María Isbert la comedia era ella
La voz, esa voz ronca que hacía recordar a la de su padre, el gran don José Isbert, que así se le conocía en la profesión (bendita herencia), se apagó ayer a los 94 años en Villarrobledo, Albacete, rodeada del cariño de su familia, que como una piña gigante se arracimaba junto a su cama. Casi hasta el último minuto mantuvo su genio, su hacer vivaracho, su humor, una vitalidad que dio batalla hasta el último aliento.