Feria de Valencia
Colofón, estrambote y moraleja
Cayetano abrió la última puerta grande de la feria pese a la poca fuerza de la corrida de Juan Pedro.
Cayetano abrió la última puerta grande de la feria pese a la poca fuerza de la corrida de Juan Pedro.
Valencia. Undécima de la feria de Fallas. Se lidiaron cuatro toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados y nobles pero sin fuerza. Lleno.
El Fandi, de azul pavo y oro, entera y descabello (silencio con aviso); y pinchazo y estocada (ovación tras aviso).
Manzanares, de burdeos y oro, pinchazo y entera (silencio con aviso); pinchazo y entera (ovación).
Cayetano, de purísima y oro, entera (dos orejas); y estocada entera (silencio).
El calendario litúrgico y la casualidad de que el día 19 cayese este año en sábado, hicieron posible que la feria de Fallas acabase un día después de la festividad de San José, como es habitual y tradicional, celebrándose el undécimo y último festejo del abono la víspera de la primavera. Una corrida para cuyo resultado fue decisiva la poca fuerza de los toros de Juan Pedro Domecq y en la que Cayetano fue el gran triunfador, demostrando en este colofón fallero que las oportunidades hay que aprovecharlas.
Se fue a recibir a portagayola al tercero, aguantando firme la embestida trompicada de un toro con el que se lució al torear de capa y al que supo dosificar muy bien sus fuerzas, en una faena que comenzó con una serie de derechazos limpios y emocionantes que hicieron que toro, torero y público se fuesen arriba. Toreó luego con temple, sacando varias series con la derecha de buen trazo. No se alargó cuando el toro comenzó a dudar y lo tiró patas arriba de una formidable estocada que le valió ya la puerta grande.
Sentado en el estribo comenzó su segunda faena, quedando deslucido ese inicio al irse al suelo el toro, que también le desarmó al colarse ya en el tercio y erguido. El animal embistió descompuesto y a la defensiva, y sin que el torero acabase tampoco de centrarse con él, dejando, a pesar de su insistencia y voluntad, una labor bastante insípida y gris.
Manzanares ocupó su primer turno en intentar mantener en pie a un toro inválido y dejó una segunda faena de gran plasticidad pero en la que la emoción sólo fue estética.
No se apartó El Fandi de su guión habitual: repertorio y variedad para recibir y quitar; exhibición de facultades y potencia en banderillas y mucha fiesta al tendido en el último tercio. Su primero se paró enseguida y se refugió en tablas, permitiendo una faena fácil y sin complicaciones. Tuvo más fuelle el cuarto, con el que volvió a torear sin apreturas ni emoción y siempre de cara a la galería.
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