Celebración
Málaga: Luz entre los pasos acartonados de Picasso
Palomas, minotauros y faunos se colaron en la prolija obra de Picasso. En el 50 aniversario de su muerte, descubrimos los rincones de su ciudad natal e incluso la tapa de chivo malagueño más premiada: está en el hotel Molina Lario
Allí está, tan quieto y menudo, junto a varias fotografías antiguas en blanco y negro y una nota manuscrita de su hija Maya Picasso que reza con letra redondeada: «Este zapato de niño: me lo regaló mi padre como recuerdo de sus días en la Plaza de la Merced por la importancia que para él tenían los primeros pasos». El tiempo, sin duda, ha momificado la textura original que uno imagina tras una de las vitrinas que se ubican, junto a obras y objetos personales, en su Casa Natal declarada, en 1983, Monumento Histórico-Artístico de Interés Nacional. Ahora, solo y desparejado, con una dureza que a simple vista transforma las zapatillas de punta de las bailarinas que retrató en una anécdota, el pequeño zapato es, a la vez, paradoja y memoria: cuesta imaginar que esta miniatura, aparentemente acartonada, encorsetara los primeros pasos del niño Picasso en Málaga. Una ciudad que le marcó profundamente hasta su muerte en la localidad francesa de Mougins, un 8 de abril de 1973. Una ciudad que le inspiró y a la que, desde 1901, nunca volvió. Tenía 20 años.
Como si de un puzzle cubista se tratara, Málaga encaja con mimo todas las piezas para rendir homenaje a su artista más universal. Hasta finales de 2023, año en el que se recuerda el 50 aniversario del fallecimiento de Picasso, la capital andaluza comparte una colorida paleta de actividades culturales, musicales, expositivas y gastronómicas. Con el marco incomparable del Mediterráneo y reinventada desde hace dos décadas, con firmes zancadas y de la mano de iniciativas museísticas de primer nivel, la urbe fundada por los fenicios repasa la trayectoria vital y creativa del que muchos llaman genio. La muerte, lejos de ser oscuridad y contradicción, ilumina con avidez los rincones en los que duerme la infancia del precursor del cubismo.
Desde principios del pasado siglo, firmaba sus obras como Picasso. Simple y llanamente, Picasso. No obstante, el polifacético artista, nacido el 25 de octubre de 1881, era bautizado en la céntrica parroquia de Santiago como Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz Picasso. Un nombre generoso, tal como fue la producción artística que concentró en disciplinas tan diversas como la pintura, la escultura, el grabado, el dibujo, la cerámica e incluso la escenografía para los «Ballets Russes» de Diághilev (su futura esposa Olga Khokhlova fue una de las integrantes del cuerpo de baile) y para los llamados «Soirées de Paris». Los números hablan por sí solos: más de 13.000 pinturas y cerca de 100.000 grabados y obras gráficas llevan su sello. Lo cierto es que es una delicia pasear por la Málaga del siglo XXI, donde una atmósfera de contrastes recuerda la que se respiraba a finales del siglo XIX, cuando la burguesía emprendedora contaba con más de 150 fábricas en marcha. Si se persigue la estela de Picasso, el recorrido tiene varias paradas obligadas. Entre ellas, el número 15 de la Plaza de la Merced (en aquel entonces el 36), donde era habitual encontrar al pequeño Pablo desafiando con un lápiz los límites de la realidad. Una escultura en bronce, frente al portal, permanece entre el rumor breve y monótono de las palomas. La Plaza de Toros La Malagueta, un universo de simbología que inmortalizó el artista.
Y, cómo no, el Museo Picasso, la institución que cumple uno de sus deseos: que parte de su obra estuviese presente en la ciudad donde nació. Christine Ruiz-Picasso culminó la voluntad de su suegro y, en la actualidad, visitantes de todo el mundo admiran las 285 obras que reúne la colección MPM y que abarca una amplia variedad de estilos, materiales y técnicas.
Paradas gastronómicas
Las paradas gastronómicas no pueden faltar en esta ruta. El Pimpi es, desde hace más de 40 años, uno de los locales con más solera de Málaga, un punto de encuentro de cine para locales y foráneos entre tapas y vinos de la tierra. Su duende, antes de que apareciera en escena Antonio Banderas, se debe a los primeros dueños, los cordobeses Pepe Cobos y Paco Campos; y, su nombre, a un personaje popular malagueño, un vividor que ayudaba, dicen, a las tripulaciones y pasajeros de los barcos que atracaban en su bahía. Gloria Fuertes creó en sus muros las tertulias literarias «Viernes de Gloria» y, entre el encanto de sus hechuras (palomar incluido), se ha rodado parte del «Camino de los Ingleses» o «El joven Picasso».
Si las barricas firmadas por celebridades de los cinco continentes ofrecen un plus al local, la tiza es la curiosa herramienta para llevar bien las cuentas en la Antigua Casa de Guardia, una de las tabernas más antiguas de la ciudad. Fundada por José de la Guardia, caballero español con el título de Gobernador de Segovia, elabora desde 1840 vinos dulces y secos. Como es de suponer, las variedades Pedro Jiménez y Moscatel no faltan en sus viñedos de los Montes de Málaga y su famoso «Pajarete» en las comandas de sus clientes, tampoco. En el vecino Mercado de Atarazanas, construido sobre el solar que albergó el principal astillero nazarí de la zona, se pueden degustar sabrosas carnes, chacinas, pescados y mariscos frescos de diferentes zonas pesqueras. Los boquerones y el espeto de sardinas, un clásico malagueño, esperan frente al mar, concretamente en el Chiringuito Las Palmeras. Y el desayuno más curioso que uno se pueda imaginar, en La Recova.
Picasso también se come
«Siempre miro las pinturas –buenas o malas– en las barberías, en la decoración de los almacenes, en los hoteles…», decía el artista. En el corazón de Málaga se encuentra el Hotel Molina Lario. Desde sus coquetas habitaciones y su azotea con piscina se observa «La Manquita», el término cariñoso con el que los malagueños han apodado esta catedral inconclusa a la que le falta una torre. Además de su excelente situación cerca del puerto y de la conexión con el aeropuerto, AVE y estación de autobuses, este cuatro estrellas superior es, sin duda, mucho más que un retiro para abandonarse tras un día memorable.
Tal y como señala su directora, Myriam Ortiz, una de las cualidades de este hotel de 103 habitaciones, ubicado en un edificio rehabilitado del siglo XIX, es la de saber escuchar el latido urbano de la ciudad: un crisol cultural, tradicional y actual, donde aún perduran vestigios romanos o árabes. Su sabor auténtico se puede descubrir en el restaurante Matiz, abierto a huéspedes, visitantes y habitantes. Además de su coctelería de autor, un espectáculo con y sin alcohol que sería imperdonable perderse, su gastronomía mediterránea y Km0 se transforman en arte gracias al chef Pablo Molina y su equipo. Su menú degustación, que los viernes se adereza con música de jazz en directo, también honra a Pablo Picasso. Destaca su particular versión del Bloody Mary y de un gazpacho de lujo. También la puesta en escena de un postre de chocolate blanco, vainilla de Madagascar y cítricos que rompe su silencio monocromático gracias a las intensas pinceladas rojas y rosas de sus frutos: un recuerdo evidente a la época rosa del genio. En el restaurante es famoso su canelón gratinado con portobello laminado y jugo trufado, premiado como el mejor plato de Chivo Malagueño 2022 de toda la provincia. Una experiencia «foodie» única que nos recuerda que los faunos, seres mitológicos mitad hombre y mitad cabra, siguen danzando en el mundo de dualidades, y pasiones, que con tanta maestría inmortalizó Picasso.
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