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Cambio climático

¿Viviremos a 49 grados?

Canadá ha batido récords alcanzando los 49,6ºC, pero ¿se debe al cambio climático? ¿Es esto lo que nos espera al resto del planeta?

Un grupo de niños se refresca en una fuente de Madrid Río en una jornada marcada por las altas temperaturas en la capital de España. Kiko HuescaEFE

Cada año batimos récords, aunque tal vez no sean los que nos gustarían. El mundo está lleno de lugares y tras esta perogrullada se oculta una verdad estadística, porque con tal multitud, es muy probable que, año tras año, un puñado sufran su “verano más caluroso de la historia”. Esto es así y negarlo sería hacerle un flaco favor a la verdad. De hecho, los propios meteorólogos y climatólogos saben que han de tener en cuenta ese tipo de fortunas estadísticas para evitar que sesguen sus datos. Solo siendo conscientes de este detalle podremos discernir en qué medida esos veranos calurosos son consecuencia del cambio climático o, simplemente, una anomalía estadística como tantas otras.

No obstante, hay récords más modestos que otros, y este verano lo hemos estrenado con 49,6 grados en Lytton, Canadá. Hasta ahora, la temperatura más alta registrada en esta zona de Canadá apenas había llegado a 45ºC y tuvo lugar hace 84 años. Estas dos frases han levantado ampollas. Por un lado, la primera nos evoca imágenes apocalípticas de un cambio climático cada vez más real. Por otro lado, la segunda nos dice que ningún verano de este siglo ha tenido máximas superiores a las de 1937 ¿Significa esto último que estamos ante una anomalía y que mezclamos casualidad con causalidad? ¿O por la contra estamos condenados a vivir en un planeta con veranos de 49 grados? La respuesta está en un punto intermedio.

Buenas predicciones, mejores retrospecciones

La climatología es una ciencia que, aunque no lo parezca, funciona mejor hacia atrás que hacia delante. Solemos confundirla con la meteorología, el estudio de los fenómenos atmosféricos, acostumbrada a trabajar a corto plazo y a hacer previsiones en cada telediario. La climatología, en cambio, estudia cómo cambia el clima a lo largo del tiempo, no le interesan demasiado las anécdotas, si un día llovió a mares o si otro hizo un calor de perros, trabaja con tendencias, estadísticas. Las predicciones de esta segunda disciplina han demostrado ajustarse bastante a la realidad, aunque con más margen de error (claro está) que un parte meteorológico de los que consultamos cada día. Así que, si bien su capacidad de anticiparse al futuro no es nada desdeñable, su verdadero fuerte está en analizar lo que ya ha sucedido.

Por ese motivo, los expertos piden cautela a la hora de interpretar la ola de calor que abrasa sobre todo el suroeste de Canadá y el noroeste de Estados Unidos. Para que nos hagamos una idea del calibre de esta situación, la Isla de Vancouver, que es una de las zonas más afectadas, se encuentra a la misma latitud de Berlín. Cierto es que la latitud no revela todo sobre el clima de un lugar, pero si lo ponemos en números, lo esperable en estas fechas habrían sido unos 20 grados menos. Incluso las mínimas de estos días han superado las máximas esperables en un verano normal. Y aunque los medios se centren sobre todo en el caso más llamativo, el de Canadá no es el único. Durante esta semana se han registrado temperaturas excepcionales en toda la Península Escandinava y partes de Rusia.

Para interpretar con rigor lo que está ocurriendo necesitaremos hacer un complejo análisis estadístico que permita saber cómo de atípico es que tenga lugar una ola de calor así en nuestro siglo y compararlo con cómo de frecuentes han sido olas de calor parecidas en el pasado. Los resultados nos dirán hasta qué punto es atribuible esta rareza al cambio climático. No será una certeza absoluta, pero pocas cosas en ciencia lo son. Lo importante es que sea suficientemente robusta como para que cualquier explicación alternativa sea bastante despreciable. De hecho, los estudios de cambio climático suelen tener en cuenta estos detalles cuando pretenden conocer la tendencia según la cual está cambiando el clima. Para ello han de eliminar los datos más extremos asumiendo que son anomalías, algo fortuito y poco representativo que, de no eliminarse, podría eclipsar la verdadera tendencia. Para saber qué valores son tan extremos como para no tenerlos en cuenta se utilizan con frecuencia técnicas estadísticas que permiten determinar si son suficientemente atípicos o no (outliers, que es como suelen llamarse).

Cambio climático no es calentamiento global

El cambio climático es real y peligroso, es más, posiblemente tenga bastante que ver con estas temperaturas extremas, la duda no es esa, sino algo más fino: cuánto tiene que ver en concreto con esta situación. Si desgranamos los eventos que, inmediatamente, han causado este calentamiento, nos encontraremos con un anticiclón y La Niña. Ambos sumados dan lugar a una cúpula de calor, La Niña propiciando las olas de calor y el anticiclón impidiendo que el aire frío del océano refrigere la costa oeste del continente americano. Tal vez pueda parecer que esto exime al cambio climático, pero lo cierto es que sabemos que La Niña se ha visto recrudecida de forma bastante paralela al avance del cambio climático. En cuanto a los anticiclones, se estima que se están volviendo más fuertes y frecuentes. Visto de este modo, es teóricamente plausible que este caso concreto haya sido desencadenado por el cambio climático.

Así que, a falta de un análisis más detallado y realizado con suficiente perspectiva, podríamos concluir que, si bien estamos ante un valor extremo, posiblemente haya sido recrudecido por el mal llamado calentamiento global. Precisamente esa mala nomenclatura es la que permite terminar de responder a si estamos condenados a un mundo con veranos de 49 grados. Existe un buen motivo por el que los expertos ya no suelen hablar de calentamiento global, y es que resulta confuso, porque si bien describe correctamente que la temperatura media del planeta está aumentando, puede malinterpretarse asumiendo que la temperatura tiende a aumentar en todos y cada uno de los lugares del planeta. Por eso ahora se emplea “cambio climático”, menos confuso y más amplio, para representar a otro tipo de alteraciones del clima.

Posiblemente las olas de calor se hagan más frecuentes y agresivas, pero eso no significa que vayamos a tener veranos donde, de media, estemos en torno a los 49 grados. Del mismo modo, puede que algunos lugares se mantengan relativamente estables y que otros incluso se enfríen debido a los cambios en las corrientes marinas, entre otros factores. Así que no, desde este enfoque podemos decir que no viviremos a 49 grados, pero eso no suaviza la dura realidad, y es que, tan solo en América se estiman más de 600 muertes causadas por golpes de calor durante esta ola. Si a estas le sumamos el resto de las muertes desencadenadas por el calor de forma indirecta empezaremos a comprender los grises de este problema climático.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • La cúpula de calor parte de una masa de aire caliente que, en condiciones normales tiende a ascender. Sin embargo, una zona de altas presiones la empuja de vuelta hacia la superficie. Esto complica que llegue aire frío a la cúpula y, por si fuera poco, esa presión que ejerce sobre el aire caliente hace que las moléculas de sus gases se vean más apretadas entre sí, aumentando sus choques y subiendo más la temperatura.

REFERENCIAS (MLA):