Opinión
Los fuets de Puigdemont
Al fin y al cabo, le guste o no, todos somos españoles, y como en España no se come en ningún sitio
Lo malo de ser amateur es si a alguien se le ocurre compararte con un verdadero profesional. Servidor es un amateur en esto de los artículos y las columnas que escribo aquí gracias a la misericordia del director, pese a la nula capacidad de influencia de mis artículos, que los lectores acogen con benevolencia.
Digo esto como preámbulo de este artículo, porque cuando leí que el exilio de Waterloo pasaba por dificultades económicas, pero sin llegar al hambre, porque Puigdemont había días que recibía hasta cinco fuets, pensé “tate, ya tengo para mi artículo semanal”.
Pero el martes pasado uno de los mejores articulistas que escriben en medios, Joaquín Luna, en La Vanguardia, se me adelantó con una genial columna titulada “Los fuets de la Republica”, y claro que yo pretenda emular a Joaquín, que además es un amigo mío, es como si el Cantallops Deportivo (que no creo que exista) pretenda competir con un equipo de Primera División. Y perdonen que no ponga a mi querido Español, porque no estamos para muchas comparaciones: Pero, en fin, no me resisto, con permiso de Joaquín, a quien compensaré en nuestra próxima cena, gintónic incluido, a reflexionar sobre los fuets y la República catalana.
De entrada he de decir que es un consuelo saber que nuestro President no pasa hambre. No soy obviamente de su cuerda, pero me alegro por él. Y por todos nosotros. Porque si cansino y pesado es el rollo este de la Republica Catalana, el Consell, la casa, el exilio y no se cuantas cosas más con nombres variados, imagínenselo ustedes pasando hambre.
Además que le envíen fuets me parece un acto patriótico para quien todavía se crea eso de la independencia, comer todos los días mejillones con patatas fritas, tiene que ser de lo más cansino y aburrido.
Recuerdo una película titulada “Si hoy es martes esto es Bélgica”, en la que a unos sufridos viajeros los llevaban de un sitio para otro. Bajaban a hacerse unas fotos en el sitio típico de cada ciudad y vuelta otra vez al viaje. Con todo el respeto, con todo el cariño del mundo y fruto seguro de mi escaso conocimiento, a mi Bruselas no me parece la ciudad más divertida, ni en la que mejor se come del mundo. Y dentro de Bélgica, no conozco Waterloo, porque haber nacido el 15 de agosto, el mismo día que Napoleón, me impide visitar según qué lugares.
Ignoro por completo si Pedro Sánchez, con sus emisarios le debe enviar de vez en cuando algún que otro jamón de Jabugo, aunque solo sea con la excusa de cambiarlo por algún fuet, la verdad no me sorprendería porque mayores concesiones le ha hecho don Pedro. Pero en fin sea como fuere buen provecho, que el desacuerdo político no está reñido con los buenos deseos gastronómicos, al fin y al cabo le guste o no todos somos españoles, y como en España, no se come en ningún sitio.