Copa del Rey

Fin
Desde su estreno en 2020, “Valeria” ha acompañado a toda una generación que ha visto reflejadas sus alegrías, dudas y tropiezos en la historia de cuatro amigas que intentan descifrar la vida en la treintena. Ahora, con su cuarta y última temporada, disponible desde hoy en Netflix, la serie se despide en un momento que se siente tanto como una despedida como un punto de partida.
Valeria (Diana Gómez) sigue atrapada entre dos amores: Bruno (Federico Aguado), con quien ha construido una relación estable, y Víctor (Maxi Iglesias), la gran historia inacabada que reaparece cuando parecía haber quedado atrás. Pero esta temporada no es solo sobre su vida amorosa; también enfrenta la encrucijada de su carrera, con un bloqueo creativo que la obliga a redefinir su camino.
El guion de Marina Pérez y Montaña Marchena se aleja de los clichés románticos y apuesta por el crecimiento personal. “Es una temporada de aprender a poner límites y de descubrir qué quiero en mi vida y cómo lo quiero”, explica Diana Gómez en conversación con LA RAZÓN. “Valeria ya no solo busca el amor, sino que también busca ser la mujer que quiere ser”.
En paralelo, Carmen (Paula Malia) lidia con la maternidad y con las expectativas que la rodean. La serie retrata con naturalidad el choque entre la idea romántica de ser madre y la realidad de noches sin dormir, crisis de pareja y el miedo a perder la identidad. “Ha sido un máster en maternidad”, confiesa Malia. “Tuve que preguntar a mis amigas, ver documentales, entender lo que significa realmente ser madre más allá de la imagen idílica”.
Nerea (Teresa Riott), por su parte, enfrenta un giro inesperado en su vida que la obliga a replantearse todo. Aunque su trama tiene menos protagonismo que en temporadas anteriores, su evolución es significativa. “Nerea cierra su historia con madurez, abrazando quién es y lo que realmente quiere”, explica Riott. Su arco deja un mensaje claro: a veces, la vida no sigue el plan que imaginábamos, y eso también está bien.
Lola (Silma López), la más libre del grupo, se encuentra con una crisis existencial cuando su pareja, Rai (José Pastor), toma un camino que ella no está segura de querer seguir. “Es esa sensación de que el traje que llevabas puesto ya no te queda”, dice López. “De repente te das cuenta de que lo que antes encajaba perfectamente, ahora te aprieta”. Su historia refleja una de las grandes verdades de la treintena: crecer no siempre significa avanzar en línea recta, sino aprender a dejar ir lo que ya no te suma.
El regreso de Víctor, aunque breve, es uno de los momentos más esperados de la temporada. Sin embargo, su presencia no gira en torno a una lucha por el amor de Valeria, sino a mostrar cuánto ha cambiado el personaje desde su primera aparición. Resulta evidente que su vuelta no es solo para agitar la trama amorosa, aunque lo hace, pero su evolución es importante para que Valeria tomara su decisión desde un lugar distinto.
Visualmente, la serie sigue apostando por una fotografía luminosa y un Madrid que se siente tan protagonista como sus personajes. Pero a diferencia de temporadas anteriores, los encuadres son más íntimos y pausados, reflejando el tono de despedida. Y la música mantiene el tono original, poniendo notas y palabras a las emociones visibles.
Por todo esto, a lo largo de seis episodios, la serie ofrece un cierre que, si bien no es perfecto, es honesto. No todas las historias terminan con un final de cuento, y “Valeria” se permite explorar la idea de que el verdadero final feliz es aquel en el que cada personaje encuentra su propia paz. “Nunca quisimos dar un cierre idealizado”, confiesa Teresa Riott. “Las historias reales no terminan con un ‘y vivieron felices para siempre’, sino con un ‘siguieron viviendo y aprendiendo’”.
El episodio final es un equilibrio entre nostalgia y esperanza. Las protagonistas no se despiden con grandes discursos ni con promesas de que todo será perfecto, sino con la certeza de que, pase lo que pase, siempre se tendrán las unas a las otras. Es un adiós sin dramatismos, pero con emoción sincera.
“Rodar la última escena fue muy fuerte”, recuerda Paula Malia. “Nos miramos y sabíamos que era el final de un viaje increíble, no solo para nuestros personajes, sino para nosotras mismas”.
Así, “Valeria” se despide con la madurez y la autenticidad que la han convertido en un fenómeno. Su último capítulo no solo cierra una etapa, sino que deja una sensación de continuidad: la vida sigue, y las decisiones que tomamos nos llevan siempre a nuevas historias por contar.
“Valeria” ha sido una historia de evolución personal, y su última temporada lo deja claro: crecer no es solo avanzar, sino también saber soltar. "Hemos pasado cuatro años con estos personajes, viéndolos equivocarse, aprender y redefinir su camino", dice Teresa Riott. "Y a veces, madurar es aceptar que ciertas cosas no son para ti". Las decisiones de cada una reflejan esa idea: no hay respuestas absolutas, pero sí elecciones conscientes. La serie se despide con la certeza de que la vida no siempre cierra círculos, pero sí nos da la oportunidad de seguir adelante.
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