
Cultura
¿Qué pasó con las colecciones del Museo Militar de Barcelona?
El centro, situado en el castillo de Montjuïc, cerró sus puertas definitivamente en 2009

Barcelona es una de las pocas ciudades del mundo que puede presumir de haber cerrado un museo de titularidad pública, todo un logro desde un punto de vista cultural y de preservación del patrimonio. Tras varias décadas en funcionamiento, aunque cada vez con menos asistencia de público, entre otras cosas por polémicas políticas y por haber sido depósito de materiales anacrónicos, en 2009 cerraba definitivamente sus puertas el Museo Militar que ocupaba una parte de las instalaciones del viejo Castillo de Montjuïc, uno de los grandes símbolos de una parte del pasado de la ciudad que o se ha querido ignorar o se ha reivindicado con las lecturas más dispares. De esta manera concluía su andadura un espacio que había sido revestido de polémica, con un discurso museográfico que se había quedado anticuado a pasos de gigante, ignorando los nuevos tiempos.
Cuadros de Martí Alsina y Cusachs, uno de los grandes cronistas pictóricos de batallas, dialogaban con todo tipo de armamentos, así con algunas maquetas, materiales que hoy están dispersos en algunas instituciones públicas y colecciones privadas, en algunos casos fuera de los ojos del gran público. Pero, ¿quién fue el artífice de este proyecto? ¿Podemos saber el nombre de quién primero tuvo la idea de un centro de estas características?
En 1964, un veterano artista y coleccionista, originario de Portbou, decidió donar a Barcelona parte del fondo que había creado alrededor del universo de las armas. Se llamaba Frederic Marès y fue uno de los más reconocidos escultores de su tiempo, clásico en las formas y en su discurso en un momento de cambios a nivel estético en el resto del mundo. Pero Marès es sobre todo conocido por el museo que en la capital catalana lleva su nombre, un espacio que se encuentra frente a la catedral y en el que también estuvo situada tanto su vivienda como su taller.
El artista decidió entregar un fondo formado por ballestas, espingardas, arcabuces, pistolas, polveras, cascos, escudos, espadas y dagas de los siglos XVI al XIX. Era el resultado de muchos años de dedicación, de una gran inversión económica que se remontaba a 1921. En su autobiográfica, Marès cuenta cómo un año antes participó en una subasta de armas para ayudar a un destacadísimo coleccionista de armas. Era un fondo muy importante y el postor no quería que se supiera que participaba, por lo que le pidió a Marès que fuera como si se tratara de su agente. Las cosas salieron bien y en agradecimiento el escultor recibió una parte de ese botín. Fue el punto de partida de una colección militar que no paró de crecer a la par que otras de las que creó Marès, como las de abanicos, cajas de cerillas, pipas u obras religiosas.
A este respecto, una de las compras más notables de Frederic Marès fue buena parte de la colección de Josep Moragas quien había creado sus fondos gracias al anticuario barcelonés Josep Estruch (1844-1924), quien a finales del siglo XIX llegó a poseer una de las mejores colecciones privadas de armas, algo que era incluso aplaudido a niveles internacionales. Posteriormente, esta pasó a formar parte del Musée de l’Armée de París.
El museo se inauguró en 1963 de la mano, deberíamos de decir dura, del general Franco quien se encargó de cortar la cinta. No dejaba de ser aquel gesto una declaración de (oscuras) intenciones. A nadie se le podía escapar que se había elegido como emplazamiento del museo un espacio que era visto por muchos barceloneses como un símbolo de represión, especialmente al recordar que fue allí donde fue juzgado y ejecutado en octubre de 1940 el que fuera presidente de la Generalitat Lluís Companys.
En 2007, la misma Barcelona pasó a tener el control de la administración del castillo, iniciando poco después un proceso para convertir el recinto en un centro dedicado a la paz. Cuando en 2009 el museo despareció para siempre de las guías de la ciudad, el Museu Marès recibió lo que había sido donado por su fundador y coleccionista, integrándose actualmente en el recorrido del museo barcelonés piezas como escopetas del siglo XVIII o trabucos del XIX, además de sables y espadas.
Recientemente Alberto Fernández Díaz, quien fuera concejal popular en el Ayuntamiento de Barcelona durante años, propuso a través de la plataforma Barcino5G la futura recuperación del museo militar, aunque antes habría que pensar qué tipo de discurso museográfico quiere darse y con qué colecciones se puede contar para una iniciativa así.
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