Santander
En el fondo y en la forma, un triunfo grande
El Juli, Perera y Roca Rey salen en hombros en la Feria de Santiago de Santander
El Juli, Perera y Roca Rey salen en hombros en la Feria de Santiago de Santander
- Santander. Quinta de feria. Se lidiaron toros de Garcigrande y dos, 1º y 3º, de Domingo Hernández, correctos de presentación. El 1º, protestón y deslucido por falta de fuerza y entrega; el 2º, de buen juego; el 3º, deslucido y complicado; el 4º, movilidad, desigual y agradecido; el 5º, movilidad pero sin clase y con el fuste justo; el 6º, humilla mucho, noble aunque embiste punto por dentro. Lleno.
- El Juli, de verde botella y oro, estocada (palmas); buena estocada (dos orejas).
- Miguel Ángel Perera, de carmín y oro, media estocada (oreja); estocada corta, descabello (oreja).
- Roca Rey, de azul marino y oro, estocada baja, aviso descabello (ovación); estocada (dos orejas).
Tiene Roca Rey más allá de los resultados, que también, el desafío impregnado en su manera de ser, de estar. Y cuando vienen bien dadas, se agradece la buena actitud, pero cuando la cosa se antoja complicada, acongoja con sus 19 años a cuestas. Ni la juventud lo justifica. O echen la vista al pasado. Remoto casi siempre a la desmemoria. El tercer toro de la tarde, que salió con el hierro de Domingo Hernández, hizo cosas raras, suelto y sin acabar de emplearse nunca. Lo intentó retener en el quite con las vueltas del capote y lo sufrió la cuadrilla después. Como si esto no hubiera pasado, borró el back up y comenzó de rodillas en el ruedo. Muero antes. El animal, confuso e incierto, pasaba de cero a cien en velocidad en décimas de segundo para desentenderse al poco, de locos. Y al rato, en cuanto se dio cuenta de que nada tenía que hacer, se vino abajo el animal. Poco quedaba en ese duelo entre el de Domingo Hernández y la mole infranqueable que supone Roca Rey. Se lo pasó entonces por un lado y por el otro, todas las versiones y cerca de los pitones también. La espada se le fue abajo. Pero fue el alimento, de necesitarlo, para que El Juli se comiera el mundo tres siglos y medio después de estar en la profesión con el cuarto, que tuvo movilidad y también sus desafíos. Perfecto anduvo Julián de principio a fin. Agradecido el toro, multiplicado como el pan y los peces en sus sabias manos. Por el derecho le faltaba recorrido al Garcigrande, lo suplió Julián. Le estiró la embestida, qué sé yo, cuántos matices, porque por el zurdo, que viajaba mucho más, logró el efecto contrario y le reducía la velocidad, muy por abajo, despacio. Momentos mágicos, por la cantidad de matices que había en cada muletazo. Y llegó al tendido. Todo eso y la fuerza brutal con la que entró a matar. Dos orejones. El primero le hizo sudar. Por la falta de fuerzas y entrega protestaba y de media arrancada acabó por tener un tercio y en ese cambio, un abismo, claro. Oficio y pundonor apuntó el madrileño.
A las manos de Perera cayó el toro de la reconciliación. La niña bonita. Fue el segundo. Toro pronto, que humilló y con recorrido. Cortó una oreja en una faena correcta, plástica por momentos aunque le faltó ese chispazo inexplicable que eleva las cosas. Justo el que hubo con un quinto que tuvo menos historia. Desarrolló movilidad el Garcigrande pero otra cosa era la clase y otra también la duración, quiso rajarse y poco entregarse en la muleta de Perera. Se lo trabajó el extremeño y entre una cosa y la otra le calzó algún derechazo y el de pecho extraordinario, de largo, profundo y lento. De esos que despiertan hasta al más aletargado. Y ahí fue a parar el otro trofeo que necesitaba para irse de Santander a hombros.
Tuvo el sexto una cosa muy buena que fue humillar mucho y otra que incomodaba más que era embestir por dentro. La faena de Roca Rey tuvo la solidez del querer y la convicción de ajustarse hasta el infinito y más allá en el arrimón final aunque no siempre diera con las teclas más acertadas para el toro. Tres toreros tres se fueron a hombros. Tres toreros tres en un triunfo a lo grande por fondo y forma. Tarde con múltiples lecturas.
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