"El bloc"
Exhumar a Guerra
“La confusión es un defecto transversal, no es propia de esta izquierda despistada que padecemos”
El Partido Socialista Obrero Español, que ha celebrado con todo el boato el cuadragésimo aniversario de su más arrollador triunfo electoral, lleva esos mismos cuarenta años –o alguno más– cabalgando contradicciones como la que afrontó Felipe González nada más llegar a La Moncloa: «OTAN de entrada no», decían; «y de salida tampoco», hubieron de decir. Javier Krahe, disfrazado de Cuervo Ingenuo, le cantó aquello «Mucho partido pero / no es socialista ni obrero. / Pues español solamente, / pues tampoco cien por cien: / americano también», y en aquella coplilla cifraba uno el punto culminante del cinismo… hasta que apareció Pedro Sánchez. El PSOE de hoy, que sólo se parece al de entonces en las siglas y en su obsesión por el poder totalitario, ha vivido una semana bipolar en la que no se sabía ya si pretendía exhumar a Alfonso Guerra o darle un homenaje a Queipo de Llano. Es lo que tiene la mala memoria, que los recuerdos se agolpan en acusada tendencia al caos y uno ya no es capaz de distinguir, entre las figuras vaporosas del pasado, quiénes eran los amigos y quiénes fueron los adversarios. La confusión es un defecto transversal, no es propia de esta izquierda despistada que padecemos. Entre los votantes de derechas, con las excepciones de los recalcitrantes de guardia, cae hoy mucho más simpático el exvicepresidente, antiguo azote de las marquesas e ídolo de progres, que el hermano mayor honorario de La Macarena, congregación que –estricta obediencia a Roma obliga– no puede apartarse ni un milímetro de la doctrina del Papa Bergoglio, actual azote de las marquesas e ídolo de progres. «¡Al suelo que vienen los nuestros!», solía decir Pío Cabanillas y repiten hoy con él los socialdemócratas de buena voluntad y los católicos perplejos.
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