Feria de Bilbao
Madrid, estrepitoso ridículo
Victorino lidió una dura y difícil corrida que contó con el beneplácito del público y en contra de los toreros
- Las Ventas (Madrid). Vigesimoséptima de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Victorino Martín, bien presentados, despampanantes de cabeza El 1º, manejable por el derecho; 2º, movilidad sin claridad, desigual y sin entrega; 3º, fiero, con mucha agresividad y desarrolla pronto; 4º, noble, a media altura y sosote; 5º, fiero, sin humillar y a la defensiva, malo, como el 6º, que rebañó el viaje desde el principio. Lleno en los tendidos.
- Uceda Leal, de catafalco y plata, pinchazo, estocada (silencio); pinchazo, estocada (algunos pitos).
- Antonio Ferrera, de tabaco y oro, pinchazo, estocada, aviso (palmas); cuatro pinchazos, bajonazo (pitos).
- Alberto Aguilar, de turquesa y oro, dos pinchazos, estocada corta (saludos); siete pinchazos, media, dos descabellos (silencio).
Parte médico Manuel Rubio: Herida en la región perineal de 15cm., que contusiona uretra y recto. Y luxación de rodilla con rotura de ligamento cruzado anterior y posterior.
La noche y el día vivimos ayer y antes de ayer, sin ir más lejos. Si el jueves transitamos una tarde de Puerta Grande justa y una gran corrida de toros, lo de ayer fue como para salir derecho al psicólogo. Algo anda mal en las cabezas o en los corazones. Estamos empeñados no sé si desde hace años o siglos en separarnos en dos zafarranchos de combate que tienen la intención de ser irreconciliables, los toristas o los toreristas, o algo así. Es tan ridículo desde el punto de partida que nos deja con el trasero al aire a las primeras de cambio. Pero así es. Cuando el toro es la base y lo es siempre, el eje que mueve todo, por el que se paga, por el que se muere, por el que se pasa miedo siempre y cuando haya un torero capaz de estar ahí. Ayer a Madrid le pasó factura las puñeteras etiquetas. Un día tendríamos que hacer la prueba, que abran toriles a ciegas, sin saber, hay hechuras que delatan desde luego, pero mucho más las ideas preconcebidas, el posicionarse sí o sí sin abrir los ojos, sin ver lo que está pasando en un ruedo, en ese momento, en ese instante, en el escenario de Madrid, nada menos, ya sea la corrida de Victorino, que fue dura, violenta y agresiva, la de El Puerto del día anterior o los muchísimos tostones que nos tragamos día tras día. Apuesto por la variedad de encastes, y creo que es más sano para la Fiesta; vivir en el reduccionismo es una necedad, pero con los ojos bien abiertos ante unos y otros. La lectura la tenemos bien reciente: Perera se ha ido este año de Madrid con dos triunfos, dos faenones a dos toros antagónicos, uno de Victoriano del Río y otro de Adolfo Martín. Ninguna de las dos mágicas faenas quitaría del mapa taurómaco y ojalá vinieran muchas más. Los toros de Victorino tienen, además, ese punto extra que da la leyenda, ganada a ley y elevada al cuadrado con la fiereza de la corrida de ayer. Ahí se nutre. De hecho nos hizo rememorarnos al pasado y encierros así revalida el crédito del ganadero. Eso es una realidad, que sufrimos también. Pestañear dos veces seguidas era toda una odisea. Como lo fue apuntillar al quinto toro, y si no que se lo digan al tercero de Ferrera que le cogió cuando intentaba hacerlo, Manolo Rubio. En la Fiesta caben mucho tipos de espectáculos, eso es indudable, y así debe de ser, pero sin equívocos. La corrida de Victorino de ayer fue dura, durísima, agresiva, violenta y esa virtud propia de su encaste y que tanto se elogia de sus toros: la de humillar y entregarse en el viaje, no llegó nunca. Sus toros pasaron con decencia por varas, algunos pura fachada, nada de apretar de verdad, y llegaron a la muleta con una virulencia que era incompatible con el toreo moderno. Quedaba la lidia, torearlo sobre las piernas, lo hizo Ferrera con el quinto, que ponía la cabeza por arriba y con intención de llevarse lo que pillara, pero se le pitó. Lo hizo Aguilar con el sexto, cuando le pegó un rebañón con un mensaje claro «a la siguiente no te libras» y estaba de vuelta, ya se había llevado un pitonazo en la mano y en el gemelo del tercero. Fue toro éste con mucho poder, fiereza, agresividad, hizo el esfuerzo el torero y aguantó el tipo mientras el toro se orientaba. Pocos aguantan ese envite. Muy meritorio Aguilar. Intenso el toro y emocionante lo que ocurría en el ruedo. Volcánico vaya. Pinchó y el esfuerzo se fue al traste. Impensable.
Ferrera fue generoso con un segundo, que lo mostró mucho al público y que tuvo millones de dificultades. Debieron ser invisibles porque nos metimos en esa inexplicable espiral de ovaciones al toro, aunque hubiera sido una fiera de otro tiempo y abuchear al torero. En verdad, fallaron las espadas y se resquebrajó la convicción de Uceda con el lote más «amable» de la tarde. Un primero que se desplazaba por el derecho sin querer comprometer a nadie y un cuarto, a media altura, noble y sosote. Y falló Madrid. Victorino inundó ayer la plaza de fiereza, seca y dura. De eso no hubo dudas. Pero de ahí a la bravura hubo un trecho que nunca alcanzamos. El bravo lo es mucho más allá de la divisa que tenga, y el malo también. Y no fue el Siete. Madrid ayer era una. Nada que ver con la del día anterior. Y ni una ni otra. El toreo y la Fiesta están en algún lugar, pero estos días no hay quien la encuentre. El colofón, con almohadillazos, fue un estrepitoso ridículo, como si no hubiera sido ya bastante.
El cartel de hoy
Toros para rejones de Dª Mª Guiomar Cortés para Rui Fernandes, Martín Burgos, Mariano Rojo, Joao Moura, Moura Caetano y Francisco Palha.
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