba la incógnita sobre si había otro mar o no, que pudiera llevar a las Indias por Occidente. Todos estaban convencidos de que lo habría, pero faltaba la constatación: este fue la gran contribución de Balboa a la Historia de la Humanidad (de Balboa, acompañado según el acta notarial levantado entonces, por 67 conquistadores, entre los que iba Pizarro). Descubiertas las Indias por el Occidente (1492), asumida la convicción de que este era un nuevo continente, visto el nuevo mar (1513), ahora solo faltaba encontrar un «paso» con el que sortear la gran barrera de tierra. En noviembre de 1520 la expedición de Magallanes lo hizo y en septiembre de 1522 Elcano ponía final a esa expedición dándole la vuelta al mundo (y fue él, y no el esclavo Enrique).

La nueva geografía de la Tierra

En 28-30 años se había logrado desdibujar y volver a dibujar una nueva geografía del Planeta. Sin prisa, regresó a Santa María, en donde entró en enero de 1514. Pronto escribió a la Corte para dar noticias del nuevo descubrimiento, con lo que pudo lavar su fama y honra: de hecho, se le nombró Adelantado del Mar del Sur y Gobernador del Panamá y Coiba. No obstante, su jurisdicción quedaba sujeta al poder de Pedrarias, Gobernador general y Capitán general de los ejércitos. Pedrarias llegó con sus tropas a Santa María el 30 de junio de 1514.
Balboa, en la ignorancia de la inquina que aún le tenía Pedrarias, le dio las informaciones de todo cuanto conocía. Sin embargo, Pedrarias incoó un juicio de residencia (los echamos de menos: a algunos cargos públicos al acabar sus mandatos se les hacía una auditoría de oficio; a otros, excepcionalmente; el que este juicio de residencia fuera abyecto, no quiere decir que el sistema no deba implantarse de nuevo: sería una tradición de la función pública hispánica). Naturalmente, el juicio de residencia se cerró con cargos contra Balboa, de los que no pudo recurrir en España pues Pedrarias, arbitrariamente, no le dejó abandonar las Indias. Y llegó el nombramiento de Balboa como Adelantado y Gobernador (uno de los problemas más interesantes para entender el funcionamiento del Imperio era el de las comunicaciones). La situación se convirtió en explosiva: Pedrarias con sus instrucciones y poderes, Balboa con lo suyo y con su fama y con el apoyo del obispo del Darién.
Los años siguientes apenas se apaciguan los ánimos (Balboa prometió en matrimonio a su hija con Pedrarias..., cosas de las alianzas), volvían a ponerse en ebullición. Y así, aunque Balboa logró autorización para montar una armada de descubrimiento, que fue transportada por tierra, de una orilla a otra, comoquiera que se necesitaran más pertrechos y hombres y Balboa mandara a Acla a un emisario para la recluta y aprovisionamiento, Pedrarias sospechó que lo que estaba montando era un sublevación. Le invitó a volver a Acla, a lo que accedió (es curioso que aunque fuera duro y a veces implacable, al tiempo se mostraba leal e ingenuo con su autoridad). La acechanza le funcionó a Pedrarias: lo apresó, juzgó y condenó a muerte junto a otros oficiales suyos que fueron ejecutados.
No es de extrañar, pues, que los españoles en general y los madrileños en particular sientan de vez en cuando la necesidad de reivindicar su fama y su honra, habida cuenta que un poder legítimo, pero arbitrario, le arruinó la vida hasta decapitarlo. El espíritu o la gloria de Balboa tuvo detractores, que le insultaron y tergiversaron sus heroicas acciones. Pero también más defensores de su ser. A fin de cuentas, fue el descubridor del Pacífico.

Acta del escribano Valderrábano:

“Llegó [Balboa] a la ribera a la hora de vísperas y el agua era menguante. Y sentáronse él y los que con él fueron, y estuvieron esperando que el agua creciese, porque de bajamar había mucha lama e mala entrada, y estando así creció la mar, y vista de todos, mucho y con gran ímpetu […]”
Entonces se volvió a calzar, a poner la coraza y el yelmo y fue por la playa tras el estandarte real y otro con la imagen de la Virgen exclamando, “¡Vivan los muy altos e poderosos señores reyes don Fernando e doña Juana, Reyes de Castilla e de León, e de Aragón, etc. en cuyo nombre e por la corona real de Castilla tomo e aprehendo la posesión real e corporal e actualmente destas mares e tierras, e costas, e puertos, e islas australes!”
Luego, probaron el agua y la saborearon salada. En tierra ya, marcaron los árboles que quisieron con tres cruces, en señal de la Trinidad.