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Antivacunas

Un niño de 9 meses lucha por su vida tras no haber sido vacunado contra la tosferina

La incidencia de esta enfermedad en España, pero sobre todo en Cataluña, ha aumentado vertiginosamente durante los primeros meses de 2024. En este contexto, es clave la inmunización de los niños y jóvenes, sobre todo de los más pequeños

Los recíén nacidos hasta los 2-3 meses de vida son el grupo más vulnerable ante la tosferina larazonEFE

En 2015, un niño de Olot de tan solo seis años, cuyos padres se oponía a su inmunización por declararse antivacunas, murió a causa de la difteria. Fue un caso muy sonado que se difundió en todos los medios de comunicación. Ahora, nueve años más tarde, un crío de tan solo 9 meses se encuentra ingresado en un hospital de la provincia de Barcelona, luchando por su vida, a causa de una tosferina maligna, una infección para la que existe vacuna, que este paciente en su día no recibió por la negativa de sus progenitores.

En España, el calendario de vacunación establece la inmunización con la hexavalente a los 2 y 4 meses de vida, un primer refuerzo a los 11 meses con la misma vacuna y, a continuación, un segundo refuerzo a los 6 años. Por su parte, el comité asesor de vacunas de la Asociación Española de Pediatría (CAV-AEP) aconseja también otra dosis de refuerzo adicional a los 12-14 años. Además, se recomienda también la vacunación de las mujeres embarazadas a partir de la semana 27 de gestación, preferentemente entre las semanas 27 o 28.

En cuanto a la cobertura vacunal, en lo que se refiere a las dosis infantiles, ésta se mantiene por encima del 95% y en cuanto a la vacunación de la embarazada, está por encima del 80%. Sin embargo, esta familia consideró en su día que no era conveniente vacunar al niño, que a día de hoy se encuentra en una situación grave, hasta el punto de requerir oxigenación por membrana extracorpórea (ECMO).

La incidencia se dispara

Este es un caso extremo y alarmante, pero lo cierto es que la tosferina está generando en los últimos meses una gran preocupación entre pediatras y neonatólogos, puesto que, en lo que llevamos de años, su incidencia ha aumentado de forma salvaje en España, y sobre todo en Cataluña, y en bebés lactantes, sobre todo prematuros, presenta una importante morbimortalidad, puesto que éstos aún cuentan con un sistema respiratorio e inmunológico inmaduro y, en muchos casos, aún no están inmunizados.

Hasta la séptima semana de 2024, en el conjunto de España se notificaron 4097 casos, cuando en el mismo periodo de 2023 fueron solo 54, lo que supone un incremento del 7500%. Es más, el total de casos cuantificados por ahora este año es un 85% más que todos los registrados el año pasado, que fueron 2211.

Pero es en Cataluña donde la situación es especialmente alarmante y es que hasta febrero se notificaron 2284 casos, más de la mitad de todos los del conjunto de España, siendo la comarca del Vallés la zona con mayor incidencia, puesto que concentra la mitad de los casos catalanes, entre los que los niños de entre 5 y 14 años, sobre todo de 10 a 14 años, son mayoría (60%).

Dos grupos vulnerables

Al respecto, cabe indicar que, por lo general, existen dos picos de incidencia: los lactantes menores de 3-4 meses y los adolescentes y adultos jóvenes. Este último grupo, en el que la tosferina se presenta de forma leve, como un cuadro de tos prolongada, es más vulnerable a la infección debido a que la protección de la vacuna decae notablemente en un plazo de 5-10 años, por lo que en los niños de 10 a 14 años, sobre todo, se produce una pérdida de efectividad de la dosis de recuerdo de los 6 años. Es por ello, que desde la CAV-AEP se insiste en la idoneidad de añadir al calendario de vacunación una dosis de refuerzo adicional a los 12-14.

En cualquier caso, éste no es el grupo de población que más preocupa, puesto que pese a ser igualmente transmisor de la tosferina, la enfermedad suele afectarles de forma leve. En el actual contexto de altísima incidencia de esta patología, lo que realmente genera inquietud a los profesionales de la salud es la vulnerabilidad de los lactantes, especialmente de los bebés menores de 3 o 4 meses y los prematuros.

Éstos presentan una importante morbimortalidad a raíz de la infección y además no suelen estar aún inmunizados contra la tosferina, ya que la primer vacuna está indicada a los 2 meses de edad. En este contexto, la vacunación de las mujeres embarazadas juega un papel clave, ya que es una manera de proteger parcialmente al feto hasta la inmunización de los dos meses. De hecho está demostrado que a partir de 2016, cuando se generalizó en toda española la vacunación de las gestantes, se ha producido una reducción significativa de las tasas de incidencia y hospitalización por tosferina en menores de un año.

El problema viene, sobre todo, cuando el bebé es prematuro. Y es que se recomienda la vacunación de las embarazas entre la semana 27 y la 36 de gestación, idealmente en las dos semanas anteriores al parto, de manera que cuando un bebé nace antes de lo previsto, es posible que la madre aún no haya recibido la vacuna, de manera que ese recién nacido es totalmente vulnerable cuando viene al mundo. Por ello, en aquellos casos en los que se detecta un riesgo de parto prematuro, es conveniente vacunar lo antes posible a partir de la semana 20 de embarazo.

La pandemia, una de las causas

Con todas estas variables en juego, el hecho que inicialmente está detrás de este aumento radical de la incidencia de la tosferina, más allá de lo que hace referencia a la cobertura vacunal, parece que estaría relacionado, de alguna manera, con el coronavirus.

Durante la pandemia de la COVID-19, la población se vio obligada a tomar medidas de protección para su control, lo que provocó una caída de la incidencia de las infecciones de transmisión respiratoria entre 2020 y 2022. Así pues, cuando estas medidas se relajaron y, finalmente, desaparecieron tuvo lugar una reaparición de dichas enfermedades. Eso explicaría que en 2022 solo se registraran 65 casos y en 2023 esa cifra aumentara hasta los 564 casos.

A eso hay que sumar el que la tosferina se presenta, clásicamente, con brotes epidémicos cada 3 o 5 años y la confluencia de ambos factores podría explicar el gran incremento de su incidencia este año, al menos en parte, por que en este también juegan un papel destacado los transmisores asintomáticos, las personas no vacunadas y aquellos en los que la inmunización ha perdido eficacia.