La colección desconocida de Barradas

La presencia del uruguayo Rafael Barradas fue importantísima para la gran renovación artística que vivió nuestro país antes del estallido de la Guerra Civil. Su influencia se dejo ver en muchos de los trabajos del joven Dalí de los años 20, pero también en la producción dibujística de Federico García Lorca, en sus bocetos tomados mientras asistía a la célebre tertulia de Ramón Gómez de la Serna en Pombo o retratando a Joan Salvat-Papasseit. Una vida que prometía ser intensa, tanto desde el punto de vista personal como el artístico, pero que quedó precipitadamente rota al morir el artista con apenas 39 años.

Desde entonces Barradas ha sido más y más reivindicado, aunque se echa de menos una mayor presencia de su trabajo en los museos, especialmente los catalanes, como lo demuestra que en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac) solamente haya en la actualidad un único cuadro.

Si el Mnac u otra institución busca trabajos importantes de Barradas, este jueves tiene una oportunidad de oro para hacerse con obras, algunas de ellas desconocidas y que se ponen a la venta en la sala de subastas Balclis de Barcelona. Se trata de un conjunto de dibujos y acuarelas que formaron parte del trabajo que el artista llevó a cabo para la Editorial Muntañola, especializada en literatura infantil, un sello que se apoyó en algunos de los mejores ilustradores de principios del siglo pasado, como Junceda, Obiols, Opisso y Barradas, además de contar con escritores como Carner o Riba.

La subasta visualiza esa colaboración a partir de una decena de dibujos originales y siete acuarelas, muchas de ellas con indicaciones en el reverso para el encargado de llevar estos trabajos a imprenta. Por desgracia no se ha podido identificar a qué títulos concretos del catálogo de Muntañola iban destinadas estas composiciones, pero lo que sí es seguro es que el fondo, un tesoro no divulgado con anterioridad, procede de la colección de los herederos de quien fue editor de Barradas.

Aquí tenemos un pintor narrativo, al servicio del relato que tenía como lector a los más pequeños de la casa. Sin embargo, Barradas, pese a emplear una aproximación divertida y aparentemente sencilla, no puede evitar mostrar su personal estilo, su mirada en ocasiones simplificadora, casi infantil, pero que demuestra el gran artista que llegó a ser. Es ese vibracionismo que convirtió en uno de sus sellos de identidad y que llegó a ser «copiado» por alguno de sus seguidores, como Dalí. Un conjunto de originales propios de un museo.