Política
Lo que Suárez Illana no dice
Acostumbrados ya, los españoles, al tono bronco del Congreso, entregado a la tarea del agravio y del insulto, las palabras de reconocimiento de su presidenta, la socialista Meritxell Batet, para despedir a Adolfo Suárez Illana, se han convertido en un campanazo de fraternidad y buen sentido. Se puede decir más alto, pero no más claro: “ha sido un regalo poder compartir el gobierno de esta Cámara contigo”.
Batet, quiso aprovechar la partida de un diputado, que se va por voluntad propia, para lanzar un mensaje valiente a sus Señorías, de los más sentidos que se han escuchado entre esas paredes: “la educación y el trato exquisito; la manera de entender la política para crear concordia y hacer generar convivencia, su sentido de la institucionalidad, son los elementos de un estilo propio, construido durante muchos años, al que yo llamaría el estilo Suárez”.
El prestigio de Suárez Illana, tanto dentro de la política como en la calle, ha alcanzado cotas insuperables. La izquierda en pleno acudió a dar un abrazo al diputado que se marchaba. Sencillo, afable, conciliador; Inmensamente abnegado a la hora de arrimar el hombro, su capacidad para hacerse querer y respetar alcanza a todos.
Se ha pateado España de cabo a rabo, llevando su mensaje de entendimiento y avenencia hasta el último rincón de nuestra Patria. Allá donde le han llamado ha acudido, para sembrar armonía. Suárez Illana no ha hecho sino sumar y crear avenencia.
Apoyado en su mujer, Isabel Flores, tuvo siempre claro que la política consiste en servir y ser útil, lejos de cualquier enfrentamiento estéril e interés personal.
Desde diciembre de 2019 a noviembre de 2022, ha ejercido como Secretario cuarto de la Mesa del Congreso con rigor y sensatez, plantando cara a la manipulación y a la trapacería; respaldado en el copioso equipaje de su saber en Derecho y huyendo de cabildeos partidistas.
La pregunta es porqué el hijo del primer presidente del Gobierno de la Democracia, ha tomado la decisión de abandonar su escaño y su cometido en la Mesa, además de la Presidencia de la Fundación Concordia y Libertad, dependiente del Partido Popular, desde donde se divulgan valores democráticos.
La respuesta nos la da él mismo: “necesitaba retomar mis obligaciones profesionales y familiares, que había dejado aparcadas temporalmente”. Pero hay algo más que no dice: Suárez Illana quería, por encima de todo, el consenso, la mano tendida, el entendimiento; y le dolía aquel ambiente encabronado del que se sentía muy lejos. Lo cierto es que no ha podido con esa tormenta de insensateces y despropósitos procedentes, en algunos casos, de sus propias filas.
Concluyo, amable lector: en todo caso_y desde mi punto de vista_, se ha ido el más valioso político de la Concordia que tenía el PP en el Congreso. ¡Qué pesar! Nos queda la certidumbre de saber que la política es “una larga paciencia, un largo, largo saber esperar”.
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