Estreno
«Insiders», cuando el reality somos nosotros
Netflix estrena hoy su primera incursión en este género televisivo con un formato muy adictivo en el que todo es sorprendente
Desde el momento en el que se encienden las cámaras todo va cuesta abajo… o cuesta arriba, según se mire. Netflix estrena hoy, en colaboración con iZen, la que es su primera incursión en el selecto mundo de los realities que hasta ahora estaba circunscrito a algunos pocos canales de televisión. «Insiders» es todo lo que se espera del formato, y sin embargo no tiene nada que ver con lo que estamos acostumbrados a ver. La premisa principal es que 13 personas creen que participan en la fase final de un casting para entrar en un programa de televisión del que sólo saben el nombre, pero como bien explica la anfitriona, la actriz Najwa Nimri (espoileadora y musa digital), «pero ya están dentro sin saberlo, desde el primer día».
Es cierto que «Insiders» podría considerarse el primer «metareality», porque son varios dentro de uno muy elaborado, muy pensado y muy en la línea que nos aventuraba Nimri: «Los concursantes de los realities de ahora se las saben todas». El programa intenta demostrar una gran verdad, y es que la gente se comporta de manera distinta si tiene una cámara delante o no. 12 concursantes, 12 perfiles muy distintos. 100.000 euros en juego y una bomba de tiempo y convivencia. Lejos quedan ya esos formatos de realidad en la que todo está masticado y se hace para alimentar a una audiencia cansada de que se hayan perdido las líneas originales que hicieron triunfar los realities en nuestro país.
Sin cansar
Los propios concursantes lo califican a lo largo del programa de muchas formas, pero es revelador el nombre de «And Then There Were None» («Diez negritos en español»), la famosa historia de Agatha Christie en la que sólo puede quedar uno. Y según han traspasado la puerta y a lo largo de siete capítulos de 50 minutos que algunos se merendarán de un atracón, este adictivo reality reescribe las reglas del género. Para empezar no hacen falta conexiones de 24 horas al día para que sea real. La edición de los mejores momentos concentrados en una temporada nos evitan tener que verles cocinar y comer, la eternidad de levantarse o lavarse los dientes dos veces al día. Si interesa se emite. Si interesa más, se guarda como un as en la manga envenenado para alimentar las tensiones dentro de lo que parece un decorado a medio terminar y en el que cada minuto que avanza la tensión sube hasta límites que tendrá que descubrir el espectador.
Otro punto a favor es mostrarnos sin pudor (pero sin aburrir) los entresijos del programa. Veremos no sólo a los grabados si no que se verán los grabadores y diversos personajes nos irán desvelando las estrategias para que cada cinco minutos el reality cambie, mute y salte por los aires para descrédito y estupor de los «insiders». Todo es desconocido para el espectador, pero también para los que creen que no son grabados y escuchados en cualquier sitio de las instalaciones de 1.600 metros cuadrados. En unos 12 días que dura el programa son desnudados por más de 250 micrófonos ocultos y 70 cámaras escondidas, 23 de ellas en calidad cinematográfica. Hay pruebas que no saben en qué consisten hasta el momento de padecerlas y muchas de ellas están más cercanas de «Black Mirror» que de concurso familiar. Y tampoco saben cuántos de ellos pueden llegar a la fase final en la que ya están.
Así este metareality (del que Netflix, muy pillín, ya ha grabado más de uno) hace que el espectador dude de todo, como los concursantes. ¿Qué es falso y qué no? ¿Quién es falso y quién no? El aspirante concursa, pero el espectador también, y se mete dentro de cada personaje en un viaje de emociones que van desde la traición, la emoción, el amor y la tortura psicológica hasta el asco. Bienvenidos a «Insiders», donde el reality somos nosotros. Para muestra de determinación, el mensajito de Nawja a Telecinco en una pausa publicitaria: «Porque ya era hora de volver a la esencia de los realities».