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Cien años de vida para la plaza arrebatada por el nacionalismo

A expensas de la resolución del Tribunal Constitucional, su futuro aún es una incógnita

A la izquierda, imagen de los exteriores de La Monumental de Barcelona en la temporada de su apertura; a la derecha, lleno de «No hay billetes» en su hasta hoy último festejo en 2011 larazon

Dice el refranero que «no hay mal que cien años dure». En el caso de Cataluña, para los taurinos, el luto apenas nos acompaña desde hace tres temporadas, pero ya nos parece toda una eternidad. La Monumental de Barcelona, varada sin toros, sin destino, sin alma. Nostálgica travesía para una plaza de toros que el próximo sábado –12 de abril– tendrá, al menos, algo que celebrar. Un siglo de vida. Por desgracia, lo hará en silencio. Sin decir ni «mu». Maniatada por el cerrojazo antitaurino. Presa de ese nacionalismo exacerbado que carcome cualquier símbolo hispano hasta catapultarlo más allá de sus límites geográficos. Sobre su majestuosa fachada de estilo neomudéjar, con algunos retazos bizantinos, pende la espada de Damocles de un futuro incierto que tan sólo ilumina un rayo de esperanza: el recurso presentado en el Tribunal Constitucional por el Partido Popular en octubre de 2010.

Casi cuatro años después de la reclamación presentada por el PP, que denuncia una vulneración de los derechos constitucionales de los aficionados catalanes, todavía no hay solución por parte de la última vía legal en España. Y tampoco hay visos de que vaya a llegar próximamente. En este sentido, los promotores de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) –con Luis María Gibert a la cabeza– y la Mesa del Toro eran optimistas tras conseguir que el Congreso declarara la Tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial. Apoyados también en el artículo 46 de la Constitución y en la entrada en vigor de la reforma de la ley de libre mercado, el fallo del Constitucional parecía inminente. No ha sido así. La Monumental sigue cerrada a cal y canto. Y la afición catalana, de peregrinaje en peregrinaje. Ahora Francia, ahora Zaragoza. Más tarde, Bilbao. Luego, Castellón. Último lugar del obligado destierro hace apenas una semana, cuando un autobús auspiciado por el Morante Tour acercó su gran pasión a medio centenar de aficionados catalanes.

Y mientras, La Monumental, perenne punto de partida para los viajeros del toro en busca de ese maná llamado Tauromaquia, sigue en el baúl del olvido. Tan sólo las esporádicas paradas del algún circo permiten abrir el quicio de sus puertas. Las taquillas han cambiado los carteles y los programas de mano por las telarañas y el polvo. Los muros, desnudos, tampoco lucen los inmensos murales con las imágenes de los próximos toreros en hacer el paseíllo. Tan sólo el Museo Taurino –inaugurado en 1969– resiste abierto como último e irreductible bastión de un coso que en su día levantó el telón bajo el nombre de «El Sport».

Aquella tarde se anunciaron toros del Duque de Veragua, en su día propiedad del rey Fernando VII, para Vicente Pastor, Bienvenida, Torquito y Vázquez. Dos años más tarde, llegaría la denominación actual de «Monumental» y una ampliación que dejó el aforo por encima de los 24.000 espectadores. Con el tiempo, quedaría en los casi veinte mil (19.580) actuales. Por sus tendidos, de generación en generación, los aficionados vieron desfilar por el albero catalán a los grandes genios del toreo como Joselito el Gallo, Juan Belmonte, Pepe Luis Vázquez, El Viti, Curro Romero, los Bienvenida, Paco Camino, Litri o más recientemente José Tomás. El genio de Galapagar fue el ídolo postrero de una Monumental ya casi agonizante,que rugió y crujió con los «olés» de las grandes tardes del madrileño como su triunfal vuelta a los ruedos en 2007, su encerrona de 2009 y el triste epílogo en 2011 junto al torero local Serafín Marín.

Precisamente, el torero de Montcada atendió la llamada de LA RAZÓN para recordar una vez más una situación que le ha tocado «vivir en primera persona». «Me entristece y, por desgracia, me perjudica mucho profesionalmente esta situación, porque esta plaza me ha visto crecer como torero, ha sido mi trampolín durante un montón de temporadas y me ha visto derramar mi sangre para conseguirlo», lamenta contrariado Serafín Marín, que «nunca en la vida» pensó tendría que ser testigo de primera mano de «un conflicto así». «Es frustrante que se cumplan cien años de su inauguración y ni siquiera podamos honrar a esta plaza como se merece con un festejo especial». Pese a todo, Serafín Marín no quiere «dejar de ser optimista». «Hay que serlo, el Constitucional tiene la última palabra y hay que agotar todas las vías que estén a nuestro alcance, no nos queda otra que aferrarnos a una resolución positiva», concluye uno de los nombres propios de la última década.

Antes, temporadas y más temporadas de buen toreo en las que Barcelona con hasta tres plazas en activo –La Barceloneta (1834) y Las Arenas (1900) ya anunciaban corridas de toros para entonces– fue referencia. La Monumental pugnaba con Madrid y Sevilla por ser epicentro de la Fiesta. Barcelona era plaza de temporada y era frecuente que se programara más de una corrida por semana. Al final de sus campañas, los primeros espadas del escalafón habían trenzado el paseíllo hasta cuatro o cinco veces. Basta con coger los carteles del inminente San Isidro para comparar el valor y la relevancia del coso de la Ciudad Condal.

Completamente en las Antípodas de su soledad actual, aunque el aspecto no da muestra alguna de abandono, y con la incógnita aún por desvelar sobre su futuro. Hasta el momento, la familia Balañá permanece a la espera de la resolución del Constitucional. La rumorología ha oscilado entre un abanico de variopintas opciones desde el Barcelona Ecological Center, un gigantesco espacio sostenible dedicado al deporte, la familia y el respeto a los animales –para el que incluso se llegaron a presentar unos bocetos preliminares–, hasta la mezquita más grande de toda Europa. Según esta teoría, los arabescos del coso modernista no han dejado nunca de despertar el interés del emir de Dubai. Frente a ambas versiones, el socorrido centro comercial también está en las quinielas, de manera que La Monumental seguiría los pasos del ruedo de Las Arenas. Balañá calla, paciente, antes de deshojar una margarita en la que su pétalo más lustroso es el regreso de los toros.

Ya saben, no hay mal, ni destierro, que cien años dure.