Exploración Espacial
Así sería la vida en una estación espacial giratoria
Este tipo de naves tienen como objetivo usar la fuerza centrífuga para simular la gravedad.
En el clásico del cine de ciencia ficción 2001: Odisea en el Espacio, la estación espacial a la que llega el protagonista, el doctor Heywood Floyd, recibe el nombre de Space Station V. Se trata de una estación espacial giratoria. El diseño fue propuesto en 1903 por Konstantin Tsiolkovsky, físico ruso considerado uno de los padres de los viajes espaciales. Este tipo de estación gira sobre su eje, creando un entorno de gravedad artificial. Lo que no sabemos aún es cómo viviríamos en una nave con estas características.
Para espiar esta realidad, que la empresa Vast Space quiere llevar a cabo en esta década, el animador sueco Erik Wernquist creó un cortometraje, One Revolution Per Minute (Una revolución por minuto o 1 RPM) en el que retrata cómo sería vivir en una estación como la de 2001: Odisea en el Espacio. El nombre de la película proviene de la noción de que a partir de esta velocidad, una vuelta completa por minuto, se podría conseguir un mínimo de gravedad artificial.
Wernquist, quien se hizo conocido 20 años atrás por ser el creador del exasperante Crazy Frog (un sapo azul con casco y gafas de piloto de carreras), ha hecho una transición hacia el mundo del espacio con este nuevo proyecto. One Revolution Per Minute sigue el viaje de la estación espacial SSPO Esperanta en su recorrido a través de diferentes partes del sistema solar. El Esperanta en sí está diseñado como un hotel o un crucero. Las imágenes son impresionantes y es muy fácil creerse en el interior de la nave, sobre todo cuando se acerca peligrosamente a Saturno.
Con un radio de 450 metros, el giro genera una gravedad artificial que equivaldría a la mitad de la que hay en la Tierra, suficiente para mantener a las personas “con los pies en la Tierra”. Lo que no se sabe es si esto sería suficiente para evitar la pérdida de masa ósea que experimentamos los humanos en el espacio.
Tampoco se sabe si la velocidad de giro sería suficiente para crear esta gravedad y cuánta energía sería necesaria para que todo el sistema gire de modo constante. Y a todo esto hay que sumarle el tamaño y el peso necesario para construir una estación que, como mínimo (por motivos físicos) debería tener más de 230 metros de diámetro.
A todo esto habría que sumarle los mareos propios de una gravedad menor, los problemas con la iluminación natural (el giro haría que sea muy complejo guiarse por el Sol y la Luna para determinar si es de día o de noche) y la capacidad de generar alimento en condiciones tan complejas, de gravedad, humedad y luz.
“Con el Esperanta – concluye Wernquist - quería crear un entorno de ocio, como un hotel o un crucero, y explorar cómo podrían ser las vistas a bordo cuando el orbitador visite algunos de los planetas de nuestro sistema solar. También me interesó especialmente cómo la luz y las sombras del sol juegan en el interior de la estación mientras esta gira. Por esas razones, decidí mantener apagadas todas las luces artificiales, a excepción de algunas luces de emergencia para evitar la oscuridad total, y dejar que solo la luz natural iluminara los interiores. Como esto hacía que el lugar pareciera bastante desolado, me pareció interesante imaginar a alguien a bordo, solo”.
Básicamente se trata de un ejercicio de imaginación, uno que quizás en la próxima década se convierta en una realidad.