Viajes
Tokio, la puerta de entrada a Japón más exótica y palpitante
En esta ciudad, el pulso frenético de la modernidad se entremezcla con la serenidad de su cultura milenaria y resulta, literalmente, fascinante
Exótica, inmensa, palpitante y muy bella. Así es Tokio, el principal punto de entrada a Japón para el viajero y uno de los destinos más emocionantes de visitar en el mundo. En ella, el pulso frenético de la modernidad se entremezcla con la serenidad de sus raíces milenarias. La capital japonesa resulta, literalmente, fascinante.
Como curiosidad, para aquellos que tengan en su lista de «obligados» del 2024 Tokio, el otoño es para muchos japoneses la mejor época del año. Lo consideran la estación perfecta para pasear por jardines y visitar los santuarios y templos. Además, esta temporada es fabulosa para los amantes de la gastronomía, ya que se considera «la estación de la comida», repleta de cosechas y sabores que dan vida a los platos más emblemáticos del país. Así que, ¿por qué no preparar un viaje a Japón este otoño? Aunque diciembre también es maravilloso.
Sí, diciembre ofrece la oportunidad de descubrir una faceta aún más especial de Tokio. Y es que sin el significado religioso que tiene en otros países, Japón celebra la Navidad de una forma muy particular, pudiendo disfrutar de mercadillos o del espectáculo de fuegos artificiales que hay todos los sábados de diciembre sobre el puente Rainbow, en Odaiba. Y si se quiere una manera más tradicional de celebrar el fin de año, una magnífica opción es acudir a un templo, como el de Zojoji, junto a la torre de Tokio, para escuchar las 108 campanadas budistas en la ceremonia llamada Joya no Kane.
Más allá de atractivos temporales, Tokio invita a explorar cada uno de sus barrios, descubriendo no solo un mosaico urbano, sino una compleja red de historias, estilos de vida y tradiciones. Desde los distritos más bulliciosos hasta los rincones donde el tiempo parece haberse detenido, cada zona ofrece una experiencia única.
Shibuya, por ejemplo, es el epítome de la modernidad. Su famoso cruce, en pleno centro de Tokio, es una imagen icónica. Aquí, las luces de neón, los centros comerciales de última generación y los cafés de estilo futurista dominan el paisaje. Pero a medida que uno se adentra en sus calles, también se encuentra con parques, como el maravilloso Yoyogi Park, y santuarios escondidos entre los rascacielos, como el santuario Meiji, que, rodeado de preciosos jardines, recuerda que en Tokio el pasado nunca está demasiado lejos del presente.
Cerca de allí, Harajuku es el paraíso de la cultura pop y de la moda juvenil. Las calles de este barrio parecen un desfile constante de tendencias extravagantes, donde la creatividad no conoce límites. A pocos pasos, Omotesando ofrece una cara diferente: una elegante avenida arbolada que alberga boutiques de lujo y arquitectura moderna. Pero la diversidad no termina aquí. Asakusa, al noreste de la ciudad, lleva de vuelta a un Tokio ancestral, donde el templo Sensō-ji, el más antiguo de la capital, se alza majestuoso, rodeado de tiendas tradicionales y vendedores ambulantes que ofrecen dulces típicos.
Entre todo este dinamismo, Tokio también sorprende con sus espacios de calma. En pleno centro, el Palacio Imperial y sus jardines proporcionan un respiro de la agitación urbana. Aquí, entre senderos cuidados y estanques tranquilos, se siente el peso de la historia y el legado de la familia imperial. Otro refugio de paz se encuentra en los jardines de Rikugien, diseñados a finales del siglo XVII. Este jardín paisajístico, lleno de estanques y colinas artificiales, es un testimonio de la filosofía japonesa de encontrar la belleza en cada detalle de la naturaleza.
Si se habla de barrios que muestran otra faceta de Tokio, Akihabara no puede quedarse fuera. Este distrito es el epicentro de la cultura otaku, un lugar donde los fanáticos del manga, el anime y los videojuegos encuentran su paraíso. Los enormes edificios están repletos de tiendas especializadas, y la tecnología es la indiscutible protagonista.
Y un apunte para los foodies. Desde los pequeños restaurantes de ramen en las estaciones de tren hasta los elegantes bares de sushi en Ginza, cada comida es una aventura para los sentidos. En el mencionado distrito de Shibuya, por ejemplo, hay una infinidad de izakayas, locales donde los sabores tradicionales japoneses se mezclan con el ambiente moderno de la ciudad.
Nikko, un refugio de historia y naturaleza
Para aquellos que desean una pausa de la intensidad urbana, Tokio ofrece escapadas cercanas que deslumbran por su belleza natural y su importancia histórica. Nikko, situada a menos de dos horas en tren, es una joya escondida entre montañas y bosques, y una opción ideal para hacer una excursión.
Esta pequeña ciudad alberga uno de los conjuntos de templos y santuarios más impresionantes de Japón, incluido el famoso santuario Toshogu, en cuyo mausoleo descansa el shogun Tokugawa Ieyasu. Las decoraciones intrincadas, su opulente belleza y la atmósfera mística de este lugar, rodeado de antiguos cedros, ofrecen un contacto singular con la espiritualidad japonesa.
El santuario Futarasan, aunque menos espectacular que el anterior, también merece la pena visitarlo. A este complejo fundado en el año 782 pertenece el puente Shinkyo, que es para muchos uno de los puentes más bonitos de Japón, por lo que pasear por él se antoja también como un must en una visita a Nikko.
Mención especial merecen las cascadas de Kegon, que ofrecen una vista imponente con su caída de casi 100 metros, rodeada de una bella puesta paisajística que enmarca la escena. Un recordatorio de la majestuosidad de la naturaleza japonesa, que parece siempre estar al alcance, incluso cuando uno se encuentra a menos de dos horas de una de las ciudades más pobladas del mundo.
Tokio es, en definitiva, un destino que desafía las expectativas. Una bella y fascinante puerta al continente asiático. ¡Prepare las maletas y déjese sorprender por la indiscutible magia de Japón!
✕
Accede a tu cuenta para comentar