Libros
Los muertos olvidados del 14 de abril de 1931
Paco Cerdà recrea en un libro y desde diferentes puntos de vista cómo fue la proclamación de la Segunda República
A veces pensamos que todo ya se ha contado, que algunos de los acontecimientos más importantes en la historia de nuestro país han sido tan tratados en una muy extensa bibliografía no merecen más tinta. Esa presunción es equivocada cuando uno tiene en las manos «14 de abril», el nuevo trabajo de Paco Cerdà publicado por Libros del Asteroide y que ganó el II Premio de No Ficción que concede este sello. El libro explora un día concreto, el 14 de abril de 1931, con numerosos puntos de vista: desde los obreros anónimos a los grandes personajes de los despachos oficiales. Es el momento de la proclamación de la Segunda República.
Cuando se le pregunta a Cerdà, en conversación con este diario, por qué eligió esa fecha para un libro, apunta que «en los mismos compases de la investigación tenía la sensación de que se había contado todo. Para este libro he usado cartas, libros de memorias, dietarios... Tenía la sensación de que ese 14 de abril era alegría, esperanza, pero aquello era una visión muy naif. El problema es que han pasado luego tantas cosas, algunas muy fuertes, que no se ha mirado microscopio. Se palpa en esos días lo que sucederá después porque incluso hay muertes reveladoras. El 14 de abril de 1931 es un germen de lo que sería esa década de los 30 en este país. No me cuadraba con la llegada de la República en una balsa de aceite porque hubo tensión, sangre, violencia, es decir, la estela que deja toda revolución».
Precisamente uno de los puntos que más sorprenden al lector es descubrir que durante ese día, en contra de lo que se ha repetido muchas veces, hubo muertos. Paco Cerdà los ha rescatado del olvido. El escritor y periodista afirma, a este respecto, que «era muy importante explicar que hubo muertos en esa jornada. Por eso le doy preeminencia, aunque desde distintos planos. Primero el real porque me interesan más las personas que las victorias e himnos. Intenté que aquellas personas que perdieron la vida 14 abril tuvieran una preeminencia. Ese día muere la monarquía, pero también una España marcada por las desigualdades, en la que convive el chabolismo de Melilla con los criados de los que habla Constanza de la Mora. De alguna manera esto preludia esas muertes que vendrán después. Para mi a toda esa epopeya del 14 de abril le faltaba una pieza que es la de la violencia, de la muerte y la tensión».
«14 de abril» ha supuesto para Cerdà dos años de trabajo. El último capítulo del ensayo recoge todas las numerosas fuentes que ha empleado para poder construir un completo caleidoscopio. «He convivido permanentemente en un día durante mucho tiempo. Estaba comprando en el supermercado y pensaba en este momento en la reunión entre Marañón y Romanones, o eran las seis y recordaba que se estaba proclamando la República a esa hora... Esto ha sido como hacer un tajo, una cata, desde muchos de vista distintos. El libro recorre todos los sitios, también del extranjero porque esa tragedia transcurrió en muchos escenarios distintos, con muchos matices distintos. Es un ejercicio sobre hasta dónde puede llegar la no ficción con los instrumentos de la literatura, como hacen Manuel Chaves Nogales o Ramón J. Sender, y después harían Truman Capote y la revista “The New Yorker”. Es un camino fértil para la literatura y la no ficción. Por eso el militar que murió en las Drassanes o la pescadera Cándida he querido ponerlos en relación con los grandes acontecimientos».
Cerdà reconoce que tuvo en cuenta «14 de julio», de Éric Vuillard, en el que se reconstruye el estallido de la Revolución Francesa desde las más diversas perspectivas. «Fue el embrión de todo. La no ficción cansa mucho. Para un párrafo tienes que buscar muchos detalles, tienes que alzar la vista más allá de los hechos históricos. Mirando distintas fechas de la historia de España se prestaría a explorar distintos días, momentos concretos, desde varias miradas», subraya Paco Cerdà.
Otra virtud del libro es poder saber algo más de aquellos grandes nombres a los que el paso del tiempo ha dejado en un segundo plano, por no decir en un total olvido. El autor añade que «Azaña y otros han quedado en el recuerdo, mientras que otros no. El libro atiende a esos olvidados, pero atiende también a esos juegos de poder. Quería ver su cara b, la cojera de Romanones, fijarme en los tres hijos perdidos de Alcalá-Zamora, la consulta de Lerroux... Por eso quería hablar de ese paisaje emocional. Mi intención es que el lector viera a las personas, no a los arquetipos».