Estreno
«Raphaelismo», el artista que se convirtió en religión
Movistar+ estrena este jueves la serie documental sobre «Raphael», con testigos de excepción de su vida y carrera
Pocos pueden decir haber pasado seis décadas sobre los escenarios, pero el mito de Raphael va mucho más allá de su longevidad. La nueva serie documental «Raphaelismo», que Movistar+ estrena al completo este jueves, define la carrera del artista de Linares como un movimiento artístico, cuyo mito ha alcanzado estándares casi de religión. A lo largo de cuatro capítulos, Alberto Ortega y Charlie Arnaiz desarrollan una de las historias más apasionantes de la música moderna. Para ambos creadores, nominados al Goya por el documental sobre Francisco Umbral «Anatomía de un dandy», Raphael es el pionero de la música moderna en España, que trajo nuevas corrientes de la Europa más avanzada. «Si la de Francisco Umbral fue la anatomía de un dandy, la de Raphael sería la anatomía de un artista», afirman ambos creadores. Además de artista casi un semidiós para muchos.
«Lo que ‘Raphaelismo’ representa es que el propio movimiento acabó trascendiendo más allá del personaje. Es sobrehumano que después de más de medio siglo sobre los escenarios, siga conservando esta energía y pisando los escenarios como los pisa», reconoce impactado Arnaiz.
Uno de los principales rasgos de este personaje que se esbozan en la serie es su capacidad de liderazgo y mando. Siempre se concibió a sí mismo como una gran estrella, desde sus inicios, pagando suits y ahorrando en comida, hasta sus 78 años de hoy. Parece mentira que alguien así haya empezado a dejarse dirigir ahora. «Al principio nos preguntábamos por eso, pero desde el primer momento ha sido muy fácil trabajar con él y nos ha dejado decidir en todo. Tan solo sumaba si veía que podía aportar veracidad, como en la elección de las fotos utilizadas para narrar su infancia». «De hecho, nos ha felicitado por la elección musical y no ha habido ningún tema por delicado que sea que no haya permitido tocar», apunta Alberto.
La lista de invitados que participan en esta docuserie es tan privilegiada como interminable. Celebridades de la música, la producción y la comunicación no han querido perder la oportunidad de dar su testimonio sobre este artista. Miguel Ríos, Andrés Calamaro, David Bisbal, el periodista Iñaki Gabilondo, Víctor Manuel, Pablo López, el director de cine Álex de la Iglesia, José Luis Perales, Pedro Piqueras o el Presidente del Atlético de Madrid y productor, Enrique Cerezo. «La verdad es que no nos costó nada convencer a la gente. Aunque algunos no hayan podido disfrutar toda su trayectoria, todos ven en él un referente. Pero, sobre todo, ha resultado vital la ayuda de su entorno más cercano, su mujer y sus hijos. Se han volcado en contar su historia como nunca antes habían hecho», dicen los creadores.
Después de adentrarse en las vidas de Umbral y Raphael afirman que «con Julio Iglesias tendríamos el pack completo. Pero lo que hemos conseguido con Raphael es irrepetible, por cómo se ha abierto al proyecto y porque se trata de un artista que sigue trabajando y con cosas que contar».
Un fenómeno sin caducidad
La nostalgia es el elemento fundamental que inunda este tipo de producciones, como también lo hará este año con Eurovisión.Benidorm y su festival, como bien relata la serie, fue la cuna de este fenómeno y este año volverá a celebrarse décadas después con el fin de volver a encontrar una voz que conquiste todo el panorama internacional. «Fue curioso volver a la Plaza de Toros de Benidorm, que casi roza el abandono, mientras la carrera de Raphael sigue en plena forma llenando estadios y teatros en medio mundo».
La serie también se encarga de recordar la enorme transformación que ha vivido la industria musical en el último siglo, desde que la radio fuese su único medio de difusión, hasta la era de Spotify. «Que haya sobrevivido después de esta revolución tecnológica y comercial es casi un milagro. Solo los grandes saben adaptarse a los cambios generacionales». De las etapas que se recuerdan destacan su humilde infancia junto a su madre al trasladarse a Madrid, su primera gira en la que gastaba más en imagen que en comida y sus grandes amistades profesionales.