12 de octubre
20.000 maoríes celebran el Día de la Hispanidad
Un joven segoviano llegó a las costas de Nueva Zelanda en 1835. Más de 185 años después, sus descendientes siguen celebrando su herencia hispana
En una de las zonas más remotas de la Isla Norte de Nueva Zelanda (en maorú Te Ika ā Maui, ‘El Pez de Maui’) existe una familia maorí de unos 20.000 integrantes que desciende directamente de Manuel José de Frutos, un comerciante segoviano que llegó a la isla en torno a 1835.
La saga de los maoríes españoles
El periplo de Manuel José de Frutos comienza en 1811, en una localidad segoviana llamada Valverde del Majano (algo más de 1.000 habitantes). El joven pelirrojo decidió dejarlo todo atrás y aventurarse rumbo a Sudamérica debido a una severa recesión económica en la región. Llegó a Perú en torno a 1833 y desde allí se embarcó en el ballenero inglés “Elisabeth”. Este barco atravesó el Pacífico y arribó enAotearoa, que así es como llaman los maoríes a Nueva Zelanda y que significa, literalmente, “la tierra de la larga nube blanca”.
Pisó por primera vez Port Awanui en torno a 1835, y allí empezó a entablar amistad con la tribuNgati Porou, qué es la segunda mayor tribu del país.
Según la leyenda, contada por uno de sus descendientes, Morehu Te Maro (conocido por todos como Boyse), Manuel José llegó en un barco ballenero y bajó a tierra mientras la nave se reabastecía. En la playa de Port Awanui vio a varias doncellas maoríes recolectando mariscos desnudas. Se quedó encandilado y no le quedó más remedio que quedarse.
Sus compañeros de faena se preocuparon cuando no regresó al barco, así que solicitaron la ayuda de una guarnición británica local para encontrarlo. “Buscaron por todas partes”, dice Boyse. “Pero había un lugar en el que ningún caballero iba a mirar. ¡Manuel José se estaba refugiando bajo la gran falda de una de las mujeres maoríes!”
“¿Quién no querría quedarse después de aquella experiencia?”, pregunta Boyse.
El talento para el comercio y el encanto del Manuel José le proporcionó renombre y fortuna. Y como cualquier español digno de tal nombre, hizo lo que habría hecho cualquiera en su situación: engendrar mestizos.
Contrajo matrimonio con cinco mujeresNgati Porou:Tapita, Kataraina, Mihita Heke, Urahana y Maraea. Tuvo 9 hijos con ellas. Y estos -a su vez- tuvieron 41. Estos descendientes engendraron otros 299. Eso ocurrió hace casi dos siglos. Hoy el clan de los Paniora (o “españoles” en maorí) tiene unos 20.000 integrantes. Lo que la convierte en la familia más grande de Nueva Zelanda. Todos ellos descendientes de Manuel José de Frutos.
“Whakapapa”
Un proverbio maorí reza: “Sólo al conocer tu genealogía puedes clavar tu lanza en la tierra y tener un futuro”.
Los Paniora desconocían el origen exacto de su ancestro. Es importante aclarar que estar en contacto con las tierras de tus ancestros es un elemento fundamental en la tradición maorí. Los maoríes se ven a sí mismos como un pequeño eslabón en una cadena infinita que les conecta con su pasado, con su tribu, con su familia y con su tierra. Esto es lo que conocen como “whakapapa”.
De ahí que averiguar cuál era el origen de su abuelo era una parte esencial para la construcción de su propia identidad. Y desconocer el germen de su larga línea genealógica constituía toda una crisis de identidad, que llevaba -incluso- a la vergüenza. Pero Manuel José únicamente dejó un olivo que plantó hace más de 150 años, anécdotas sobre una tierra lejana llamada Segovia y muchas preguntas sin responder.
En 1980, el historiador Bob McConnell y su mujer Vivienne (una de las descendientes directas de Manuel José), comenzaron el arduo trabajo de dejar por escrito todo aquello que conocían sobre su saga, para que sus hijos no tuvieran el mismo problema y para que su historia no se perdiera en el tiempo. Todas aquellas historias del pasado acabaron conformando un libro, “Ramas de Olivo”.
En su prólogo se puede leer:
“Aunque descendientes de cinco mujeres,
los lazos de esta familia son fuertes,
la sangre española que les diste,
les da un lazo común.
Pero tú todavía permaneces en las sombras,
un español sin pasado,
un vínculo en Awa Nui,
es donde tu olivo permanece firme”
A pesar del enorme agujero en su whakapapa, los Paniora siempre han estado orgullosos de su herencia hispánica. En 1981 decidieron organizar un reencuentro familiar para celebrarla.
Alrededor de 4.000 miembros de la familia de toda Nueva Zelanda acudieron a la cita en el pequeño pueblo costero de Tikitiki, dónde montaron toda una fiesta al más puro estilo español.
Una cabalgata de carrozas decoradas con algún motivo remotamente español, tortilla de patatas, un encierro con unos bueyes que no parecían demasiado interesados en perseguir a nadie y un baile donde todos se vestían con trajes al estilo sevillano o -en su defecto- con ponchos peruanos y sombreros mexicanos.
No se trataba de ser fieles con la tradición española, sino -simplemente- celebrarla.
“Es importante para nosotros ser Panioras y escuchar lo que nuestros abuelos nos han dicho, que era que recordáramos nuestra herencia española. Ellos estaban muy orgullosos y nos contaron muchas veces todo lo que nuestro ancestro José Manuel pasó al llegar a Nueva Zelanda. Durante mi infancia, España era esa tierra con la que sueñas y a la que nunca has logrado ir”, expresa uno de los asistentes.
Esta herencia española es algo que también se refleja en el diseño de su escudo familiar. En él se representa un castillo, una rama de olivo y varias franjas quebradas de color rojo y gualda. Todo ello rodeado por una inscripción que reza: “Adelante para siempre”.
Una periodista neozelandesa llamada Diana Burns -intrigada por la historia de los Paniora- decidió poner fin al misterio sobre su whakapapa. Se puso en contacto con los ancianos del clan y trató de sonsacarles todo lo que se les ocurriese.
No consiguieron recordar gran cosa. O así fue hasta que la tía Suey, una de las más veteranas de la familia, recordara una pista importante: “Mi padre decía que Manuel José era segoviano y venía de Valverde”.
En el año 2006, Diana Burns consiguió lo que parecía imposible: encontró la partida de bautismo de un tal Manuel José de Frutos Huerta en la Iglesia del único Valverde de Segovia: Valverde del Majano.
“Aprendiendo a ser españoles”
“En el verano de 2007 vinieron 17 personas. Nada más pisar Valverde besaron el suelo, nos saludaron con la nariz (su saludo típico) y dándonos su aliento; estaban muy emocionados”, rememoraba Santiago Ayuso García, uno de los vecinos de Valverde del Majano entrevistado por Sputnik.
Después de que Diana Burns consiguiese desvelar aquello que llevaban tanto tiempo buscando, varios paniora emprendieron un largo viaje, literalmente, al otro extremo del mundo: España. En Villaverde del Majano fueron recibidos por el rey Juan Carlos I, conocieron a alguno de sus familiares más lejanos y obsequiaron al pueblo con dos piedras de jade. Los Paniola -al fin- pudieron “clavar su lanza” y respirar.
Uno de los miembros de la expedición fue Edda McCabe, que explicaba: “ahora es cuando hemos empezado a comprender lo que significa ser un paniora. Estamos aprendiendo a darnos permiso a ser españoles”.
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