Mascotas
Terapeutas de cuatro patas en las cárceles
Desde hace una década la Fundación Affinity colabora con diversos centros penitenciarios para ayudar a la integración de reclusos en la sociedad mediante terapias con canes.
Desde hace una década la Fundación Affinity colabora con diversos centros penitenciarios para ayudar a la integración de reclusos en la sociedad mediante terapias con canes.
Miguel es ahora un emprendedor, le gustan los perros y quiere fundar su propia guardería canina. Desde hace varios años se siente un hombre nuevo: «Trabajar con perros me cambió la vida», explica a LA RAZÓN. Vivió un pasado complicado marcado por un largo periodo en prisión. La segunda y última vez que entró fue trasladado a la cárcel de Valdemoro donde tuvo la oportunidad de conocer a dos nuevos amigos, Princess y Rey, dos perros mestizos procedentes de protectoras distintas y pertenecientes al programa Terapia Asistida con Animales de Compañía en centros penitenciarios de la Fundación Affinity (TEAAC).
Princess y Rey son dos de los más de 40 perros que han formado parte de la TEAAC en prisiones, un programa que se fundó hace unos diez años con el objetivo de facilitar la integración de los presos en la sociedad, pues esta es una parte vital de su reinserción: «Miguel era un interno deprimido, no participaba en ningún taller, no quería salir de su celda ni ducharse, la psicóloga pensó que los perros podrían ayudarle», explica a este periódico Maribel Vila, técnico de terapia de la Fundación Affinity. Según cuenta Vila, la prisión le propuso salir a pasear con los perros como premio si se duchaba o si cumplía lo que se le decía, de esta manera empezó una transformación: «Cambió por completo su estancia penitenciaria», añade. Y no solo lo dice la técnico, Miguel también afirma sentirse más relajado cuando está con ellos.
En el programa llegaron a participar unas 20 instituciones penitenciarias que, a día de hoy, se han reducido a 14: «Los perros van envejeciendo y algunos han fellecido», explica la técnica de la Fundación Affinity. La fundación corre a cargo de todos los gastos del animal, pero, a cambio, la prisión tiene que encargarse de construir las instalaciones necesarias para que pueda permanecer ahí el can: «Suele haber dos perros en cada una de ellas», explica la especialista de Affinity.
En EE UU existe un programa parecido a este, pero no igual. La principal diferencia que hay entre ellos, según la técnico, es que en España los perros pasan toda su vida en la prisión. Para elegir a los beneficiarios de este programa, la Junta de Tratamiento, formada por un subdirector, un psicólogo y un educador, realizan un examen psicológico y social a los candidatos. Una vez seleccionados, reciben un entrenamiento básico para tratar al animal adecuadamente.
Todos los perros empleados en los programas de terapias deben pasar un riguroso proceso de selección. Aunque los más usados suelen ser los labradores, los canes no son elegidos según la raza, sino por su carácter: «Los labradores suelen ser perros dóciles, pero también hay otros, independientemente de la raza, que reúnen las características que precisamos: deben ser sociables, trabajadores y no pueden ser agresivos», explica Vila. Además, deben se perros «previsibles»: «En estos centros hay personas con distintos tipos de carácter y, en ningun caso, el perro debe suponer un peligro», indica.
Al principio, los canes que trabajaban en esta terapia procedían de criadero, pero cada vez hay más que proceden de protectoras. De hecho, algunas de ellas llevan a algunos de sus perros a la prisión para que cambien ciertos comportamientos que pueden complicar una futura adopción: «Hay algunos que han sido maltratados y que son muy asustadizos. Para solucionarlo, les llevan una temporada a uno de los centros penitenciarios que forman parte del programa y allí conviven con los perros utilizados en las terapias. En muchos casos, son los internos quienes les ayudan a socializar», explica Vila. Esto, según dice la técnico, no solo ayuda a que estos perros puedan llegar a cohabitar en familia, sino que también permite que los internos desarrollen un sentimiento de empatía y responsabilidad pues realizar las tareas propias de un cuidador: les alimentan, les pasean, les peinan y juegan con ellos.
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