Madrid
Un reencuentro y un milagro
Espectacular cogida a Pablo Aguado en una tarde de poco juego en la Feria de Otoño
Espectacular cogida a Pablo Aguado en una tarde de poco juego en la Feria de Otoño
Las Ventas (Madrid). Primera de la Feria de Otoño. Se lidiaron novillos de El Tajoy La Reina. 1º, noble y paradote; 2º, bis, de buena condición pero el fuelle justo; 3º, noble, desigual y parado; 4º, movilidad y repetición pero de rebrincada arrancada; 5º, sobrero de Ave María, humilla pero de corta embestida; 6º, parado y a menos. Más de media entrada.
Manolo Vanegas, de corinto y oro, estocada (silencio); estocada corta (saludos).
Pablo Aguado, de verde botella y oro, estocada trasera y desprendida, aviso (saludos); estocada, aviso (saludos).
Rafael Serna, de azul y oro, pinchazo, estocada (silencio); metisaca, dos pinchazos, descabello (silencio).
Con el verano pegado a la piel que se resiste a irse, comenzamos la novillada de Otoño. La última en la era Taurodelta, después de 12 años al frente de la Monumental de Las Ventas. Se dio un reencuentro, de mucho sentimiento y pocas palabras. Volvía Rafael Serna a la plaza de Madrid, donde hace justo tres meses un novillo le partió la femoral al entrar a matar. Se dice pronto, se sufre mucho después. Pisó Las Ventas de nuevo y atravesó el ruedo de lado a lado para brindar a don Máximo García Padrós, las manos salvadoras. Las manos de otro planeta que encuentran vida al filo de la guadaña. Luego el toro no dio para muchas luces, noble pero desigual y con el ímpetu bajo. Ese novillo con el que se mostró largo de oficio y con las ganas intactas. No valió para el éxito pero quizá se saldaron sus cuentas internas, la de los miedos, el regreso al lugar donde fue herido de mucha gravedad. El sexto, paradote hasta el infinito, no dejó huecos a grandes aspiraciones y su voluntariosa faena vino después de un tercio de varas para no recordar.
Corrió turno Pablo Aguado en segundo lugar y el banderillero Ángel Gómez se desmonteró después de soplarle dos pares soberbios. En la puñetera cara clavó. Solidez y buen concepto mostró Pablo Aguado ante el novillo, que tenía nobleza, pero le faltaba fuelle para que aquello trascendiera. El cierre de faena fue buenísimo: ayudados y el del desprecio...Sabor a torero bueno. El infierno transitamos con el quinto. Aguado le esperó de rodillas en el centro del ruedo y le pegó un farol. Al segundo ya no hubo lugar, se quedó vendido en la cara con toda la furia del animal recién salido de toriles. Le volteó, empujó, pisoteó y de milagro no tuvo que intervenir Padrós. Volvió Aguado sin pensárselo dos veces. Ya era mucho con lo que llevaba en lo alto y se le vio aturdido hasta el final de faena. Se movió el toro, punto tardo, con la virtud de descolgar en la embestida, pero le faltó un tranco para rematar el viaje y se quedaba corto. Aguado quiso, cumplió y dejó la impronta de su buen concepto y se fue largo en el tiempo para el material que tenía delante.
El venezolano Manolo Vanegas pisó Madrid de nuevo con afán de éxito. Otra cosa fue donde le puso luego la realidad. Solvencia y oficio mostró con un primero, noble y parado. Lo contrario tuvo un cuarto, que gozó de movilidad e incluso repetición, pero lo hacía con un punto de violencia y le costaba irse del muletazo. De rodillas comenzó Vanegas con dos faroles y así volvió a hacerlo en el preámbulo muleteril. No volvió la cara, aguantó cuando el novillo se metía por dentro o paraba. A la altura de las circunstancias. Unas circunstancias que acabaron por devorar la tarde.