Hotel boutique
La Casa Palacio Sagasta, un viaje seductor a la edad dorada de Cádiz
Esta propiedad se ha reconvertido en un precioso hotel boutique de tres plantas que acogen 38 habitaciones
Los viandantes no pueden evitar detenerse a contemplar su fachada. No solo deslumbra su arquitectura, sino también la historia que reposa sobre los pilares de este edificio, ubicado en el corazón de Cádiz. Acorde con el título de la ciudad más antigua de Europa Occidental, la Casa Palacio Sagasta, reconvertida hoy en uno de los hoteles boutique más exquisitos de la capital, supone un viaje a la edad de oro de «la Tacita de Plata» e invita a recorrer su pasado a través de sus paredes y gozar de la tranquilidad que se respira en el interior.
Nada más adentrarnos en el Hotel Áurea Casa Palacio Sagasta, inaugurado hace poco más de un año, tras casi un lustro de reforma, nos topamos con la única escalera imperial de la ciudad. Una impresionante construcción de 1860 que guarda la esencia de antaño, así como el mármol y la bóveda que la custodia, que son las originales restauradas. Estas conducen hacia las habitaciones distribuidas en tres plantas. Y es que esta propiedad de mediados del siglo XVIII era, en pleno auge del comercio de Indias, cuando Cádiz se erigía como uno de los puertos más importantes de Europa, una de las principales casas de cargadores. De hecho, tiene su propia torre mirador, desde donde se divisaba la llegada de los navíos cargados de productos de la otra orilla del Pacífico.
Exclusiva torre mirador
Pues bien, las tres plantas que ahora acogen a las 38 habitaciones de este hotel eran entonces las estancias del «business» con las Américas. La primera planta estaba dedicada al comercio puro y duro; encima estaban las oficinas y dormitorios, y arriba, el servicio. Hoy las últimas plantas son las más solicitadas, incluso la que se ha creado en el interior de la torre mirador, una suite con dos plantas y una terraza con unas vistas de impresión. Dense un lujo si pueden y resérvenla. Está muy solicitada, eso sí.
Las habitaciones conservan la esencia de antaño adaptada a las comodidades del siglo XXI, muchas más de las que disfrutó el embajador británico y hermano del Duque de Wellington, Sir Richard Wellesley, quien residió en este edificio durante la época en que acogió al consulado y embajada británica en Cádiz, hasta finales del siglo XIX. Las paredes «hablan» y, si no lo creen, busquen tras la puerta principal de entrada, donde se esconden azulejos de hace casi tres siglos.
La fachada del hotel, hecha de piedra ostionera (típica de Cádiz, de tacto áspero y poroso y compuesta por moluscos), luce peculiares balcones de «panza», denominados así por su curiosa forma abombada. Estos balcones fueron diseñados para acomodar los voluminosos miriñaques que usaban las mujeres de la época, permitiendo que salieran al balcón con mayor comodidad.
Este hotel, que bien podría ser un museo, relata la historia de Cádiz, su edad de oro y la riqueza que aún conserva esta ciudad.
✕
Accede a tu cuenta para comentar