Sociedad
Antecedentes de la tragedia de Valencia: medio siglo de la riada mortal de Albuñol y La Rábita (Granada)
Cayeron unos 600 litros por metro cuadrado en unas seis horas, dejando no menos de 80 fallecidos
El pasado 19 de octubre se cumplió más de medio siglo de las riadas de Albuñol y la pedanía de La Rabita, en Granada, que segaron la vida de unas 40 personas y decenas de desaparecidos. La fecha de infausto recuerdo fue el 19 de octubre de 1973, dejando no menos de 80 víctimas. El pueblo quedó arrasado. El fango sepultó un edificio de cinco plantas con no menos de 25 personas. Se estima que cayeron unos 600 litros por metro cuadrado en unas seis horas. En Almería, suroeste de Murcia y en la Costa Tropical se superaron los 200 litros por metro cuadrado.
La rambla que suma el agua de varios barrancos de la Sierra de la Contraviesa cerró el puente de la N-340, que pasaba sobre la población. La riada afectó a 101 viviendas, destruyendo 74 de ellas. La riada venía desde Albondón por el barranco de las Angosturas.
Como estos días en Valencia, los cadáveres se amontonaban dejando imágenes dantescas. El fango sepultó caminos, casas y personas. Los ciudadanos se subieron a los tejados para tratar de salvarse o en lo alto de La Rábita, en el cementerio.
El viaducto se convirtió en una presa y se inundó gran parte del pueblo. Los muros de contención reventaron por la presión del agua. La riada superó los dos metros de altura. La Rábita fue evacuada y los vecinos fueron repartidos por los cerros en cortijos.
El Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA) recoge el episodio. "La Rábita (Albuñol) es una población que debe su nombre a la construcción del ribat o fortaleza-monasterio, ya que en la época nazarí este lugar se constituyó como punto estratégico de defensa en la costa. En los alrededores del castillo fue conformándose y creciendo la población y en el siglo XVIII se construyó una torre vigía, que permitía el contacto visual con el sistema defensivo costero del litoral, amenazado por piratas berberiscos", señala.
"Al igual que en la cercana población de El Pozuelo, la existencia de recursos hídricos junto con la de los deltas aluviales de las ramblas de Albuñol y Huarea permitió el desarrollo pionero a principio del siglo XX de una agricultura que aprovechaba las excelentes condiciones climáticas para el desarrollo de una agricultura especializada en frutos hortícolas extratempranos", continúa narrando sobre el episodio.
"Las inundaciones producidas en octubre de 1973, provocadas por violentas precipitaciones, unido a la falta de cobertura vegetal y el tipo de suelo, provocaron enormes crecidas de las ramblas que manifestaron todo su poder destructivo y ocasionaron la mayor catástrofe natural de la historia reciente de Andalucía con decenas de muertos y desaparecidos, dañando gravemente la población y las infraestructuras, y perdiéndose la práctica totalidad de la superficie agrícola en regadío que era su principal medio de vida", señala.
Albuñol ya había sufrido otras riadas. La del año 1921 también fue considerable. La de 1973 motivó la visita de los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía. El pueblo estaba devastado. Se perdieron las escuelas, los enclaves estuvieron incomunicados y sin servicios básicos varios días. Se llevaba comida por mar y aire. Asimismo, se perdió toda la tierra laborable en regadío cercana al litoral. Más de mil personas emigraron ante el futuro incierto. Se trata de un pueblo marcado por la desgracia y el miedo a lo que llamaron "la nube". Todavía cuando llueve, la gente de la zona no pasa por la carretera más afectada.
El IECA indica que "las inundaciones ocurridas en octubre de 1973 pueden considerarse como las más graves del siglo XX. Entre los días 17 y 19 de octubre se produjeron riadas catastróficas en el sureste de la Península Ibérica, que afectaron a las provincias de Granada, Murcia y Almería, y particularmente con unas consecuencias muy dramáticas para el núcleo de La Rábita y para la localidad murciana de Puerto Lumbreras".
"Estas riadas, que han sido estudiadas en sus aspectos meteorológicos por José Capel Molina, tuvieron su causa en las intensas precipitaciones originadas por una confluencia de factores, principalmente la existencia de una gota fría localizada en el borde mediterráneo suroriental. En algunos lugares las precipitaciones registradas superaron los 600 l/m², con valores máximos localizados sobre la Sierra de la Contraviesa, Guadaletín y el Valle del Almanzora. En zonas como la cabecera del río Adra, la Sierra de Orce y el este de Iznalloz se recogieron entre 200 y 250 l/m². Zurgena, con 730 l/m² recogidos entre el 18 y 19 de octubre ostenta el máximo valor de intensidad de lluvia desde que se llevan registros en la meteorología española. Estas lluvias de gran intensidad horaria se han registrado en otras ocasiones, como en octubre de 1924, pero ninguna ha tenido efectos tan desastrosos, provocados sobre todo por la mayor extensión del fenómeno, lo que ocasionó crecidas desconocidas en los ríos y ramblas que manifestaron todo su poder destructivo", continúa el IECA.
"Las fuertes precipitaciones fueron el resultado de una serie de efectos convergentes en el transcurso del 16 al 20 de octubre. Sobresale entre todos ellos la formalización de un embolsamiento de aire frío sobre el sur de la Península que en contacto con las masas de aire mediterráneo cálido y húmedo desencadenó una ciclogénesis sobre el Mar de Alborán. Se dieron condiciones muy favorables para el desarrollo de movimientos ascendentes hacia las capas altas, dando lugar a una gigantesca chimenea que por su base aspiraba aire marítimo cálido y húmedo a gran velocidad y formándose cumulonimbos tempestuosos que provocaron aguaceros violentos de más de 100 mm/hora. Estas circunstancias que sucedieron el 18 y el 19 de octubre hasta que el día 20 la depresión fría se dirigió al norte de África. El relieve de las sierras Béticas costeras favoreció la condensación y actuó como trampolín, jugando un papel decisivo en el reparto de las lluvias torrenciales según las masas montañosas estuviesen orientadas a la dirección de los vientos del este, y afectando -sobre todo- a los cursos altos, más que a los bajos", abunda el IECA.
"Los desbordamientos de los ríos y de las ramblas provocaron graves inundaciones cuyo poder destructivo se potenció por las características morfológicas de la región caracterizada por topografías muy accidentadas (hasta 2.000 metros de desnivel en pocos kilómetros), relieves disecados sin cobertura vegetal y materiales deleznables (margas, arcillas, pizarras), todo ello provocó escorrentías que superaban los dos tercios de las precipitaciones que arrastraron laderas, tierras, arboles, y que al llevar un componente sólido muy importante (cerca del 30%) multiplicaba su poder destructivo. Las zonas más afectadas fueron la hoya de Guadix-Baza por los desbordamientos en la cuenca alta del Guadiana Menor, la Alpujarra por la crecida del Guadalfeo, el río Almanzora, las cuencas de los ríos Adra y Guadaletín. Las crecidas más espectaculares fueron las del río Almanzora (3.500 m3/segundo), la rambla del Albox (1.600), Adra (2.000) y Guadaletín (3.000). Aparte de cuantiosas pérdidas materiales, dado que los daños en las tierras de cultivo, infraestructuras, viviendas y cabaña ganadera fueron muy notables, hubo que lamentar un número muy alto de pérdidas humanas: más de un centenar y medio de víctimas en las provincias de Murcia, Granada y Almería, especialmente concentrados en Zurgena, La Rábita y Puerto Lumbreras", señala el ente de estudio andaluz.
El IECA señala que "los habitantes hicieron de la necesidad virtud: el material aportado por esta avenida amplió enormemente los deltas aluviales, conocidos como “nubes”, que pronto fueron roturados por el hombre, ampliándose notablemente la superficie cultivada, inmediatamente ocupados por invernaderos siguiendo el modelo instaurado en el vecino Campo de Dalías, con lo cual se confirmó el renacer de estas poblaciones agrícolas".
"La primera función de este asentamiento fue la defensiva, de ello es muestra la fortaleza de La Rábita, perteneciente a la frontera marítima del Reino de Granada. Se compone de tres partes bien diferenciadas; las dos primeras son de obra árabe reformada en el siglo XVI, compuesta por un recinto de planta trapezoidal, con patio central y delimitado por murallas con adarve y peto alto con troneras y un gran torreón adosado al norte, ambos parecidos estructuralmente al cercano castillo de Castell de Ferro; la otra, construida en el siglo XVIII y situada al sur de la anterior, está formada por un baluarte con dos torres ataluzadas, preparado para tener artillería. Su uso militar ha continuado prácticamente hasta nuestros días al ser usado como cuartel de la Guardia Civil. En el plano del castillo, procedente del Archivo de Simancas y disponible en la cartoteca del IECA, se observa la posición de la fortaleza sobre la enorme rambla de Albuñol, entonces sin encauzar, con formas anastomosadas con canales múltiples, propio del régimen torrencial de la rambla", recoge el IECA.
Historia
"Esta construcción se completó con las atalayas mandadas hacer por Felipe II pero no finalizadas hasta muchos años después. Una de ellas, la Torre del Cerro del Castillejo, domina la población y permanece en contacto visual con las torres vigía de Punta Negra y Huarea, con lo cual la defensa marítima de esta población y de su entorno quedó fortalecida y ampliada. Tierra adentro desde 1696, los pobladores obtuvieron el permiso Real de roturar y usar las tierras, que en su mayoría estaban cubiertas de encinas. Comenzaron a utilizar las tierras para la labor y nacieron múltiples cortijadas con los apellidos de los nuevos pobladores. Aún hoy, conservan su nombre tales como Los Rivas, Los Gálvez, Los Morenos, Los Bajos, Los Castillas, etc., que luego se han consolidado como pequeñas poblaciones. Albuñol, a finales del siglo XVII, comenzó a vivir su época de esplendor demográfico, agrícola y comercial, ya que las tierras estaban cultivadas de viñedos, higueras y almendros, cuyos frutos -principalmente vino y pasas- eran conocidos por toda la geografía española, y se transportaban desde La Rábita a distintos mercados nacionales e internacionales", indica el IECA.
"Aunque es un fenómeno poco estudiado, hay constancia de que agricultores de La Rábita y El Pozuelo fueron pioneros en el desarrollo de una agricultura hortícola de frutos extratempranos al menos desde 1910, aprovechando la benignas condiciones climáticas y los limitados recursos hídricos de las ramblas. Mientras, la playa servía de varadero de una modesta flota de pesca de carácter artesanal", continúa.
"La fotografía aérea del Vuelo Americano de 1956 permite apreciar que la población está situada en un cruce de carreteras que relacionaban la comarca de la Contraviesa y su capital municipal (Albuñol), y las ciudades de Almería y Motril por la carretera nacional 340. También es notable la distribución de las parcelas en regadío, surtidas por la conocida como Acequia Madre de Ahijón, que ocupan parte de la rambla protegidas por obras de defensa y dispuestas de forma regular y alargada. Da una idea del predominio de la pequeña propiedad, de la organización racional de los riegos y de la alta productividad. También es llamativo el carácter desnudo de los terrenos topográficamente más accidentados, que según la información del Mapa Topográfico Nacional tenía un aprovechamiento agrícola. La rambla aparece encauzada y protegida por muros, defensas de los que hay constancia que conocieron sucesivas reparaciones, las más importantes tras las avenidas de diciembre de 1945, que provocaron costosas obras dirigidas por el ingeniero de caminos Fernando Sáenz de Oiza, hermano del celebrado arquitecto", señala el IECA.
"Las fuertes precipitaciones fueron el resultado de una serie de efectos convergentes en el transcurso del 16 al 20 de octubre. Sobresale entre todos ellos la formalización de un embolsamiento de aire frío sobre el sur de la Península que en contacto con las masas de aire mediterráneo cálido y húmedo desencadenó una ciclogénesis sobre el Mar de Alborán. Se dieron condiciones muy favorables para el desarrollo de movimientos ascendentes hacia las capas altas, dando lugar a una gigantesca chimenea que por su base aspiraba aire marítimo cálido y húmedo a gran velocidad y formándose cumulonimbos tempestuosos que provocaron aguaceros violentos de más de 100 mm/hora. Estas circunstancias que sucedieron el 18 y el 19 de octubre hasta que el día 20 la depresión fría se dirigió al norte de África. El relieve de las sierras Béticas costeras favoreció la condensación y actuó como trampolín, jugando un papel decisivo en el reparto de las lluvias torrenciales según las masas montañosas estuviesen orientadas a la dirección de los vientos del este, y afectando -sobre todo- a los cursos altos, más que a los bajos", explicó el IECA.
"Los desbordamientos de los ríos y de las ramblas provocaron graves inundaciones cuyo poder destructivo se potenció por las características morfológicas de la región caracterizada por topografías muy accidentadas (hasta 2.000 metros de desnivel en pocos kilómetros), relieves disecados sin cobertura vegetal y materiales deleznables (margas, arcillas, pizarras), todo ello provocó escorrentías que superaban los dos tercios de las precipitaciones que arrastraron laderas, tierras, arboles, y que al llevar un componente sólido muy importante (cerca del 30%) multiplicaba su poder destructivo. Las zonas más afectadas fueron la hoya de Guadix-Baza por los desbordamientos en la cuenca alta del Guadiana Menor, la Alpujarra por la crecida del Guadalfeo, el río Almanzora, las cuencas de los ríos Adra y Guadaletín. Las crecidas más espectaculares fueron las del río Almanzora (3.500 m3/segundo), la rambla del Albox (1.600), Adra (2.000) y Guadaletín (3.000). Aparte de cuantiosas pérdidas materiales, dado que los daños en las tierras de cultivo, infraestructuras, viviendas y cabaña ganadera fueron muy notables, hubo que lamentar un número muy alto de pérdidas humanas: más de un centenar y medio de víctimas en las provincias de Murcia, Granada y Almería, especialmente concentrados en Zurgena, La Rábita y Puerto Lumbreras", explicó el IECA.
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