Marilyn Monroe
Marilyn Monroe, entre la realidad y el deseo
Una exposición en la Filmoteca de Catalunya recoge una selección de las imágenes que Milton H. Greene captó de uno de los más grandes mitos de la pantalla
Nos cuesta escoger una imagen de Marilyn Monroe. Probablemente el mito ha acabado desdibujando a la persona real, a aquella mujer que siendo niña soñaba con ser como Jean Harlow, la primera rubia platino del séptimo arte. La pequeña Norma Jeane Mortenson se convirtió en una de las más importantes estrellas de todos los tiempos y para recordarla nos queda su cine, pero también fotografías, algunas de ellas realizadas con la complicidad de verdaderos maestros detrás de la cámara. Si tuviéramos que hacer una lista, en la cima de todo esto, se encontraría Milton H. Greene, no solamente un fotógrafo sino un verdadero cómplice para Marilyn. El resultado de esa colaboración es un conjunto de fotografías, algunas de ellas icónicas y que desde esta semana forman parte de una exposición que puede verse en la Filmoteca de Catalunya.
Bajo el título «Marilyn Monroe by Milton H. Greene. The 50 sessions», la muestra recoge en imágenes la vida pública y privada de la protagonista de «Bus Stop», pero también la construcción de una imagen que poco tiene que ver con el personaje de rubia tonta con el que algunos estudios, especialmente la Twentieth Century Fox, quiso encasillar a la protagonista de «Los caballeros las prefieren rubias». El material que llega a Barcelona reúne una selección de imágenes procedentes de The Archives, LLC, que custodia toda la obra de Milton Greene.
El artista y su modelo se conocieron en 1953, durante una sesión para la portada de la revista «Look». La propia Marilyn explicaría que cuando vio por primera vez al fotógrafo no pudo evitar exclamar: «Vaya, ¡pero si no eres más que un chico!». Milton no se quedó atrás y respondió: «¡Y tú no eres más que una chica!» Desde ese mismo momento se hicieron muy buenos amigos y socios. En aquel momento, Marilyn estaba enfadada con la Fox porque pensaba acertadamente que no se le daban las oportunidades para brillar como actriz. De allí nació una iniciativa interesante que trató de impulsar la carrera de Marilyn de la mano de títulos como «Bus Stop» y «El príncipe y la corista».
En esa campaña de imagen, Milton H. Greene tuvo un papel destacadísimo. No solo alojó a la actriz en su casa convirtiéndola en un miembro más de la familia, sino que estuvo con ella seleccionando los trabajos que podrían hacer de ella una gran actriz. Alejada de quien era su entonces marido, Joe DiMaggio, los Greene supieron darle a Marilyn el hogar que necesitaba en ese tiempo, cuando la Prensa buscaba sensacionalismo y ella solo quería paz.
Milton la retrató de muchas maneras, pero es probablemente la sesión en la que ella se viste de bailarina la más célebre de todas, por la combinación de elegancia y sensualidad. El fotógrafo logró sacar toda la belleza que hay detrás de una mujer extremadamente vulnerable y que buscaba un afecto que en ocasiones le negó la vida.
En la exposición también podemos ver a Marilyn con algunos amigos, como Marlon Brando, de quien la actriz decía que era el hombre más guapo que había conocido «después de mi marido». También asistimos a un encuentro mítico, el de la rubia platino al lado de Marlene Dietrich. Todo ello nos lleva hasta las fotografías de la boda de la actriz con quien fue su tercer y último marido: el dramaturgo de Arthur Miller.
Precisamente, con la llegada de Miller y tras el rodaje de «El príncipe y la corista», los caminos de Marilyn y Milton se separaron para siempre. Afortunadamente quedaron como testimonio unas cuantas imágenes, imprescindibles todas ellas para poder conocer mejor a la auténtica Marilyn Monroe, aquella que pedía que no hicieran de ella una broma. Desde luego, que no es el caso de Greene que ayudó a hacer de ella una de las más grandes estrellas de todos los tiempos.
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