Opinión

Visitas turísticas

Que alguien proponga una fórmula mágica para viajar de lunes a jueves, dejando el resto de la semana para las masas que hacen colas interminables para acceder a los sitios imprescindibles

Marina Castaño
Marina CastañolarazonLa Razón

Cada vez resulta más difícil esto del turisteo. No porque sea costoso, que lo es -aunque los precios se van ajustando cada vez más al bolsillo de los consumidores de esta industria, sobre todo si los viajes se prevén con tiempo-, sino por las masas que visitan ciudades, monumentos y lugares atractivos por la razón que fuere en fin de semana. Porque, claro, que alguien proponga una fórmula mágica para viajar de lunes a jueves, dejando el resto de la semana para las masas que hacen colas interminables para acceder a los sitios imprescindibles en cada tour. El castillo de Praga, por ejemplo, tiene una dimensión de setenta mil metros cuadrados, y el pasado sábado todo ese inmenso espacio se veía atascado, invadido literalmente por una humanidad bastante homogénea, hemos de decir, que impedía el movimiento hacia adelante, hacia atrás o hacia los lados de las personas que ingenuamente acudimos a conocer lo que en otro tiempo fuera residencia Real hasta que al país llegó la maldición de un comunismo que duró 71 interminables y ruinosos años; hace tan sólo treinta y cinco Vaclav Havel, aprovechando el tirón de la caída del muro de Berlín, lo libera de la bota cruel del marxismo leninismo. En estas condiciones a uno se le quitan las ganas de moverse del sofá de casa y conocer en vivo lo que solo hemos visto en los papeles, en los vídeos y en las tarjetas postales que han dejado ya de existir. Aun así mi voto está a favor de rastrear el mundo, que es lo único que hace posible el prescindir de la boina, deshacer tópicos, adquirir cultura y ver cómo han ido funcionando los distintos sistemas políticos, a favor o en contra, y, sobre todo, conocer nuestro país, nuestro continente y nuestro planeta, pese a que las capitales de la vieja Europa se colapsen en fin de semana. No quiero imaginar cómo van a ser las giras por la restaurada catedral de Notre Dame con su nuevo aire agnóstico e indiferente, moderno y minimalista escenario para que las masas humanas se hagan fotos con los móviles en su altar huero de algún símbolo que pueda inspirar algún tipo de devoción.