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La “pista búlgara” termina en Moscú

Tal día como hoy de 1981, el asesino turco Alí Agca disparó a corta distancia contra Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro de Roma
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Fecha. 1981. El 13 de mayo, fiesta de la Virgen de Fátima, el turco Alí Agca disparó contra Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro de Roma.
Lugar. ROMA. Según el testimonio del gran experto Marek Lasota en la película, “las investigaciones realizadas en Italia, Polonia y en otros países documentan el llamado rastro de Moscú”.
Anécdota. Valentina Alazraki, corresponsal en El Vaticano, asegura: “Cuando fuimos a Bulgaria, en 2002, Juan Pablo II dijo que él en realidad nunca creyó en la pista búlgara”.
Tal día como hoy, 13 de mayo de 1981, el asesino turco Alí Agca disparó a corta distancia contra Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro de Roma. Nunca la vida del Papa polaco corrió tanto peligro como entonces. De hecho, el médico Gabriel Turowski, que acudió a Roma para ayudar a Wojtyla en su convalecencia, aseguró que la bala que atravesó su abdomen no llegó a perforar la principal vena por tan sólo seis milímetros. De haberla seccionado, el pontífice se habría desangrado en cinco minutos y no habría llegado por tanto con vida al Policlínico Gemelli.
Por si fuera poco, la otra bala que impactó en un dedo del Papa se desplazó de su trayectoria de modo que no alcanzó la espina dorsal, lo cual podría haberlo dejado paralizado de cintura para abajo. Juan Pablo II se convenció al final de que la Virgen de Fátima, cuya festividad se celebra también hoy en todo el mundo, le salvó la vida aquel día tan aciago.
Desde entonces, se han barajado numerosas hipótesis sobre quién estuvo en realidad detrás del atentado más grave sufrido por el pontífice en sus casi veintisiete años de reinado. Ahora, gracias a las revelaciones que aporta la película “Wojtyla. La investigación”, dirigida por el periodista y escritor José María Zavala con motivo del centenario del nacimiento de Juan Pablo II que se celebrará también en todo el mundo el próximo lunes 18 de mayo, sabemos por fin más cosas sobre uno de los más enigmáticos atentados de la historia.
“Una de las hipótesis más fidedignas y verosímiles es que fueron los servicios secretos soviéticos”, asegura el doctor Marek Lasota, de la Academia Ignatianum de Cracovia, uno de los mayores expertos en espionaje internacional y, sobre todo, en los servicios secretos comunistas soviéticos y polacos. Una afirmación que comparte el reputado historiador polaco Piotr Fugiel, quien añade: “Muchos polacos y amigos de Juan Pablo II estaban convencidos de que tras el atentado se ocultaba el KGB”.
Valentina Alazraki, corresponsal de Televisa en El Vaticano desde hace más de treinta años y acompañante del pontífice en un centenar de sus viajes apostólicos por el mundo, declara por su parte en la película: “Cuando fuimos a Bulgaria, en 2002, Juan Pablo II dijo que él en realidad nunca creyó en la pista búlgara”. Una opinión que, sin duda, respalda también Marek Lasota al poner de manifiesto que “las investigaciones realizadas en Italia, Polonia y en otros países documentan el llamado rastro de Moscú”.
Miles de personas participaron, tras el atentado, en la Marcha Blanca de la plaza del mercado de la Ciudad Vieja de Cracovia para solidarizarse con el Papa herido. El presidente estadounidense Ronald Reagan, con las cicatrices aún visibles por una herida de bala recibida seis semanas antes, telefoneó al cardenal Terence Cooke de Nueva York para expresarle su solidaridad con el Romano Pontífice, mientras condenaba el “terrible acto de violencia” y cursaba un telegrama al propio Papa ofreciéndole sus plegarias. Pero aun así, y por increíble que parezca, la CIA se mostró reacia a investigar la posibilidad de que detrás del atentado estuviese la Unión Soviética, al margen de que el verdadero autor hubiese sido un turco con ramificaciones búlgaras. Recordemos que, en la misma primavera de 1981, Polonia vivía ya una enorme tensión entre el sindicato Solidaridad y el régimen comunista. La economía había entrado ya en recesión y el líder sindical Lech Walesa trataba de controlar el gran tumulto.
Entre tanto, la Unión Soviética y sus satélites aliados intentaban infligir el mayor daño posible, tal y como sale a relucir ahora en la película “Wojtyla. La investigación”. El servicio de inteligencia dependiente de Moscú, el KHAD afgano, planeó atentar contra Juan Pablo II durante una Misa celebrada en el estadio de Karachi, en Pakistán, en febrero de 1981.
Los soviéticos perseguían de modo feroz al Papa polaco porque representaba un serio peligro para sus planes comunistas en la Europea del Este. De hecho, en uno de los documentos exhumados de los archivos secretos de Polonia, el cual aparece por primera vez en la película, los espías catalogaban ya entonces a Karol Wojtyla como “uno de los elementos más peligrosos para el régimen”.
El plan para atentar contra la vida del pontífice consistía en colocar una bomba en el estadio repleto con cien mil fieles. Pero una vez más, la Providencia protegió a Juan Pablo II, pues la bomba explotó antes de que comenzase el acto, resultando muerto el propio autor del fallido atentado.

El casquillo de la bala

El terrorista turco Alí Agca disparó dos veces contra Juan Pablo II a pocos metros de distancia, en la Plaza de San Pedro de Roma. El casquillo de la bala que le perforó las entrañas al Romano Pontífice, precisamente, y que a punto estuvo de segar su vida, se conserva hoy en el Museo del Santuario mariano de Fátima. Por increíble que parezca, el casquillo encajó luego como anillo al dedo en la Corona de la Virgen y allí sigue desde 1981, cuando se perpetró el atentado. Desde entonces, millones de fieles siguen acudiendo cada año al santuario mariano para comprobar con sus propios ojos lo que nadie, o casi nadie, hubiese creído sin verlo. Juan Pablo II creyó siempre que la intervención providencial de la Virgen de Fátima le salvó la vida aquel día, pues no en vano se celebraba la festividad de la Virgen bajo la advocación portuguesa.