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«En Barcelona, a los domingos les han quitado el alma sin toros»

El diestro catalán, exiliado en Sevilla tras la prohibición, torea mañana en Las Ventas

El diestro de Montcada, a las puertas de La Maestranza
El diestro de Montcada, a las puertas de La Maestranzalarazon

Como un Antonio Machado vestido de luces, pertrechado de capote y muleta en lugar de papel y tinta, Serafín Marín se ha visto obligado al destierro en los últimos meses. Proscrito de esa Barcelona progre que encorseta y prohíbe, el de Moncada se ha instalado en Sanlúcar la Mayor, en pleno corazón de Sevilla, para vivir en torero, para volver a disfrutar de su profesión. Mañana espera Madrid, su segundo paseíllo tras la de Miura. Allí, en ese ruedo venteño que da y quita, «Sera», como cantó el poeta, quiere «hacer camino al andar».

–Otra vez en Las Ventas.

–Sí, voy igual que fui a San Isidro con ilusión y ganas de que salga un toro que permita salir del bache en el que ando metido, porque estoy toreando poquísimo. A estas alturas, sólo llevo cuatro corridas y no tengo nada más hecho después de Madrid.

–Madrid siempre trae noches en vela, ¿atenaza más llegar con esa necesidad al patio de cuadrillas?

–El objetivo es llegar despejado de mente al paseíllo. Voy mentalizado, pero con mucha resposabilidad. Ahora mismo ya están casi todas las ferias hechas, pero siempre queda la vía de la sustitución y, sobre todo, lo más importante, un triunfo te deja muy bien colocado para las primeras ferias del año que viene.

–Cambia mucho la película de San Isidro a un festejo en agosto...

–Totalmente. Lo más fundamental es la repercusión. Aunque llevo cinco o seis años sin ir bien colocado a San Isidro, he vivido las dos caras, también conozco lo que es torear aquí en verano o fuera del abono. No hay televisión ni 25.000 espectadores viéndote torear... Como mucho llegará al cuarto de entrada. Y luego, insisto, los carteles están casi todos ya cerrados, en mayo, todo el mundo mira a Madrid para contratar a los que destacan.

–En lugar de Miura a Antonio Bañuelos. ¿Un abismo?

–Eso me decía la gente, que Miura a priori me iba más a contra estilo, pero luego le pegué diez o doce naturales muy buenos, que me han servido para entrar en esta repetición del domingo. Nunca sabes lo que realmente va a servirte para abrirte puertas.

–En el tendido habrá también un buen puñado de turistas. De fuera vendrán a valorar lo de dentro.

–Lo que tienes al alcance, al final, lo valoras menos. Me pasaba a mí en Barcelona con la playa a diez minutos y, ahora, no veas cómo la echo de menos. De todos modos, el aficionado de Madrid que pueda va a ir y sabrá entregarse igual si ve una buena faena. Madrid siempre da mucho: sea en la fecha que sea. ¿Turistas? Da la medida de un espectáculo que es universal.

–Pero tiene que dar rabia cuando, por ejemplo, en su comunidad los han prohibido.

–Se me viene tantas veces a la cabeza esa mañana de julio en el Parlamento de Cataluña... Para mi actividad profesional, me ha afectado muchísimo, porque Barcelona era mi plaza, mi bastión, siempre iba dos tardes cada temporada y, ahora, este veto me lo impide.

–Seguimos a la espera del Constitucional...

–Nadie dice nada, parece que está ahí en un cajón, olvidado. Hay que tener serenidad, aunque haya que esperar otros dos o tres años más, terminará por salir. Dice el refrán que la paciencia es la virtud de los triunfadores.

–¿Es optimista?

–Tengo que serlo, no puedo verlo de otra manera que no sea un fallo a favor que devuelva los toros a Cataluña. Si lo perdemos, ya habrá tiempo para lamentarse... A corto o largo plazo, pero habrá más toros en Barcelona, estoy seguro de ello. Tanto si el porcentaje es elevado como si es pequeño, siempre me gusta apostar a ganador.

–Hace un par de meses, Badalona reunía a más de cinco mil personas en una capea, en un festejo popular. Los taurinos salen a flote en cuanto les dejan.

–Lo organiza el alcalde siempre por San Juan, ya dejó claro que no piensa mover esa fiesta de su localidad, y el lleno hasta la bandera se repite todos los veranos. Montan una placita improvisada, con un tendido de obra... Tiene su encanto y en mis orígenes iba allí siempre. Es un pequeño oasis a quince minutos del centro de Barcelona, a tres calles de la prohibición.

–Se ha mudado a Andalucía. ¿Se siente un exiliado?

–Sin duda. Me han echado por narices, no me ha quedado otra. En Barcelona, ya no se vive el mundo del toro, ni se habla ni se siente. A los domingos les han quitado el alma sin toros en La Monumental. Aunque pasaba los inviernos en una finca, hay muchas menos facilidades. En el sur, en cada rincón se respira toros. He notado mucho el traslado.

–¿En qué sentido?

–Profesionalmente, noto un cambio importante en mí. Ha supuesto una inyección de ánimo para mí. Venía de un año sin vestirme de luces y me ha dado la vida. Lo noté ya con la corrida de Miura y esa buena faena... Nunca me han dado la enhorabuena tantos profesionales.

–¿Cambiaría toda su carrera por despertarse mañana con toros de nuevo en Barcelona?

–Si tuviera la certeza de que iba a poder revivir todas esas sensaciones, seguro que sí. Son ya doce años de alternativa y sigo con la misma ilusión del que comienza a abrirse paso. He tenido la suerte de saborear momentos importantes, muchos de ellos en La Monumental, me encantaría poder revivirlos.

–Y si no fuera torero, ¿cómo se ganaría la vida?

-Como torero. No hay otra opción. Torero o torero. No confío en mi vida sin pegarle veinte pases a un toro que me embiste. Esta profesión me ha dado momentos amargos, pero también muchas satisfacciones y valores que me han hecho crecer una barbaridad como persona.

–Un sueño para mañana.

–Esa Puerta Grande. La he rozado varias veces, pero siempre se me quedó en la punta de la espada. Esta vez quiero tocarla con las yemas de los dedos.