Huelva
José Tomás, explosión al natural
El torero sale a hombros con López Simón y el recién alternativado David de Miranda, que se reparten ocho trofeos en Huelva
El torero sale a hombros con López Simón y el recién alternativado David de Miranda, que se reparten ocho trofeos en Huelva
Huelva. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, bien presentados. El 1º, de buena condición pero el fondo justo; el 2º, noble y de larga arrancada por el izquierdo; el 3º, rajado y con genio; el 4º, encastado y con mucha movilidad; el 5º, rajado pero repetidor y con mucha transmisión; el 6º, manejable pero rajado y de poca duración. Lleno de «no hay billetes».
José Tomás, de habano y oro, estocada trasera (dos orejas); estocada caída (dos orejas).
López Simón, de fucsia y oro, pinchazo, estocada, aviso (saludos); estocada punto contraria (dos orejas).
David de Miranda, que toma la alternativa, de blanco y oro, estocada (dos orejas); pinchazo, estocada (saludos)
Las cosas, la vida, transcurría sin prisas, como el viaje, casi penitente Madrid Huelva. Qué no contaría yo para llegar hasta aquí. Allá, al sur, bendito sur donde nos arrastró el señuelo tomasista que todo lo llena y colmó una vez más la plaza de toros de Huelva. Repleta, abanicos a mil, sin fin, brisa sin precio a la sombra, las palmas por bulerías, reloj no marques las horas, hasta que a las ocho y doce minutos sonó el clarín anunciador que daba puerta, o casi, al primer toro de la tarde de Victoriano del Río, 492 kilos, decía. 492 kilos de toro con los que David de Miranda, el hasta ese instante novillero de la tierra, se convertiría en matador de toros de manos del "Monstruo de Galapagar". Se jugó las tripas Fernando Pereira con los palos, la barriga, el corazón... mientras el matador nos había quitado el oxígeno en el quite, hubo un lance de volverse loco. Y nos volvimos. Se hizo el silencio después cuando se ofició la ceremonia, la alternativa, el sueño, no sé si dorado, sufrido o ansiado, pero como si quisiéramos oír, pero en verdad, ni el susurro. A gritos habló después De Miranda con la actitud. Queriendo, siempre, cuando se movió el toro, y cuando dejó de hacerlo, que fue pronto. Tuvo buena condición el de Victoriano pero el fondo justo. Golpetazo se llevó en la cara al entrar a matar. A matar o morir. Cuestión de oportunidad. Era el día. El suyo. Dos orejas se llevó y otras dos José Tomás. No era cuestión de trofeos. Tuvo buen aire el capote, magia las chicuelinas y toda una aventura el comienzo de faena de muleta de José Tomás. Estatuarios, sí, pero el momento sublime llegó en el cambio de mano, cámbieme usted el mundo, extraordinario de principio a fin, de tenerlo, lo están buscando. Tuvo nobleza el toro, sobre todo por el pitón zurdo, una larguísima arrancada y se abría una barbaridad. Hubo muletazos soberbios, una trincherilla, aquel natural, pero sin la rotundidad de otras faenas macizas. Y vino el toreo entonces en el cuarto para sobrecogernos. De manual el puyazo de Iturralde. Y sin despeinarse. El toro tuvo casta, movilidad y muchas teclas que tocar. Cambiaba en cada muletazo, toro distinto por uno y otro pitón. Prontitud siempre. Por el diestro movilidad sin entrega, sin humillar y un volcán por el zurdo. Pasaba aquello por allí, un reto, y ahí se fraguó el momento más sublime de la tarde. Esa tanda de naturales, de mano baja, rematados hasta el final, con la fragilidad del atropello, del huracán del toro, esa inmolación que acababa en un suspiro. El toreo era y el toreo fue. También con la diestra, comprometido siempre, sin inmutarse aunque el animal le rozara las ingles y no precisamente porque anduviera mortecino. Emocionó en una faena corta e intensa. Grandiosa mezcla.
López Simón se llevó una joya, léase la ironía, que fue toro rajado y con genio. No regaló uno y el madrileño los buscó en ocasiones en la dirección contraria a la que marcaba el toro. El quinto se rajó pero luego fue una máquina de embestir y con mucha transmisión. La logró el toreo de López Simón en una faena larga pero de mucha conexión por momentos. Se atracó de toro al entrar a matar. De Miranda quiso con un sexto manejable, pero rajado e inconcluso. La tarde tuvo su miga, la explosión había sido al natural. Quedaba claro a estas alturas.
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