Feria de Bilbao
De buena clase, pero sin suerte
Diego Fernández mostró buen concepto en Madrid y saludó al igual que Javier Jiménez
Las Ventas (Madrid). Primera de la Feria de Otoño. Se lidiaron novillos de El Ventorrillo, desiguales. El 1º, noble con movilidad, fuerza justa y desigual ritmo; el 2º, noble y manejable pero de sosa condición; 3º y 5º, deslucidos; el 4º, con movilidad, repetición y transmisión, de buen juego; y el 6º, encastado y complicado. Casi media entrada.
Javier Jiménez, de azul y oro, pinchazo, estocada caída (silencio); buena estocada (saludos). Diego Fernández, de verde hoja y oro, estocada perpendicular (ovación con división); estocada (saludos). Juan Ortega, de marfil y azabache, cuatro pinchazos, aviso, descabello (silencio); pinchazo, estocada corta, aviso, descabello (silencio).
Diego Fernández no estaba en el cartel. No entraba en los planes poder verle ayer. Luego quedan las carambolas del destino, en las que se dan la mano las tragedias y las victorias. Tuvo que caer herido Sergio Felipe en el certamen de novilladas de Arnedo y ya había dejado el palentino buen sabor de boca días antes en Madrid. Así ocurre el toreo de vez en vez. Ayer la cosa no fue de explosión ni mucho menos de hartarnos o deleitarnos. Nada que ver. Pero sí pudimos ver el clasicismo de Diego Fernández ante el segundo, que fue novillo noblón pero soso y lo que ocurría en el ruedo apenas llegaba al tendido. Era difícil ligar y en Madrid si no hay ligazón cuesta contar la historia. Las maneras de Diego Fernández tuvieron fondo y forma aunque no encontrara la redondez en ninguno de sus oponentes. Pero sí dejó Diego su impronta de torero armonioso y de buen concepto y eso es un milagro si se tiene en cuenta que apenas suma novilladas en su haber.
El quinto fue a menos y la movilidad fue sacando complicaciones según avanzaba la faena. No fue un trasteo lucido pero todo lo que hizo tuvo aplomo, serenidad y sentido. Y toreó bien con la capa. Las buenas condiciones son un valor en alza y la verdad con la que se tiró a matar, también. Para no perder de vista el novillero palentino.
Si a punto estuvo la tarde de reventar en algún momento, ése fue en el cuarto. Las dos primeras tandas ante El Ventorrillo tuvieron la magia de la emoción. La movilidad del animal y la ligazón de Jiménez pusieron a la plaza de Madrid a la expectativa. El novillo era pronto y repetía y transmitía aunque también le costó descolgar en el viaje. Fue novillo bueno. Pareció que la faena conquistaría al público, pero bajó la intensidad, presionó una parte del público, quizá se desmoronó el novillero y sólo la recobró en las manoletinas finales y en una grandiosa estocada.
Anduvo Jiménez tan voluntarioso como intermitente con un primero noble, de mucha calidad, y con su punto de sosería.
Juan Ortega no tuvo demasiadas opciones con un tercero complicado, protestón y deslucido. El sexto era un ciclón que arrasaba a su paso. Un animal fiero, tanto que pronto sacó a relucir sus dificultades y se lo puso complicado a la falta de rodaje del novillero. En la suerte suprema se salvó de puro milagro. Confíemos en lo que nos queda de Otoño antes de que nos atrape el invierno.
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