Opinión

Tratamiento informativo

Más de setecientos periodistas de todo el mundo se han acercado a Roma a cubrir el ingreso hospitalario del Papa Francisco

Antonio Pelayo
Antonio PelayoLa RazónLa Razón

Ya no caben dudas: la enfermedad de Francisco se ha convertido en un tema que interesa a millones de personas en todo el mundo y ha obligado a no pocos medios de comunicación totalmente laicos a informar sobre las vicisitudes clínicas del Papa.

Lo prueba el hecho de que desde el 14 de febrero, día de su ingreso en el Gemelli, más de setecientos periodistas de todo el mundo se han acercado a Roma para cubrir este acontecimiento; en la Sala de Prensa de la Santa Sede han tenido que reforzar los servicios de acreditación para satisfacer las peticiones que no han dejado de crecer en estas semanas.

Los veteranos en estas tareas -somos más de 500 los permanentemente acreditados ante el Vaticano- nos codeamos estos días con colegas menos preparados en estas materias, y que solicitan nuestra ayuda para cumplir lo mejor que pueden su misión.

También es notable la variedad de enfoques con los que se aborda la cuestión: sin hablar de la oleada de “fake news”, algunos han caído en el amarillismo y tratan sólo aspectos marginales; otros ya sólo se ocupan del cónclave como si este fuese inminente; no faltan tampoco los que sospechan que el Vaticano oculta la verdad de los hechos y reclaman informaciones sin “tapujos” ignorando el derecho de cada enfermo a gestionar su propia imagen.

La Sala de Prensa informa sobre la evolución de la salud del Papa cotidianamente mañana y tarde, y su director Matteo Bruni comparece dos veces al día ante nosotros para completar las noticias. Todo, por supuesto, es mejorable, pero lo que se nos ofrece son datos médicos incuestionables y detalles fehacientes sobre cómo transcurren las jornadas del paciente en la décima planta del Policlínico Gemelli.