Cuenca
Cristina Sánchez, 17 años después, decíamos ayer
La madrileña salió a hombros con El Juli en su vuelta por un día a beneficio de los niños con cáncer en Cuenca
La madrileña salió a hombros con El Juli en su vuelta por un día a beneficio de los niños con cáncer en Cuenca
Cuenca. Primera de feria.Se lidiaron toros de Daniel Ruiz, terciados de presentación. El 1º, bravo y repetidor; el 2º, noble y punto parado; el 3º, media arrancada y reservón; el 4º, muy bravo y repetidor; el 5º, noble, embiste al paso; y el 6º, noble pero con el fuste justo. Tres cuartos de entrada.
- Enrique Ponce, de azul y oro, estocada arriba punto trasera, tres descabellos, aviso (saludos); media trasera y tendida, aviso, descabello (oreja).
- Cristina Sánchez, de berenjena y oro, estocada (dos orejas); dos pinchazos, media, dos descabellos (vuelta al ruedo).
- El Juli, de verde botella y oro, estocada muy trasera, descabello (oreja); estocada fulminante (oreja).
Decíamos ayer... Qué cosas. 17 años después. Con el vestido metido de costuras, más flaca que cuando hacía el paseíllo día sí y día también, rubia, peinada, repeinada, esbelta, torera y con sus dos hijos viéndola desde el tendido. Una locura a todas luces para la mayoría de los mortales. Sólo un corazón torero atiende a las razones del alma. Pisó plaza y sueño que han mortificado los desvelos casi a la vez en los últimos meses. Acercándose en el tiempo desde que dio el "sí, quiero". De berenjena y oro. Y por una buena causa. Gratis. Sin beneficio. Para la investigación del cáncer infantil, ese mal que amarga. La vocación altruista de jugársela sin llevarse nada más que la felicidad de volver a ser. Sentir. Tan lejos, tan cerca. Qué tendrá este endiablado toreo. Tuvo, más bien recibió, de primeras el brindis de Ponce en el primero, en esa faena del valenciano de menos a más al bravito primero que se le atascó con la espada, pero dejó momentos buenos justo antes de encontrarse con el final. Y tuvo después el son de echar a volar el capote, de dejarse llevar por las chicuelinas y de ir descubriéndose poco a poco en la faena de muleta al segundo. Buenos los comienzos, buscando la expresión después al noble animal que se paró mientras perdía medio tranco al rato. Ahí buscó Cristina Sánchez como en los viejos tiempos justo al instante de brindar al público primero y compartirlo con sus hijos, los dos amores, nerviositos, que desde una barrera veían por primera vez a su madre. Primera y última según ha prometido a Alejandro, su marido. Uno de ellos, tal vez el mayor, se santiguó tal cual recibió la montera. Qué presión. Cabían muchas emociones en la faena de Cristina. Lo que fue y lo que era. Ayer y hoy. Entre una cosa y la otra, la madrileña le robó muletazos buenos, con desplante incluido y al primer encuentro en la suerte suprema le metió la espada llevándose un pitonazo. Ahí le fue el doble trofeo. No encontró el hueco de la espada después, en el quinto, sí el toreo. Tan despacio, tan lento, tan bonito todo que parecía un regalo, se cerraba un círculo en el que entra sólo el toreo en estado puro, el temple, el sentirse, el robarse a uno mismo las noches en vela, la angustia del miedo, esa soledad olvidada, para llegar justo ahí, a ese instante en el que volver a ser capaz de estar, de citar al toro, noble el de Daniel Ruiz, y que el corazón aguante el envite para acompañarle en el viaje y convertirlo en una aventura. La suya lo fue. Y nos hizo a todos cómplices. Estar un poco más vivos.
El filo de la espada se cruzó en una buena faena de Ponce al cuarto, que fue toro bueno, bravo y repetidor, y bien argumentada la labor del valenciano.
Poderoso anduvo El Juli con el tercero. Ve toro por todos lados y de ahí que hiciera y deshiciera a su antojo. Estocada trasera y sólo un trofeo. Corto el resultado. Noble pero sin fuste fue el sexto. Faltaba oponente al repertorio de Julián que brindó faena a Cristina. En el Coliseo de Nimes ambos se convirtieron en matador de toros. Las cosas, el tiempo. Forzó la máquina Julián y se abrió la Puerta Grande. Era tarde para el recuerdo.