Logroño
Una cornada y tres trofeos en Logroño
Ureña corta dos orejas y Del Álamo, mientras Adame recibe una cornada "grave"en el gemelo izquierdo
Logroño. Segunda de San Mateo. Se lidiaron toros de Torrehandilla y dos (5º y 6º) de Torreherberos, descarados de pitones, pero sin remate atrás. El 1º humilla, flojo y complicado; el 2º, al paso y orientado; el 3º, noble, con clase y justo de poder; el 4º, deslucido; el 5º, movilidad sin entrega; y el 6º, noble, manejable y con lo justo. Más de un cuarto de entrada.
Paco Ureña, de tabaco y oro, estocada (oreja); pinchazo, bajonazo, descabello (silencio); buena estocada (oreja). Joselito Adame, de tabaco y oro, herido, pinchazo, estocada defectuosa, dos descabellos (ovación). Juan del Álamo, de rosa palo y oro, estocada (oreja); pinchazo, estocada (silencio).
Parte médico de Adame: «Cornada de 15 centímetros en el gemelo izquierdo que provoca gran destrozo muscular, se realiza reconstrucción de la zona, sutura y drenaje». Pronóstico «grave».
Fue irse las figuras y venir el toro. El toro de cara, el remate de atrás fue otra historia. Igual a la tercera va la vencida. O no. Por el momento, el mexicano Joselito Adame salió mal parado. Tanto que hizo el gran esfuerzo de matar al toro, el segundo, a pesar de estar herido y de ahí a la enfermería. Y a la vuelta le esperaría el hospital. No había vuelta atrás. El toro lo había cantado. Venía al paso, cruzado, midiendo y orientado. Y le cazó. Paco Ureña se quedó con tres. Y salió mentalizado de darlo todo. Quedaba libre el hueco, la sustitución, más torero dicho del día siguiente de Enrique Ponce. Con el sexto, que resultó noble, irregular y justo de poder, hizo bueno el embarque del muletazo. Luego según componía o descomponía el de Torreherberos se resolvía la faena. El estoconazo fue de premio. Con delantales paró a su primero, que ponía la cara muy abajo, justo de fuerzas y con complicaciones cuando el torero se puso al natural. La faena tuvo irregularidades pero contó siempre con el afán y una estocada brutal. El deslucido cuarto dejó poco espacio para el lucimiento.
Juan del Álamo tuvo momentos brillantes con el tercero. Y al natural más hondo y profundo. Se entendieron muy bien ambos. Fue éste el toro con más clase, aunque con la fuerza contenida también. En esa ecuación Del Álamo firmó muletazos de mucha entidad, de más empaque y resolución lenta. Asentado y con poso. A lo que sumó la espada. La movilidad del quinto no tuvo como compañía la entrega, se defendía por arriba y ahí tampoco Del Álamo encontró el sitio cómodo. Dos y uno. Los trofeos. Más una cornada para el mexicano. Y una sustitución en el horizonte.
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