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“Perry Mason”, la nueva serie de HBO España
La nueva serie de HBO España intenta adaptar el personaje creado hace 90 años por Erle Stanley Gardner a los nuevos tiempos
Transcurridos apenas tres minutos de su primer episodio, a través de la imagen de un niño asesinado cuyos ojos han sido cosidos para dar la apariencia de estar abiertos, «Perry Mason» deja claro que esta versión de su protagonista no es como ninguna de las anteriores. No es el mismo personaje que el infalible abogado defensor –experto en hacer que los malhechores confiesen sus crímenes en los tribunales– desarrollado por Erle Stanley Gardner a lo largo de 80 novelas, ni en las variaciones del mismo aparecidas en diversos dramas radiofónicos o la que el actor Raymond Burr encarnó en una célebre serie de televisión entre 1957 y 1966, primero, y en una sucesión de telefilmes a partir de 1985, después. Pero esa propensión a lo sombrío y lo horrible no es el único motivo por el que la nueva ficción quizá pillará a contrapié a los fans del viejo Perry Mason, suponiendo que existan.
Asimismo, la serie se desvía del canon a través de su interés tanto en establecer paralelismos con el «zeitgeist» hablando de brutalidad policial, corrupción institucional, racismo, fanatismo religioso sexismo y la homofobia como en dotar a su protagonista de una hondura que nunca antes tuvo. Sus ocho episodios, en efecto, adaptan a Mason a la era televisiva actual, caracterizada por personajes complejos, universos meticulosamente detallados y arcos narrativos prolongados. Y se muestran tan eficaces manejando los dos primeros de esos elementos que resulta especialmente lamentable su modo de tropezar con el tercero. La historia que cuentan es a la vez excesivamente complicada y demasiado simple como para llenar una temporada completa –en realidad, funciona más bien como un piloto de ocho horas–, y da la sensación de estar tan estirada que podría romperse en cualquier momento.
Al principio del metraje, Mason es un hombre a punto de tocar fondo. Bebe demasiado, tiene una exesposa que no quiere saber nada de él y un hijo que empieza a olvidarlo, y apenas se gana la vida haciendo el trabajo sucio de los demás como detective privado. Vive atormentado por el trauma de la Primera Guerra Mundial y el cinismo y el comportamiento autodestructivo son sus mejores armas para enfrentarse a un mundo azotado por la depresión económica y la podredumbre moral, muy similar a las panorámicas de la ciudad de Los Angeles ofrecidas en su día por escritores «noir» como Raymond Chandler y James Ellroy.
¿Genera misterio?
Sin embargo, «Perry Mason» es un relato de detectives solo a medias y eso no solo explica en buena medida las dificultades que exhibe a la hora de generar misterio –tanto sus giros narrativos como sus intentos de usar un caso criminal como vehículo a bordo del que practicarle la autopsia a una ciudad entera se notan forzados– sino que también hace que su protagonista llegue a perder sus atributos más interesantes. Llegado el momento, en efecto, la serie abandona su nihilismo para convertirse en un drama judicial bañado en heroísmo y empeñado en demostrar que hasta la sociedad más fallida puede funcionar siempre que haya en ella un abogado en el que creer. «Lo legal es una cosa, y lo correcto es otra muy distinta», asegura Mason en una escena, y en última instancia no escatima esfuerzos para dejarnos claro que él siempre sabe la diferencia entre ambas.
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