Pamplona
López Simón, sin números, se lleva la tarde a las bravas
El madrileño sufre una fuerte cogida y corta una oreja con fuerte petición de la segunda; un trofeo se lleva también Castella
Tratábamos de desprendernos del camino efectista que habían encaminado la tarde anterior como quien se sacude el cuerpo molesto todavía, como quien no se encuentra no se sabe muy bien en qué sitio ni en qué hora. Más allá del cobijo barato de la idiosincracia de esta plaza, que volvió a llenarse, qué lujo y qué belleza. Tan rojo. Tan blanco. Tan llena. Tan Pamplona. El cartel apetecía, el comienzo de un tramo con muchos atractivos y como icono ineludible el toro. El tótem intocable y sagrado alrededor del que gira esta Fiesta. La loca Pamplona que recibió a «Hechizo» y sus 575 kilos para comenzar la tarde. La quinta de los sanfermines. Abría plaza Sebastián Castella con un ejemplar irregular en el viaje. No sumaba dos embestidas iguales como el diestro francés no logró igualar en su extensa labor la faena, deslavazada y sin un hilo conductor que sirviera para relatar la historia. Noble fue el quinto. Ni una palabra más alta que otra. Iba y venía sin poner en aprieto ni emocionar lo más mínimo. Exento de poder el toro de la merienda acudió al engaño de Castella, que le metió en vereda por aquí y por allá en una faena por ambos pitones, de largo metraje y pocas emociones. Remató de una estocada caída y rápido efecto. Y paseó un trofeo. Así las cosas, que pasan aquí (y en otros lugares) y no permanecerán más allá de los números.
Desde Algeciras no cruzaba camino con Miguel Ángel Perera. Qué citas tan distintas. De aquella calma a este jolgorio cabían dos mundos y ambos válidos. Pero «Pijotero», a pesar de que tomaba el engaño por abajo que ya es mucho decir, puso muchos peros al toreo al hacerlo con cortedad en el recorrido. Intentó Perera sin entretenerse ni abusar y remató. «Pasajero» fue toro para reconciliarse, si es que fuera necesario, con lo bueno. Encastado el fuenteymbro, pronto en la embestida, en el arranque de motores, acudía muy humillado, con entrega y repetidor. Era un cañón el toro cuando pasaba por ahí con todos sus desafíos, que los tenía, y ese punto de falsedad. La faena del extremeño alcanzó los mejores momentos por la diestra, en algunas tandas, pero no fue faena maciza ni rotunda como otras tardes. Y la espada, como tónica de la tarde, un indeseable imán a los bajos.
Alberto López Simón se las vio con un inválido que nada le dejó hacer. Un tetris era mantenerle en pie y eso no gusta, porque el toreo es otra cosa. O eso se supone. Y la espada fue un horror, porque además el toro hacía cosas raras con la vista, como si se cruzara. La merienda le llevó pronto al olvido. Y el sexto le devolvió los honores después de casi rebanarle el cuello en una cogida espantosa. Se cebó con el torero cuando logró hacerle presa sobre la arena. Se repuso. Sacó todos los arrestos que tenía dentro. Los enfiló todos. Uno detrás de otro. Volvió a la cara del manso y le hizo faena con las armas que tenía frente al animal, dándole a él los adentros. Estuvo inteligente y resuelto y logró, primero con el salvaje viaje a los infiernos y después con su talante, centrar la atención. Palabras mayores aquí. Lo mató en la rectitud y en lo alto. Palabras mayúsculas en la tarde de hoy. Un trofeo concedió presidencia. Lo mismo que a la faena de Castella que, con respeto, se vivió en silencio. No jerarquizar las cosas, en todo en la vida, nos condena a lo mediocre. Y así nos fuimos.
Ficha del festejo:
Pamplona. Sexta de San Fermín. Toros de Fuente Ymbro, bien presentados en su conjunto. El 1º, desigual de ritmo; el 2º, de corta arrancada; el 3º, inválido; el 4º, noble pero falto de casta y poder; el 5º, encastado, entregado y repetidor, buen toro; y el 6º, manso y rajado. Lleno.
Sebastián Castella, de grana y oro, pinchazo, estocada trasera y caída (silencio); estocada caída (oreja).
Miguel Ángel Perera, de turquesa y oro, estocada trasera y baja (silencio); media baja (ovación).
López Simón, de azul pavo y oro, dos metisaca, descabello (silencio); buena estocada (oreja).
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