Santander
Un gran Caballero al borde de la tragedia y Bautista de la estética
El madrileño resultó cogido de manera espeluznante y el francés abrió la Puerta Grande de Santander
El madrileño resultó cogido de manera espeluznante y el francés abrió la Puerta Grande de Santander
- Santander. Sexta de feria. Se lidiaron toros de El Tajo y La Reina, bien presentados. El 1º, manejable aunque de corta arrancada; el 2º, noble pero le falta un tranco y a menos; el 3º, muy complicado; el 4º, de buena condición pero a menos; el 5º, apagado; el 6º, movilidad pero rebrincado. Tres cuartos de entrada.
- Juan Bautista, de teja y oro, pinchazo hondo, cuatro descabellos (silencio); buena estocada, descabello (oreja); bajonazo (oreja).
- David Mora, de purísima y oro, estocada desprendida (vuelta al ruedo); estocada (saludos).
- Gonzalo Caballero, de caldera y oro, estocada y herido, vuelve y estocada y le coge. Descabello de Bautista (silencio).
Parte médico de Gonzalo Caballero: «Traumatismo por asta de toro en la extremidad inferior derecha cara interna con un trayecto de 10-12 cm que interesa espacio subcutáneo y aponeurosis muscular. Asimismo herida incisa en la cara anterior del quinto dedo de la mano izquierda. Lo trasladan a la clínica Mompía».
Por eso se sufre tanto miedo. En el pre, las horas antes, los días previos a vestirse de torero. Por eso el miedo es tan íntimo. Tan de verdad esta profesión maltratada a la que muchos son llamados y pocos los elegidos. Por la brutalidad de las emociones, por la exigencia de saber que aunque el toro te pida la vida hay que dársela. Por saber que aunque ese toro, que era el tercero de la tarde de Santander, se cruzara tres o cuatro veces en el capote de uno de los banderilleros a lo bestia, a las claras, sin dejar lugar a dudas, había que ponerse con la muleta como si fuera un bendito. Y no lo era y eso que logró Gonzalo Caballero que lo pareciera. Y luego anda el destino y la suerte que lo envuelve todo, endiablada a veces, contaminando los azares de la vida. Gonzalo venía a Santander a exprimir su oportunidad que de eso andamos escasos en esta lucha titánica y lo hizo hasta dejarse la piel, con la sombra alargada de Víctor Barrio que nos persigue a muchos y duele, y dolerá en el tiempo el sacrificio... Se puso Caballero, que brindó el toro a Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón, con el aplomo inaudito del que quiere más allá de lo que la cabeza le dice y así no tardó en llegar la primera cogida; iba ligero el toro y de pronto a diez centímetros del cuerpo paraba en seco, hasta que le prendió. Le dejó ahí una cornada envainada. Se repuso sin un aspaviento, que esas cosas quedan para otros, y se entretuvo en meterle en vereda por el pitón izquierdo, que por ahí se abría más el animal. Conquistó al toro y al público. Hasta que se perfiló a entrar a matar y enmudecimos todos después de los gritos, lo zarandeó a su antojo y camino de la enfermería se lo llevaron medio ido. El susto fue importante. En lo que nos reponíamos, entonces sí que el silencio era sepulcral, volvió a la arena, a esta arena negra inconfundible, y volvió a entrar a matar al toro y tampoco perdonó metiéndolo el pitón por sus partes nobles. Sangraba aquello. Había pagado Gonzalo Caballero un precio alto para tan digna actuación. Tiempo después llegaron noticias tranquilizadoras de la enfermería.
El toro de mejor condición se lo llevó Juan Bautista justo después para bajarnos revoluciones a todos. Le cortó un trofeo después de una brutal estocada recibiendo y una faena entonada y de oficio. El toro de Joselito tuvo buena clase aunque le faltó algo de fondo. En esa misma línea un sexto con el que anduvo resolutivo y alternó pasajes más vulgares con otros templados y una estocada baja que le abrió la Puerta Grande. Antes, se las vio con un primero de media arrancada, con el que anduvo ligero.
Con mucha suavidad manejó David Mora la capa en el segundo en el saludo de recibo y lo haría también después. Tiene más sabor este torero en su meritoria vuelta. Se le vio con la muleta, relajado, pleno, dispuesto, en una mezcla que intenta abandonar los lugares comunes y sentirse, ese misterio. Anduvo muy bien con el toro que tenía buena la primera arrancada incluso la segunda pero se desfondaba según avanzaba la historia. Resuelto y a la altura Mora. El quinto se apagó tan pronto que no dejó resquicios más que para justificarse. El susto gordo nos lo habíamos llevado con Caballero, qué profesión ésta, qué emociones.