La opinión de Antonio Pelayo
La mediación vaticana
El conflicto armado que estuvo a punto de explotar entre Argentina y Chile se evitó gracias a la mediación de la Santa Sede
Esta semana se han celebrado en Roma diversos actos para conmemorar el 40º aniversario del Tratado de Paz y de Amistad firmado por Argentina y Chile que puso fin a décadas de enfrentamiento diplomático y que estuvo a punto de explotar en un conflicto armado que se habría llevado por delante miles de vidas humanas. Esa tragedia se evitó gracias a la mediación de la Santa Sede, que en un largo proceso (desde 1978 a 1984) logró limar las enormes diferencias entre las entonces dictaduras y que se disputaban la soberanía de algunas islas en el canal de Beagle. Los gobiernos de ambas repúblicas pidieron en primer lugar a Gran Bretaña su intervención, pero no obtuvo el resultado esperado y dirigieron su petición Juan Pablo II que, sin dudarlo un momento, aceptó tan comprometida misión.
Esta fue encomendada por el secretario de Estado, el cardenal Agostino Casaroli, al cardenal Antonio Samoré, conocedor de la realidad de la América latina y a un joven diplomático vaticano, el español Faustino Sainz Muñoz. En un libro a él consagrado, el historiador Xavier Reyes relata con precisión y basándose en documentos auténticos el largo itinerario por el que discurrió la enrevesada mediación con sus atascos negociadores y su incertidumbre sobre el resultado final. Sainz puso en esta labor todo su empeño, energía y tacto diplomático. En todo momento el Papa polaco le manifestó su decidido apoyo. Así se llegó al 29 de noviembre de 1984, fecha en la que en uno de los salones más nobles del Palacio Apostólico se firmó el tratado de paz.
Rememorando esta fecha Francisco ha formulado su ardiente deseo de que, en las actuales circunstancias del mundo en guerra, prevalezca la voluntad de diálogo y paz, y cesen los conflictos armados que tiñen de sangre el planeta.
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