Papel
Joe Strummer se enamoró de la luz y de los garitos de Granada en los 80. A ella llegó casi sin querer. Lo hizo para reencontrarse con la inspiración que tanto explotó en aquella década y que recuperó tras un par de caminatas por sus calles. Algo que le devolvió a golpe de acorde. Spanish bomb, del disco London calling, es su particular homenaje. “Granada, oh ma corazón”, recoge su letra. Y, en el fondo, no le falta razón. Su pequeño músculo quedó prendado de una ciudad que le devolvió la ilusión por seguir creando. Pero no solo de ella, sino también de Federico García Lorca, del rock que se hacía en los suburbios y de los pimientos del restaurante Casa Juanillo. Porque sí, allí, en mitad del barrio del Sacramonte, la inspiración siempre llega con el estómago lleno y la cabeza repleta de experiencias.
El músico londinense aterrizó en la ciudad de la Alhambra en 1984, tras el fracaso de su último disco, un desastre de público y crítica. Además, después de romper con su guitarrista, Mick Jones, se llevó una sonora reprimenda de sus fans. En cambio, hoy, 17 años después de su muerte, este hijo de diplomático de corazón punk, nacido por las circunstancias en Ankara y londinense de adopción, ha regresado de manera simbólica a la villa que amó y que descubrió atraído por la figura del autor de La casa de Bernarda Alba. Y lo hace dando nombre a una de plazas ubicadas en el corazón del Realejo, la antigua judería de la ciudad que está formada por un gran entramado de calles con sabor propio y una vida vecinal muy activa.
A él se llega bajando desde la Alhambra, paseando por intrincadas callejuelas salpicadas por carmenes y casas encaladas. También, por la puerta del Sol, el antiguo lavadero que aún se conserva como testigo del pasado. El Campo del Príncipe es un lugar de reunión por excelencia, especialmente en fechas importantes durante la Semana Santa o en el Día de la Cruz. En su centro se halla el granadino Cristo de los Favores, una estatua muy venerada entre los locales por la creencia de que libró a los habitantes del barrio de la peste que azotó la provincia en el siglo XVII, siendo el Realejo el único que se libró. Muy cerca se levanta otro mito: la iglesia de San Cecilio. Según la tradición oral, ésta se construyó sobre los cimientos de un antiguo templo visigodo, con la misma advocación, que se mantuvo abierto en la época musulmana. La mayoría de los investigadores coinciden en que esta tradición no tiene fundamento histórico. Sin embargo, parece que la parroquia está construida junto a una sinagoga abierta en época árabe.
De bares y tabernas
En el Realejo se encuentra también un espacio lúdico que seguro que le gustará al visitante más gastro: aquí se concentran gran cantidad de bares y tabernas con muchas de las especialidades de tapas granadinas que se hacen más agradable de degustar en verano en las frescas terrazas a la sombra de los árboles. El descenso por sus calles, además, obsequiará con la visión de palacetes como La Casa de los Tiros, del siglo XVI, con fachada de piedra y torreón rematado con almenas; el Palacio de los Condes de Gabia, un caserón nobiliario de principios del siglo XIX; o la Iglesia de Santo Domingo, fundada por los Reyes Católicos en 1492. A las que se unen el Alcázar del Genil, del siglo XIII y de estilo almohade; o el Carmen de los Mártires, desde donde partió Boabdil para entregar las llaves de la ciudad en 1492. Si se continúa hacia la calle San Matías, se pueden contemplar otros tantos edificios tan interesantes como la Antigua Capitanía, el Convento de las Mercedarias, la Casa del Gran Capitán y la Iglesia Imperial de San Matías, que le da el nombre a la calle y, al final, la Plaza Mariana.