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Cataluña

Entre lo viejo y lo nuevo

La Galería Jorge Alcolea-Nonell abre sus puertas con una exposición en la que se dan la mano los nuevos creadores con los artistas ya clásicos de la modernidad del siglo XX

La galería fusiona los nombres clásicos de las vanguardias históricas con los creadores contemporáneos larazonLa Razón

Es el momento de reiventarse. Eso es lo que ha pensado una galería mítica de Barcelona, la Sala Nonell, situada en la calle Johan Sebastian Bach, que ahora renace. Desde ayer este espacio es la nueva galería Jorge Alcolea-Nonell, un espacio expositivo de 400 metros cuadrados.

Para Alcolea, «se trata de un gran reto que afronto con la máxima ilusión. La Galería Jorge Alcolea-Nonell será a partir de ahora un espacio de encuentro entre los más importantes exponentes del arte contemporáneo sin olvidar a los grandes artistas modernos que mi padre expuso en estas misma salas».

Para presentar esta primera etapa de la galería tenemos una exposición que es toda una declaración de principios. Comisariada por Enrique Juncosa, «La caza del faisán. Un panorama de la nueva pintura española» es una buena oportunidad para poder adentrarnos en lo que se está haciendo ahora en el mundo del arte. La muestra reúne a algunos de los autores más interesantes del panorama actual, pero creando un inteligente diálogo con los grandes maestros de la vanguardia del siglo pasado, tanto a un nivel nacional como internacional.

El título de la exposición tiene como punto de partida un aforismo del poeta norteamericano Wallace Stevens: «Un poema es un faisán». De esta manerta, Stevens buscaba remarcar la belleza al tiempo exuberante y huidiza de la poesía, que aquí hace extensiva a la de la pintura. ¿Por qué Stevens? El responsable de la galería explica que la cita «no es caprichosa. Todos los artistas aquí reunidos exploran en su trabajo, con lenguajes y estrategias diferentes, cuestiones poéticas, considerando la práctica artística como un medio de conocimiento en sí y como una forma de indagación metafísica. Todos entienden la pintura como algo instrumental y no como un fin en sí mismo, superando antiguos debates sobre la posibilidad de una pureza de la pintura, algo que representaba el monocromo minimalista. Además de pintar, estos artistas pueden hacer cerámicas, cómics, esculturas, fotografías o películas».

De los nombres contemporáneos en la Galería Jorge Alcolea-Nonell se cuenta con Albert Pinya, Antonio González, Belén Rodríguez, Hugo Fontela, Matías Krahn, Vicky Uslé, Yago Hortal, Miki Leal, Secundino Hernández, Isabel Ramoneda y Los Bravú. Algo más viejos en el tiempo, pero conservando su espíritu moderno son los trabajos expuestos de nombres ya consagrados como los de Salvador Dalí, Joan Miró, Alberto Giacometti, Antoni Tàpies, Tamara de Lempicka y Julio González.

Que la carta de presentación en esta nueva andadura sea una fusión de dibujo y pintura tiene cierta explicación. De nuevo es Jorge Alcolea quien nos explica por qué se ha optado por estas técnicas artísticas. «La persistencia del dibujo y de la pintura, en una época de eclosión de las nuevas tecnologías y del arte espectáculo, pueda resultar sorprendente. Además, la pintura en nuestro país tiene hoy un aire clandestino, ignorada mayormente por las instituciones públicas, cuya fuerza para imponer discursos se demuestra sin embargo escasa frente a la mera existencia irreducible de un medio con tanta historia».

Entre las piezas expuestas destacan dos maravillosos desnudos femeninos de Tamara de Lempicka, obras a lápiz donde se puede constatar el personalísimo estilo de una de las grandes pintoras de todos los tiempos. De Salvador Dalí encontramos un apunte a tinta, probablemente destinado a la película «Destino», aquel proyecto cinematográfico ideado con Walt Disney y que no llegó a materializarse. En esta ocasión encontramos a Dalí autorretratado rodeado de algunos de los temas de su producción artística, como una reproducción de su celebérrimo óleo «La persistencia de la memoria», así como el sofá realizado a partir de los labios de Mae West o el perfil del personaje central, léase autorretrato, de la tela «El gran masturbador».

De Alberto Giacometti no tenemos una escultura, pero sí un dibujo, un arlequín que parece remitirnos a los que hacía Picasso en los años 20. Es casi una invitación a convertir en escultura, en modelar lo que el artista ha plasmado en el papel con trazo seguro.