Análisis

Tripartito o gobierno independentista

El PSC tomará la iniciativa con un intento de investidura, pero tiene pocas opciones de éxito. El separatismo buscará el acuerdo pese a las dificultades de entendimiento entre ERC y JxCat

Con un Parlament tan fragmentado, los ocho partidos con representación están obligados a entenderse o condenarán a Cataluña a una repetición electoral. A la vista de los resultados, tan solo dos escenarios se antojan viables: un gobierno independentista –de Esquerra en solitario con apoyos externos o en coalición con JxCat– o un tripartito (PSC, ERC y Comunes). El gobierno de concentración propuesto por Esquerra con JxCat, PDeCat, CUP y Podemos fue desestimado y enterrado desde el primer momento.

Lo cierto es que el escenario es paradójico. Por un lado, el contexto político es mucho menos propicio para dar continuidad al «procés» por la irrupción de la pandemia, que exige volcar todos los esfuerzos y centrar toda la atención del Govern; pero, por otro lado, el bloque independentista ha ampliado notablemente la mayoría parlamentaria –ha pasado de 70 a 74 escaños de los 135 que componen el hemiciclo catalán– y ha logrado rebasar el 50% de los votos (51,2%), un hito que puede marcar el rumbo de los pactos postelectorales.

El PSC ha vencido y ha confirmado la mayoría de pronósticos, pero, sobre el papel, parece lejos de poder gobernar. De momento, Salvador Illa tomará la iniciativa y ya anunció durante la campaña electoral que se presentará a la investidura –algo que confirmó ayer–, un movimiento muy relevante ya que si no obtiene un respaldo mayoritario, activaría la cuenta atrás y evitaría una reedición del bloqueo de 2018. A partir de ahí, los partidos tendrían dos meses para lograr un acuerdo y evitar una repetición electoral y la presión iría «in crescendo».

Los socialistas catalanes tan solo cuentan con el apoyo de los Comunes y Ciudadanos: sumarían 47 diputados, quedándose muy lejos de la mayoría fijada en 68. A partir de ahí, tendrían que intentar atraer a Esquerra, un panorama muy difícil ya que los republicanos tienen ante sí la oportunidad de gobernar en la Generalitat 80 años después.

De hecho, ERC es quien tiene ahora más opciones de gobernar, aunque tampoco tiene nada garantizado su éxito y tiene por delante un camino espinoso. ¿Por qué? Porque en el bloque independentista se va a dar de bruces con las exigencias y trabas de JxCat (rescatar la declaración de independencia o vetar el pactismo de Esquerra en Madrid), los rencores del pasado (la investidura telemática frustrada de Carles Puigdemont en 2018) y la presión del contexto (mayoría histórica en votos del independentismo), aspectos que pueden truncar la aspiración de Aragonès a llegar al Palau de la Generalitat. Con la CUP puede haber un entendimiento mucho más asequible en aspectos sociales y económicos –tienen puntos en común–, pero tampoco comparten la hoja de ruta hacia la independencia. Los anticapitalistas también encarecerán su apoyo a la investidura con el «procés» por medio.

En cualquier caso, cabe subrayar que la vía preferida por Esquerra es la cosntruir un frente amplio que incluya a los dos partidos independentistas y a los Comunes. Sin embargo, desde el primer momento, este escenario se quedó sin ninguna opción de prosperar por los vetos cruzados. El partido morado ha asegurado que nunca pactará ni por activa ni por pasiva con JxCat y las relaciones se han ido deteriorando mucho en la campaña electoral tras los insultos de ciertos miembros de la candidatura de Borràs a Ada Colau o la propia Albiach. JxCat también ha rechazado, de entrada, un acuerdo con los Comunes.

Si esta vía también fracasa, podría asomar en el horizonte un pacto de izquierdas. Los republicanos podrían recurrir a un gobierno en solitario o con los Comunes, formando una mayoría híbrida con el partido morado como socio de gobierno y PSC apoyando desde fuera. Los Comunes han apostado con firmeza por ese gobierno y por que Esquerra abandone su alianza con JxCat y mire a la izquierda, pero los socialistas tienen pocos incentivos ahora para respaldar a un partido independentista y quedarse sin gobernar tras haber ganado. Además, la dura campaña electoral, con el «pacto anti Illa» por escrito entre las fuerzas separatistas hace muy difícil explicar de cara a sus electorados un giro diametral en las próximas semanas. Hay que señalar que las fuerzas del tripartito han logrado tantos escaños como las tres fuerzas independentistas (74).

Quien se ha quedado sin ninguna opción es JxCat, salvo que juegue a forzar una repetición electoral para tratar de vencer. El partido de Carles Puigdemont ha sufrido un duro revés, fruto de la poca capacidad de adaptación al nuevo contexto político abierto por la pandemia –con Borràs de candidata, han proyectado un perfil de activista– y del divorcio con el PDeCat –le han arrebatado votos (75.000) determinantes para la victoria sobre ERC–. Con esta derrota y ante la urgencia por conservar una cuota de poder en la Generalitat, tendrá también que medir sus pasos y los riesgos que asume porque si se excede y flirtea con el bloqueo político puede acabar sin nada. En este sentido, habrá que ver si

Más allá de estas cinco fuerzas (PSC, ERC, JxCat, Comunes y CUP), hay otras tres (Vox, Ciudadanos y PP), pero ninguna de ellas se prevé que tenga ningún papel determinante. Ciudadanos anunció en campaña su disposición a apoyar –con matices– al PSC, pero tampoco sumarían. Y es que el bloque no independentista se ha despeñado: si en 2017 logró 65 escaños, en esta ocasión se ha quedado en 61, a 7 de la mayoría absoluta.

De no haber ningún acuerdo de aquí al primer intento de investidura de president, previsto para el 26 de marzo, se tendrá que intentar durante los dos siguientes meses, hasta finales de mayo. Si tampoco hay éxito, Cataluña se verá abocada una repetición electoral, que, teniendo en cuenta la baja participación, es muy arriesgado tentar a la suerte porque la abstención se acentuaría todavía más.