Opinión

Bueno y malo

Y se puede en cualquier caso ser una persona buena o una buena persona

Diccionario con lupa
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Se puede, según el diccionario, nacer con buena o mala estrella, comportarse de buena o mala fe, llevar buena o mala vida, tener buena o mala cabeza, buen o mal gusto, buena o mala mano, buena o mala sombra, buena o mala suerte...

De la misma manera se puede ser una buena alhaja o también una buena pieza, disfrutar de una buena mesa, ser portador de la buena nueva, beneficiarse de una buena paga, codearse con la buena sociedad, estar en buenas manos, recrearse con las buenas letras, convencer con buenas palabras, alcanzar buena muerte...

Es posible asimismo ser una mala pécora, y tener mala conciencia, o mala idea, o mala lengua, o mala pata, o mala sangre, o mala uva, o mala voluntad, y verse obligado a aguantar las malas lenguas, y ser víctima de las malas artes, o de los malos tratos...

Y se puede en cualquier caso ser una persona buena o una buena persona, la última de las dos en el buen sentido de la palabra bueno, que, según el diccionario, equivale a simple, bonachón, ingenuo. También recoge el diccionario hombre bueno, que es el que actúa como mediador en los actos de conciliación o el que pertenecía al estado llano, y buen hombre, expresión que se utiliza para llamar o dirigirse a un desconocido.

No aparecen en el diccionario, que desterró todos los refranes de sus páginas –y se contaban por miles– en la decimonovena edición, la del año 1970, pero igualmente tienen que ver con lo anterior estos que siguen, basados en la contraposición de ambos términos antagónicos, y cuya enseñanza reitera la conveniencia o bien de conformarse o bien de mantener el temple y buen ánimo en los momentos difíciles: Más vale malo conocido que bueno por conocer; No hay mal que por bien no venga; Al mal tiempo, buena cara (que, cuando uno era profesor, y para animar a la lectura, variaba ligeramente: Al mal tiempo, buenos libros).

Y hablando del diccionario, la de secretos que contiene y peligros que encierra. Basta para ello con prestar atención a las letras que conforman determinadas palabras y cambiarlas de orden. Así, por ejemplo, las rebajas son jarabes y la alegría es alergia o galería; y, operando del mismo modo, amores son mareos, la rifa no es de fiar, la mecedora adormece, por su causa se le acusa, le sobra sabor, terca como una recta… Y a poco que una letra se descuide, la alondra se vuelve una ladrona, la gacela una acelga, el limonero un remolino; y acatar se puede transformar en atacar, febrero en un orfebre, una cabra en una barca, un surco en un curso, una laguna en una angula, una frase en una fresa...