Feria de Bilbao
Adame agarra su tarjeta de embarque
Segunda oreja en una semana para el mexicano, despejado y con frescura durante toda la tarde
- Las Ventas (Madrid). Cuarta de la Feria Arte y Cultura. Se lidiaron toros de Alcurrucén, bien presentados. El 1º y el 2º, nobles y encastados; con infinita bondad aunque falto de picante, el 3º; el 4º, deslucido; muy bravo, el 5º; y manejable por el izquierdo, el 6º. Más de media entrada.
- El Cid, de azul rey y oro, pinchazo, estocada desprendida, descabello (silencio); pinchazo, estocada corta trasera (silencio).
- Joselito Adame, de blanco y plata, media estocada, dos pinchazos (saludos); pinchazo, estocada contraria, aviso (oreja).
- Juan Pablo Sánchez, de grosella y oro, pinchazo, estocada baja (silencio); bajonazo (silencio).
Con la yema de los dedos rozó el martes Joselito Adame la Puerta Grande de Madrid. A un buen espadazo se quedó del premio gordo. El de consolación llegó en forma de sustitución por el convaleciente Iván Fandiño. Hiló fino el mexicano, en excelente momento, despejado y convencido de cuanto hace, para regalar otra tarde muy destacada y seria en Madrid, que tuvo justo colofón en forma de trofeo al quinto. Adame pide paso.
Tras un vistoso quite en el cuarto por navarras, Adame se metió al público en el bolsillo con un jaleado quite por zapopinas al bravo quinto. Así, de paso, pareció querer recordarnos que hay vida más allá de las socorridas chicuelinas. Brindó al maestro Eloy Cavazos y aceleró el paso, paradójicamente sin mover un pie, con un magnífico comienzo de faena por estatuarios. Atornilladas las zapatillas, sin enmendarse lo más mínimo, pese a la embestida cruzada del burel. Torerísima la guinda con el pase del desdén. Lo citó a larga distancia y logró templar dos series en redondo muy frondosas. Macizas. Corriendo la mano desde delante y enganchando la embestida hasta el final. Madrid, entregada, crujió y los «olés» sonaron con fuerza. Rotundidad y mano baja. Fue la cúspide de un quehacer que tampoco desmereció al natural. También por abajo y «Alcaparrito», arrastrando el hocico por la arena. Con recorrido. Buen toro. Bravo. Ideal para catapultar aún más la carrera del mexicano. Más atropellado fue el cierre por manoletinas. Besó por dos veces la tizona buscando esa complicidad del que se aferra al acero. La suerte suprema. Allí, estaba su futuro. En juego. Un pinchazo abajo y una estocada contraria para que el animal rodara. Pañuelos. Más pañuelos. Y la oreja, como tres días antes, en el esportón de Adame.
Y es que el azteca quiso repetir los mismos argumentos del martes. Con frescura, volvió a buscar la pelea en todos los quites. Al segundo, ceñidas chicuelinas. Dos de ellas, con las manos muy bajas. Como una centella se le vino al azteca nada más finalizar el brindis al público. Lo toreó con ligazón en otra buena serie al natural y enseguida acortó más las distancias. Dejando la muleta muy puesta logró robarle los mejores derechazos. Profundos, largos y con empaque. Más embarullada la posterior. Volvió a la zurda para dibujar de uno en uno naturales a pies juntos antes del epílogo por ayudados rodilla en tierra con gusto. Enterró media en muy buen sitio y, tras dos descabellos, saludó una justa ovación.
Con «Barbero», precioso colorado claro chorreado estrechito de sienes, El Cid rompió plaza en busca de enderezar un irregular paso por San Isidro. Buenos picos, fogonazos de ese torero poderoso que enamoró Madrid, pero sin terminar de culminar una buena faena. Replicó por chicuelinas con presteza un pausado y limpio quite de Adame por gaoneras. Pura quietud. El de Alcurrucén se dolió y esperó lo suyo en banderillas. La faena comenzó con un desarme. Trazó dos entonadas series de derechazos y algún natural suelto estimable, fruto de la nobleza de un animal que sacó su buen fondo en el tramo final. Humillando y con alegría en la arrancada, quizás faltó rematar un poco más el final del viaje, instante en el que el burel protestaba con un pequeño calamocheo. Pese a algún enganchón, El Cid lo intentó, pero no hubo eco del respetable, frío en el primer capítulo de la tarde. En el cuarto episodio, tampoco hubo resurrección. «Valenciano», castaño oscuro listón y salpicado, fue el toro más deslucido de la corrida. Muy irregular en las embestidas y sin calidad en las mismas, El Cid trató de justificarse por ambos pitones, pero no había materia prima de la que sacar réditos. Silencio en su lote.
Tibieza de Sánchez
Había cierto interés por volver a comprobar el buen sentido del temple del mexicano Juan Pablo Sánchez. De puntillas, pasó en 2012 su confirmación. Tampoco salió ayer del gris el joven azteca. «Licenciado» fue su primero. Empujó con los riñones en el primer puyazo y se dejó más en el segundo. Dos buenas varas y mejor pelea de Pepillo hijo desde la cabalgadura. Tuvo bondad a raudales el de los hermanos Lozano, demasiada, porque faltó esa pizca de pimienta, de picante para darle mayor emoción a una embestida a cámara lenta. Andando prácticamente. El hidrocálido, que había prologado con enclasados doblones, puso temple y limpieza a cada uno de los pases, pero faltó emoción al conjunto. Tampoco supo él contagiarla poniendo lo que faltaba al burel. Aseado, lo despachó de una estocada baja. En el sexto, complicado y reservón para banderillear, estuvo digno ante otra res que se dejó hacer, sobre todo por el izquierdo, aunque sin demasiada clase. Más entonado en los compases finales de una fría labor que no despegó.
Todo lo contrario que Adame. Agarró la tarjeta de embarque con la sustitución de Fandiño y paseó otra oreja que debe servir para planear muy alto en este 2013. ¿Destino? El circuito de ferias.
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